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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

La sequía o continua deficiencia de lluvias en un área geográfica determinada es una de las más duras manifestaciones climáticas. La misma que varios de los eventos El Niño han impuesto sobre el territorio peruano.

Así como sucedió en 1983 y en 1992, hoy el régimen de lluvias muestra una continua ausencia o insuficiencia de las mismas.

Conforme avanzan los días y semanas de este verano, los caudales de los ríos siguen siendo insuficientes para atender la demanda de riego de nuestros agricultores.

Más aún, nuestros reservorios siguen descargando agua en la mayoría de los casos.En las comunidades andinas, la falta de lluvias trae la pérdida de cultivos y muerte del ganado por falta de pastos.

A menos que ocurra algo que los modelos climáticos no ven; el mayor impacto social y económico del actual evento de El Niño lo ocasionará la sequía.

Históricamente, durante los episodios de El Niño, febrero y marzo –los meses más lluviosos del año– resultan siendo generadores de menores lluvias que lo habitual en los valles del sur y buena parte de los del centro del país.

En este complejo escenario, donde hoy descargamos agua de nuestros reservorios, incluidos los de Lima, encaramos la llegada de esos meses.