Aldo Mariátegui: Ni samba, ni carnaval

“Lo ideal sería su venta a un tercero, pero no creo que nadie en su sano juicio quiera hacerse del problema, pues además también enfrenta un complicado frente externo al listar en Nueva York”.
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Hoy, a las 3:30 p.m., se realizará una junta general extraordinaria de Graña y Montero, la cual será crucial para definir la supervivencia de esta firma, que desde el viernes está perdiendo aceleradamente valor a medida que el precio de su acción cae en barrena. Van a tener que tomarse medidas extraordinarias y muy imaginativas para salvar a esta empresa, gigantesca para estándares peruanos (35 mil trabajadores), iniciativas que, me imagino, pasarán de arranque por relevar a la gerencia actual y apartar a los accionistas más cuestionados de sus derechos societarios (acción que, por imagen, debería replicarse en otras empresas sensibles donde están presentes). Y debe salvarse sola, sin la menor intervención estatal, que el contribuyente no tiene por qué financiar resurrecciones de empresas privadas, mucho menos aun si sus cuitas son por corrupción (varios semianalfabetos leyeron pero no entendieron todo esto en un artículo anterior mío y así los muy deficitarios concluían que "defendía a GyM". ¡Jalados en PISA por obtusos!). Lo ideal sería su venta a un tercero, pero no creo que nadie en su sano juicio quiera hacerse del problema, pues además también enfrenta un complicado frente externo (accionistas gringos y la SEC) al listar en Nueva York. Lo malo es que se percibe un terco negacionismo por parte de la empresa sobre lo dicho por Barata, lo cual no es muy creíble a estas alturas. Tampoco es el fin del mundo en el capitalismo si una empresa quiebra: el mercado reemplaza su lugar con otras. Pero lo ideal sería que esos 35 mil puestos de trabajo se conserven y no se paralicen las obras, sin perjuicio de que los responsables respondan ante la justicia y dejen de dirigir la firma, a la que metieron en este berenjenal por bailar samba junto a Barata.

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