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Redacción PERÚ21

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Actuar como premier de este gobierno ha demostrado ser una tarea difícil. No tanto por la habilidad de los opositores, sino, principalmente, por el poco espacio para ejercer su función, tanto por las interferencias de la primera dama, como por las contradicciones del presidente. Ya Lerner, Valdés, Villanueva y Cornejo han contado, en público o en privado, algunos de sus sinsabores cuando ocuparon el cargo.

Ana Jara, quien sorprendió a tirios y troyanos con capacidades políticas importantes en sus anteriores cargos, no ha sido la excepción y su mandato está en un momento crítico, con una moción de censura circulando en el Congreso.

Ahora bien, Jara logró algo de oxígeno cuando convenció al presidente para que la apoye a lanzar el diálogo con las organizaciones políticas. No fueron todos, pero habiendo anunciado que, como consecuencia de lo conversado, se cerraría la DINI y se discutiría subir el sueldo mínimo, algo se distendió la situación política.

Distensión no es sinónimo de solución de la crisis, ni menos impide que nuevos y graves problemas emerjan. La violencia en Pichanaki, tan mal manejada por el Gobierno que empezó con muertos por la Policía (algo sobre lo que, como es usual, el ministro del Interior no dijo la verdad) y terminó con el ministro de Energía y Minas "expulsando" públicamente de esa zona a la principal empresa petrolera que trabaja en el país para contentar a los manifestantes.

Está también la denuncia de Correo de que un militar que, cuando estuvo en el activo, fue descubierto y luego condenado por narcotráfico, trabaja ahora en contra inteligencia de la DINI, con el delicado agravante de que es miembro de la promoción del presidente Humala y de los sucesivos jefes de esa institución.

Aun con los nuevos problemas, Ana Jara tiene todavía posibilidades de permanecer en el cargo y, lo más importante, de darle sentido a su función.Especiales circunstancias la ayudan. Tiene bastante margen de maniobra frente a un presidente al que no le conviene nada sacar a su sexta premier, porque uno nuevo tendría que pasar por un Congreso cada vez más adverso. Por otro lado, porque si bien la censura es pedida para todo el gabinete, en realidad la irritación no es tanto con ella, sino con 5 o 6 ministros llenos de cuestionamientos, notoriamente encabezados por los del Interior y de Justicia.

Si ella logra esos cambios y pone a personas con solvencia, creo que la crisis amaina y la censura no prospera. Ella puede y debe usar esta particular situación que le da más poder que el de sus predecesores, para conseguir estos relevos; por su bien y para la estabilidad política del país.