Jay Olshansky, profesor de Epidemiología y Bioestadística en la Universidad de Illinois en Chicago, se ha ganado la fama de ser el "aguafiestas" de la longevidad. Su postura se contrapone a las predicciones optimistas que sostienen que los humanos pronto podrían vivir hasta los 120 o incluso 150 años.
Hace décadas, Olshansky y sus coautores predijeron que los niños, en promedio, vivirían solo hasta los 85 años, y que solo entre el 1% y el 5% de la población llegaría a los 100 años. Estas afirmaciones causaron controversia en su momento, ya que chocaban con la visión popular de una longevidad creciente sin límites.
Según Olshansky, en 1990 él y sus colegas ya anticipaban que la esperanza de vida aumentaría a un ritmo cada vez más lento, argumentando que las intervenciones médicas, a las que calificó de "tiritas", tendrían un impacto decreciente en la prolongación de la vida. Tres décadas después, su análisis, publicado en la revista Nature Aging, parece respaldar sus predicciones.
El estudio, que incluye datos de esperanza de vida de países como Australia, Francia, Japón, España y Estados Unidos, muestra que las niñas nacidas en 2019 tienen un 5,1% de probabilidades de llegar a los 100 años, mientras que para los varones esa probabilidad es de solo el 1,8%. Olshansky destaca que la era del aumento rápido de la esperanza de vida ha llegado a su fin, aunque puntualiza que aún hay un incremento, pero a un ritmo mucho más lento.
"Quiero asegurarme de que esto se interprete correctamente", declaró. "Seguimos ganando esperanza de vida, pero es a un ritmo cada vez más lento que en décadas anteriores".
Olshansky ha sido particularmente crítico con aquellos que sostienen que los humanos podrán vivir hasta edades tan avanzadas como 150 años. En una entrevista reciente, tachó esas afirmaciones de infundadas y sin respaldo empírico. A modo de ejemplo, mencionó a Jeanne Calment, quien vivió hasta los 122 años y es la persona más longeva documentada en la historia. "La era moderna está repleta de personas que viven hasta los 70, 80 y algunos hasta los 90, pero casi todos ellos viven un tiempo fabricado por la tecnología médica, un tiempo artificial que los médicos han creado para nosotros", afirmó.
El gerontólogo también utilizó una metáfora para describir la longevidad: "Es como el juego de golpear al topo con un mazo. Cada topo representa una enfermedad diferente, y cuanto más envejeces, más topos hay que golpear al mismo tiempo y más rápido aparecen". En otras palabras, aunque se pueden retrasar ciertas enfermedades con intervenciones médicas, el envejecimiento biológico, con todas sus consecuencias, es inevitable.
Olshansky no descarta que, con mejoras en los hábitos de vida como dejar de fumar, reducir el sobrepeso y disminuir la exposición al sol, las personas podrían llegar a ser más sanas, pero cuestiona que ello tenga un impacto significativo en la esperanza de vida máxima. "Estaríamos mucho más sanos, pero eso no va a ocurrir realmente en el mundo real", sentenció.
A medida que avanza la ciencia, la perspectiva de Olshansky se mantiene como un recordatorio de que la longevidad tiene límites, y que los verdaderos avances estarán, quizá, en la calidad más que en la cantidad de años vividos.
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