En climatología, la predictibilidad de El Niño y La Niña para el segundo semestre del año y el eventual verano subsiguiente enfrenta una dificultad conocida como la barrera de la primavera (o del otoño en el caso del hemisferio sur). Esto quiere decir que en la medida que se acaba nuestro otoño, los modelos climáticos que predicen El Niño o La Niña ganan en certidumbre.
Es así que, a un puñado de días del inicio del invierno, los principales modelos climáticos sostienen a La Niña que empezó en setiembre de 2020, extendiendo su presencia e influencia hacia un tercer año. Esto se ha visto antes solo dos veces y luego de fuertes episodios de El Niño: La Niña 1973-1976 tras El Niño 1972-1973 y La Niña 1998-2001 tras El Niño 1997-1998.
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Muchos investigadores se preguntan si hay una variabilidad climática multidecadal que ha hecho que desde 1997, los meses de La Niña sean 50% superiores en número a los de El Niño. Algo que era balanceado en una serie de tiempo más larga.
Más allá de esta incógnita, La Niña extendida el resto del año ofrecerá un invierno más marcado en la costa en términos de temperaturas por debajo de lo habitual y presumiblemente un buen año de aguas en la sierra a partir de la primavera entrante.
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