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Mientras allá en el rancho...*

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En las coboyadas de mi infancia con indios malos y vaqueros buenos, había un momento en el que la pantalla se ponía negra –después de que unos pocos buenos habían liquidado a un montón de malos– y aparecía la frase (*)“Meanwhile back at the ranch” que nos regresaba directo a la trama central.
Con la crisis argentina ocupando las pantallas que informan sobre Latinoamérica, conviene retomar nuestra trama central y volver al Perú, donde cada día hay más desorden, más desconcierto y más susto. Todo el mundo anda saltón, los mercados ya empezaron a deprimirse –la gente más deprimida todavía– y el asunto parece no tocar fondo nunca.
¿Cómo se produjo esta debacle? Hay, como en botica, varios actores responsables o culpables. Tomados por separado, ninguno de ellos tiene peso suficiente, pero cuando se suman, todos tienen el efecto de los enanos sobre Gulliver: lo paralizan.
El Congreso está a la cabeza del ranking de impopularidad. Ya nadie quiere a los congresistas, salvo sus familiares más cercanos. Los muchachones/muchachonas han pasado tres años lidiando con sus egos y sus pleitos que nos importan un bledo –porque para eso no los votamos–, tres años lanzándose ajos y cebollas, cobrando a dos o tres cachetes mientras el país continúa parado. Sigue la depresión de tener cinco presidentes indagados, inculpados, fugados, presos o suicidados, detalle no menor que así como así no le pasa a nadie. Luego tenemos un Ejecutivo que no se suponía que gobernaría –desde Paniagua no nos pasaba y Paniagua tuvo un mandato corto y claro– y que se pelea como si fuera Legislativo. Deambula sin saber a quién sacar a bailar o si mejor quedarse afuera mirando el baile. Están los fiscales que empezaron bien y ahora actúan como acusadores de la Roma antigua o rockstars. Están los antimineros que nos han frenado el país, fregado la economía, y que nadie logra entrar en razón. Finalmente, los medios que si no tienen un nuevo audio con alguna cochinada o desatino, o el video de una mentada de madre o un chisme de peluquería, se les baja el rating, se aterran y no duermen. Así las cosas, nadie esboza un plan, nadie nos dice adónde vamos, nadie sirve con el ejemplo, nadie lidera nada. Estamos hartos de un entrampamiento que no merecemos.
Ayer nomás el Perú daba una lección al mundo de cómo reducir la pobreza y aumentar la clase media. Cómo un país pobre pero chambero avanzaba a puro pulso y pulmón. Éramos la estrella de Latinoamérica. Todo este esfuerzo para hoy ir pa’ atrás, como el cangrejo. No hay derecho.
La gente desahuciada espera un milagro. Alguien que venga a salvarla. Aquí no se necesitan milagros. Se necesita encontrar a alguien a quien no le asusten los retos, que tenga un plan y determinación. Que no toque la caja y, en vez, que entregue resultados. Alguien que trabaje sin hacer ruido, pero haciendo patria. Esa persona ya existe. Yo voto por Neuhaus.
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