Estilo caníbal

“Deberían entender los funcionarios de turno que, si ocupan las carteras ministeriales, estas no son sus chacras y que deben actuar en concordancia con la ley”.
"Arrasar con la institucionalidad de los ministerios solo aumentará la ineficiencia de su trabajo y, a ni dudarlo, potenciará también su vulnerabilidad para los actos de corrupción". (Foto: BRITANIE ARROYO / GEC)

La carta de renuncia del viceministro de Justicia Gilmar Andía dejó al descubierto al controvertido , quien en seis meses de gestión terminó debilitando seriamente al . “El autoritarismo, el menosprecio al trabajo técnico y al maltrato injustificado hacia los profesionales que integran nuestros equipos ha impactado de manera directa en las políticas y acciones que tiene esta institución”, escribió Andía en su indignada misiva. Hoy, encumbrado en la PCM, el riesgo para el país es a gran escala.

En menos de 15 días despidió a dos altos funcionarios que venían haciendo bien las cosas, como el procurador general Daniel Soria y la jefa del INPE, Susana Silva. El pecado del primero fue denunciar al presidente Pedro Castillo por todos los escándalos de corrupción que vimos desfilar por Palacio, Sarratea y Petroperú en los últimos meses. En ese caso, Torres actuó como defensor del mandatario y jugando en pared con su abogado Eduardo Pachas. Respecto de Silva, Torres alega que no le hizo caso en enviar a un penal común al expresidente Alberto Fujimori, como si los traslados de los internos se decidieran así de fácil, con la orden prepotente de un ministro.

Es esa institucionalidad violentada por los abusos e iracundos arranques del ministro –razón de casi todas las chapas que le han puesto los humoristas políticos– a la que se refiere el renunciante Andía, todos con la única finalidad de reducir esta cartera a una suerte de secretaría legal que se limite a atender oscuras necesidades de venganza política o de que Pedro Castillo se escurra de las acusaciones e investigaciones que se acumulan en su contra, ante la reiterada falta de transparencia con que ejerce la máxima investidura en el Estado peruano.

Deberían entender los funcionarios de turno que, si ocupan las carteras ministeriales, estas no son sus chacras y que deben actuar en concordancia con la ley. Arrasar con la institucionalidad de los ministerios solo aumentará la ineficiencia de su trabajo y, a ni dudarlo, potenciará también su vulnerabilidad para los actos de corrupción. Ahora con Aníbal Torres –a quien los programas de humor llaman ‘Caníbal Torres’– dirigiendo todas las carteras ministeriales, el panorama es sumamente sombrío.

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