Aunque el alma esté dolida y cansada.
Aunque el alma esté dolida y cansada.

Este 8 de marzo no será bueno para celebrar el Día Internacional de la Mujer. En otros lugares se recordarán las luchas de las mujeres por el derecho a votar y algunos beneficios laborales y se advertirá que falta conseguir igualdad en muchos campos más. Sin embargo, aquí en nuestra patria, esa lucha ha pasado a segundo lugar. Cómo estaremos de mal que ahora se persiguen derechos más elementales: el derecho a la vida, a la salud y a un poco de tranquilidad. A diario aparece un caso que impacta por la brutalidad con que se agrede a las mujeres, por la sangre que se derrama al asesinarlas y por el desprecio de algunas autoridades para brindar un mínimo de protección. Uno puede imaginar que la prensa nos atosiga de crímenes y que destaca el escándalo y promueve el morbo solo para vender. Ojalá fuese así. Pero allí están cientos de víctimas como prueba inocultable de esta tragedia. Para hacerla más cruenta, si fuese posible, se agrega otra más salvaje: el rapto, violación, tortura y asesinato de criaturas. Y la tragedia va creciendo. Dirán que estamos locos… y tendrán razón. ¿Qué nos pasa? ¿Qué diablos nos pasa? ¿Cuándo perdimos el instinto de proteger la vida, cuándo dejó de asquearnos el crimen, cuándo nos convertimos en cómplices pasivos de esta locura de delitos? Basta. Por nuestros niños, por nuestras mujeres, basta.

Estamos sin tiempo que perder porque la tragedia exige respuestas inmediatas. Pues bien, si cuando se salen los ríos y se caen los cerros se habilitan partidas extraordinarias en el Presupuesto de la República para cubrir emergencias, ahora estamos en una de ellas. Hay mujeres y criaturas muertas a pastos. Las víctimas que sobreviven tienen heridas el alma y ese dolor amenaza durar toda la vida. ¿Qué hacer? Pues mejorar las comisarías, multiplicar vigilancia policial y municipal, agregar rondas comunales, facilitar las denuncias y capacitar a los funcionarios para que las acojan con empatía, psicólogos y asistentas que acompañen a las víctimas, casas de protección, educar por todos lados y, por cierto, fiscales y jueces que metan rápido en prisión a los criminales. Y todos juntos haciendo presión social para repudiarlos. Nada nuevo, casi todo es obvio. Pero en esas estamos, porque nos falta lo elemental de cualquier sociedad. Si no hay plata, si para conseguir lo básico se tiene que parar una carretera o una refinería, que se paren. La vida vale más. No hay nada que celebrar. Aunque la rabia sea infinita, no ayuda; acumulemos coraje, más bien, para seguir luchando.