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Primera Guerra Mundial: 100 años del fin de guerra que acabaría con todas las guerras

Tras más de cuatro años de lucha y millones de muertos, las potencias beligerantes firmaron el Tratado de Versalles con la vocación de evitar otra guerra de esa magnitud.

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François Aubry: El héroe francés de la Gran Guerra que será homenajeado en Cerro de Pasco. (Dominio Público)
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François Aubry: El héroe francés de la Gran Guerra que será homenajeado en Cerro de Pasco. (Dominio Público)
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François Aubry: El héroe francés de la Gran Guerra que será homenajeado en Cerro de Pasco. (Dominio Público)
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François Aubry: El héroe francés de la Gran Guerra que será homenajeado en Cerro de Pasco. (Dominio Público)
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Primera Guerra Mundial: 100 años del fin de guerra que acabaría con todas las guerras
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François Aubry: El héroe francés de la Gran Guerra que será homenajeado en Cerro de Pasco. (Dominio Público)
Fecha Actualización
Hoy, un siglo atrás, los Aliados aceptaron el armisticio que el Imperio alemán solicitó para acabar con la que se llamó “La gran guerra”. Tras más de cuatro años de lucha y millones de muertos, las potencias beligerantes firmaron el Tratado de Versalles con la vocación de evitar otra guerra de esa magnitud. El mariscal francés Ferdinand Foch –responsable en buena cuenta de la victoria aliada– sentenciaría con terrorífica precisión: «Este no es un tratado de paz, sino un armisticio de veinte años». Exactamente 20 años después, el Tercer Reich alemán invadió Polonia.
EL CONTEXTO

Cuando se habla de la Primera Guerra Mundial, se suele explicar que la causa de la guerra fue el asesinato de Francisco Fernando, archiduque austro-húngaro, en manos de Gavrilo Princip —miembro de la organización terrorista Joven Bosnia— el 28 de junio de 1914 en Sarajevo; sin embargo, esa explicación es incompleta. Quizás el magnicidio de Sarajevo haya sido el detonante que llevó a Europa a la barbarie, pero las raíces del conflicto están enterradas mucho más profundamente. Y las consecuencias de esa misma guerra le siguen dando forma a nuestro tiempo.
En 1871, Prusia, tras vencer a la Francia de Napoleón III, logró unificar a Alemania y bajo el mando del canciller Bismarck consolidó un poderoso estado industrial que le permitió amenazar la hegemonía de la megapotencia mundial de aquel siglo: Inglaterra. Los años que separan el fin de la guerra franco-prusiana y el inicio de la Primera Guerra Mundial han sido llamados por varios historiadores como la “paz armada”. Es fundamental entender el origen del concepto para comprender los horrores que luego el mundo viviría.
Desde el inicio de la Revolución Industrial a finales del siglo XVIII, los ejércitos no se vieron ajenos a este vertiginoso proceso de modernización. En una sola generación, el mundo pasó de la carreta al auto y al avión. Del correo al telégrafo, la radio y el teléfono. La ciencia pasó a entender la existencia de hormonas, mientras que Freud, Adler, Einstein y otros pensadores de la época sometían a un huracán cada paradigma existente.
En diciembre de 1904 se estrenó en el teatro de York, en Londres, la historia de un niño que le temía al paso raudo del tiempo y a la modernidad: Peter Pan.
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EL INICIO

En medio de la espiral de cambios del siglo XX, varias tensiones geopolíticas se agudizaron en Europa: Alemania competía con Inglaterra por la hegemonía industrial. Francia resentía a Alemania por la aplastante victoria encajada por el general Von Moltke en Sedán, en 1871, y los Balcanes se habían convertido en una tierra de conflictos especialmente cotizada por dos imperios: el austro-húngaro y el ruso, que –bajo el mando de Nicolás Romanov– perseguía la vieja tradición rusa de salir el mar. Por el mismo lugar.
Cuando Francisco Fernando y su esposa visitaban Sarajevo y fueron asesinados por Princip, se echaron a andar eventos trágicos que terminaron por desencadenar la más cruenta guerra que el mundo había sufrido, hasta ese momento: los generales alemanes Von Moltke (sobrino del anterior), Ludendorff y Hindemburg ansiaban poner en marcha el plan Schlieffen contra Francia: una maniobra de penetración envolvente que evitaría el choque contra las defensas apostadas en la frontera que permitiría la inmediata rendición francesa y que le daría a Alemania la posibilidad de enfrentar a Rusia.
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LA GUERRA

Cuando el Imperio austro-húngaro le declaró la guerra a Serbia, la diplomacia fue incapaz de evitar los movimientos masivos de tropas a las fronteras que pronto se bañarían de sangre: es curioso pensar que el káiser Guillermo de Alemania, el zar Nicolás de Rusia y el rey Jorge V del Reino Unido eran nietos de la reina Victoria. El vínculo, sin embargo, no logró evitar la tragedia. En agosto de 1914, Alemania puso en marcha el plan Schlieffen. No obstante, este suponía atravesar a la neutral Bélgica para acceder al norte francés. Y Bélgica tenía un pacto de defensa mutua con la poderosa Inglaterra.
La fuerza expedicionaria británica fue enviada a la línea de combate mientras que el grueso del ejército francés se esforzaba por contener el embate alemán. Las decisiones del mariscal inglés Douglas Haig y de los generales franceses Joffre, Foch y Petain detuvieron el avance alemán y enfrascaron a millones de hombres en una cruenta guerra de trincheras en donde los nidos de ametralladoras, los primeros tanques, el gas venenoso y los morteros se convertirían en los recuerdos más duros de una generación entera.
En el frente oriental, la suerte alemana fue algo mejor: lograron derrotar a los rusos en varias batallas y avanzar; sin embargo, el invierno y la necesidad de retirar tropas hacia el otro frente de batalla impidió mayores victorias. El imperio alemán estaba, cien años después, en la misma trampa en la que cayó Napoleón Bonaparte: peleando una guerra de dos frentes en donde la logística se hacía casi imposible para abastecer a millones de hombres. Lo mismo le sucedería —paradojas— a un joven cabo austriaco que se encargaba de transportar correspondencia de una trinchera a la otra: su nombre era Adolfo Hitler.
Por otro lado, Italia —que también había entrado a la guerra— tuvo a un joven Mussolini como tirador de alta precisión defendiendo las líneas del Piamonte. Inglaterra inició la guerra bajo el liderazgo marítimo de un joven político como Lord del Almirantazgo que terminaría en una brutal derrota intentando un desembarco anfibio, como el que planearía años después en Normandía, en los Dardanelos, Winston Churchill. Todo esto mientras oficiales americanos y alemanes entendían lo que el tanque era capaz de hacer y tomaban notas para el futuro: Guderian creó las divisiones Panzer; Patton haría algo parecido en los EE.UU.
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EL FIN

Hacia fines de 1918, Alemania ya no podía aguantar la guerra: a pesar de que la revolución rusa había retirado a los cosacos del frente Oriental, los Estados Unidos habían reforzado el frente Occidental. La rendición otomana los había dejado solos en el próximo oriente y la amenaza de una destrucción total del imperio se hacía real. El 11 de noviembre —para sorpresa de millones de soldados alemanes— se dio la rendición frente a los Aliados. Al año siguiente se firmaría el Tratado de Versalles y se empezaría a llenar de odio cada nación europea. Pero no solo Europa sufrió las consecuencias de esa paz.
Mientras Leguía se hacía con el poder en Lima, Inglaterra y Francia se repartían el viejo reino hachemita de oriente próximo y envenenaban las relaciones entre el mundo occidental y el islam radical al punto de permitir el nacimiento de varios de los grupos que hasta hoy proclaman la guerra santa contra Occidente. Un día como hoy terminó la que se dijo sería la guerra que acabaría con todas las guerras. En realidad, un día como hoy empezó a gestarse la tragedia geopolítica que asolaría al mundo entero y cuyas secuelas hasta hoy arden. Que la memoria se guarde siempre. Nunca estamos libres de caer en el mismo infierno.