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Alberto con 85
El hecho es que los Fujimori siguen por aquí, dando vueltas, entrando y saliendo de las clínicas, los tribunales y los penales.
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En muchos escenarios se ha escuchado ese viejo adagio que dice que en política no hay casualidades. Hace algunos días, la Corte Suprema de Chile ordenó en primera instancia ampliar la extradición de Alberto Fujimori por las esterilizaciones forzadas y otros cuatro casos más. Acto seguido, aparece Keiko para contarnos que Alberto había sufrido una caída y se había roto la cadera. Lo cierto es que, en el caso puntual de Alberto Fujimori, el debate que se ha visto sobre la mesa es el de si es viable o no su postulación a la Presidencia de la República, o quizá a la Cámara del Senado, pero solo desde una perspectiva legal. Quienes desean verlo nuevamente en Palacio defienden el derecho de Fujimori a postular, pero nada dicen con respecto a las competencias y cualidades necesarias para ejercer el cargo a sus 85 años. Personalmente, me parece extraño que, para aquellos que no quieren ver a Fujimori ni en pintura, la discusión se lleve al espacio legal, que puede ir en carril paralelo, y no se centre en preguntarle al fujimorismo cómo es que piensan que una persona de 85 años, con una salud tan deteriorada como ellos mismos afirman, sería el primer funcionario del Estado y el hombre que sacaría al país de esta gravísima situación. Los Fujimori siempre están presentes. Hace más de 30 años que son parte del circo político peruano, que son actores relevantes, que disputan finales, que entran y salen de la cárcel, que enfrentan juicios en tribunales pero también en muchas de las casas de los peruanos. Y es ahí, en la mesa de cada familia peruana, donde realmente se emiten los juicios más profundos. Fujimori, el padre, es para muchos un héroe pero también un gran villano. Es ese personaje oscuro y complejo que muchos reconocen como un gran corrupto, pero cuya corrupción pasa a segundo plano frente al resultado del manejo del terrorismo durante su gobierno. El hecho es que los Fujimori siguen por aquí, dando vueltas, entrando y saliendo de las clínicas, los tribunales y los penales. Siguen postulando y postulando, y quién sabe hasta cuándo.
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