An Independent Man

“A la hora de la hora, Cristina lo puenteó y nombró a dedo a Alberto Fernández, quien tampoco se libraba de sus encontrones tanto que un día se peleó con ella, dio un portazo y se fue. Pasados los años, hace poco, se amistaron. Cristina, en el mejor estilo de Donna Corleone, le hizo una oferta que no podía rehusar: “Vos serás presidente, Alberto”. Y cumplió”.
(Bloomberg/ Sarah Pabst)

Mi prima Clarita, 12 años, acostumbraba a llevar a su hermano menor por la calle de La Amargura. Lo mandoneaba y lo maltrataba de lo lindo. Precursora nata del bullying, antes de que se pusiera de moda, no había humillación que Clarita escatimara cuando se trataba de hacerle sentir su poder a Albertito.

“¡Che! ¡Aquí quien manda soy yo, pelotudo!”, le chillaba. Y Albertito agachaba la cabeza. Al igual que todos sus hermanitos que tenían pánico al mal genio de Clarita.

Un día Albertito cansado de la situación se confió a mi madre, quien sentía una enorme pena por el pobre niño. “Tía, ya verás. ¡El año entrante voy a ser an independent man!”. Esto último en inglés porque Albertito era un chancón que estudiaba en colegio bilingüe.

Años más tarde, viviendo bajo los regímenes de los Kirchner en la Argentina, me acordé del niño Albertito. Los K, mujer y marido –al marido ahora lo quieren pintar de buenito, pero era igualito a ella–, hicieron del maltrato político un modus operandi y lo instauraron no solo contra sus opositores, cosa que al fin y al cabo se entiende, sino contra su propia gente. La más fiel y la más leal fue la más maltratada. Daniel Scioli, felpudini incondicional y fallido candidato que perdió contra Macri se llevó la palma de desplantes públicos de Néstor. Aguantador el pibe. De nada le sirvió. A la hora de la hora, Cristina lo puenteó y nombró a dedo a Alberto Fernández, quien tampoco se libraba de sus encontrones tanto que un día se peleó con ella, dio un portazo y se fue. Pasados los años, hace poco, se amistaron. Cristina, en el mejor estilo de Donna Corleone, le hizo una oferta que no podía rehusar: “Vos serás presidente, Alberto”. Y cumplió.

¿Por qué ahora me acuerdo de Clarita y Albertito? Porque Alberto Fernández, al día siguiente de ganar la elección, se fue a desayunar solito con Macri a La Rosada. Y los mercados se calmaron. El dólar bajó de 74 a 64 pesos, allá no se andan con remilgos: cuando el dólar sube, no sube un par de centavitos como acá cuando cambió la balanza de poder del Estado: allá directamente se trepa al Everest. Y cuando cae es igual: se desbarranca.

Alberto luego dijo: “Haré un gobierno federal de la mano de 24 gobernadores”. De Cristina ni la tos, salvo “está en Cuba”. Y el dólar siguió bajando. Ahora bien, ¿qué dice esto? Poco, pero es algo. Dice que quizá Fernández quiera que alguien –¿Macri?– le tienda una mano para sacudirse de Cristina que en cualquier momento vuelve a sus andanzas. Dice que los mercados buscan alguien medido, pragmático, que no defaultee y sepa dialogar. Dice que muchos argentinos estarían dispuestos a tragarse el sapo con tal de que no vuelva Cristina y mande al país a la mierda en bote.

Dice que quizá Alberto Fernández fantasea con la libertad, volverse un independent man que gobierne solo la Argentina. Irresistible.

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