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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Uno ayer no sabía si reír o llorar ante ese mensaje del Ministerio de Educación en que se le atribuía a Bolívar nada menos que la proclamación de independencia de San Martín… Como tampoco supe cómo reaccionar ante unas declamaciones patrióticas que hace poco les escuché a unos escolares. Por un lado, provocaba gracia y ternura el esfuerzo. Por otro, era terrible el discurso trasnochado, militarista, racista y mesiánico que soltaban, tan parecido a esas paparruchadas que a mi generación le hacían repetir durante la dictadura velasquista: la "sangre de los héroes", la "raza de los incas", los antihispanismos y antichilenismos, la exagerada exaltación de Túpac Amaru frente a otros próceres, la supuesta gran riqueza nacional que jamás disfrutábamos por la culpa de otros, los odios… Todo un mal discurso del siglo XIX recitado por chiquillos nacidos en el siglo XXI. ¡Parecía que estaba escuchando a dos niños falangistas franquistas o Hitlerjugends! Y recordaba cómo mi padre me contaba que los curas maristas les mandaban hacer el saludo romano con el pretexto de que ese era el saludo de las Olimpiadas… Lo comenté con otros colegas y me dijeron que exageraba, que así era siempre y nadie de adulto se compraba esos mensajes, pero por allí anduvo dando vueltas un señor que se llamaba Antauro, junto a unos reservistas que se habían comido esos cuentos y aún más. Sería bastante sano que se cortase de una vez por todas esa educación fascistoide de desfiles militares y discursos patrioteros de cocina. Y no me sorprende ese ignorante del Minedu: en México, una encuesta de 2015 (Parametría) reveló que solo el 32% de mexicanos sabían que se habían independizado de España. ¡Y un 25% opinó que mejor se hubieran quedado como colonia española!