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Hijitos de papá
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Colombia ha temblado esta semana. El país sudamericano no deja de sufrir terremotos políticos en los últimos meses y esta vez el sacudón ha tenido como epicentro la propia Casa de Nariño.
Cuando Gustavo Petro tuvo a su primer hijo, Nicolás, en 1986, no se imaginó diversas cosas. Primero, que tiempo después se separaría de su esposa, Katia Burgos, ni que su primogénito sería el único que le seguiría los pasos en la política. Posteriormente el izquierdista y exguerrillero tuvo cinco hijos más, fruto de tres matrimonios en total, pero ninguno le ha dado tanto dolor de cabeza como Nicolás. Una piedra en el zapato que le puede costar la presidencia.
Nicolás Fernando Petro Burgos fue detenido hace una semana por una investigación de la Fiscalía que comenzó en marzo de este año. Se le acusa de enriquecimiento ilícito y lavado de activos, pero según ha asegurado el fiscal de la investigación, el joven político ha aceptado colaborar con la justicia. Y ha empezado desatando un vendaval: aceptó que la campaña presidencial de su padre, con la cual alcanzaron la presidencia el año pasado, recibió dinero ilegal
¿Cómo un político que mantenía el perfil bajo ha logrado estar en el ojo de la tormenta en menos de cuatro meses? La historia comienza en marzo de este año. Daysuris del Carmen Vásquez Castro, más conocida como Day, realizó una entrevista para la revista Semana. El diálogo no tendría mayor relevancia si no fuese porque Day fue la primera esposa de Nicolás Petro y en la entrevista decía, por primera vez a viva voz, que su exmarido había recibido dinero de exnarcotraficantes y políticos cuestionados para la campaña política de su padre, Gustavo Petro. Puso nombres: Santander Lopesierra, conocido como El hombre Malboro por sus vínculos con el contrabando, y Alfonso El Turco Hilsaca, investigado por sus nexos con el paramilitarismo.
En el diálogo, Day se preocupó por señalar que el dinero mal habido no terminó en la campaña presidencial, sino que fue a parar a los bolsillos de su exmarido. De inmediato, la Fiscalía abrió una investigación con la mira puesta en el hijo del mandatario. No tardó demasiado en hallar los millonarios gastos de Nicolás, que incluyeron compras de casas, autos lujosos y vanidades en tiendas como Ferragamo y Carolina Herrera. Por su puesto, el dinero no concordaba con el sueldo de diputado en la Asamblea Departamental del Atlántico.
Gustavo Petro, por ese entonces, soltaría una frase peculiar, una afirmación para marcar distancia. “No lo crié, esa es la verdad”.
Cuatro meses después la Justicia parece tener ya todo más sólido y así, tras detener esta semana a Day y al propio Nicolás, ha logrado ejercer tal presión que al hijo del mandatario no le ha quedado más remedio que aceptar el recibo de dinero ilegal. Su padre, como en marzo, ha salido a decir que apoya a la justicia y toda investigación. Nuevamente ha tratado de marcar sus diferencias con Nicolás, aunque en el papel será muy difícil. El único político de sus hijos fue sumamente activo en su campaña. Tanto en la del 2018, como en la última, cuando su mismo padre le encargó encabezar su movimiento político, Colombia Humana, en todo el caribe colombiano. En Instagram, un post de 2019 queda como recuerdo de aquel encargo.
HUNTER CAZADO
Alcohol y drogas, incluso cocaína y crack. El pasado de Hunter Biden (53) está marcado por el desorden y una serie de adicciones que se han ocupado de ser un problema para la carrera política de su padre. Incluso, en un artículo de 2019 que The New Yorker tituló coherentemente: “¿Pondrá en peligro Hunter Biden la campaña de su padre?”, el mismo segundo hijo del presidente aceptó haber pisado varios centros de rehabilitación, probar el yoga y la meditación como métodos de escape y tomar medicinas para disminuir la ansiedad ante la abstinencia de alcohol.
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Empresario y abogado, sobre él también han pesado varias sospechas de haber sido favorecido por las influencias de su padre para obtener altos puestos directivos en negocios en el extranjero, especialmente con una empresa china y ucraniana. Sin embargo, por estos días los ojos han vuelto sobre él a raíz de que fracasó un acuerdo con la Fiscalía para evitar la cárcel. El polémico hijo del presidente está acusado de no haber declarado correctamente sus impuestos en 2017 y 2018 y, además, se le ha imputado un delito relacionado con la posesión de un arma de fuego, que es ilegal cuando se trata de una persona con adicciones.
Con el pacto roto, Hunter se declaró no culpable, con lo que seguirán el juicio y la posibilidad de ir a cárcel. Las penas podrían alcanzar hasta los 10 años.
Por supuesto, el proceso es seguido de cerca por los rivales del presidente Biden, que no han demorado en describir a toda la familia presidencial como corrupta. Donald Trump y los republicanos han acusado al presidente de encubrir los delitos de su hijo, a tal punto que esta semana desde la Casa Blanca tuvieron que salir a asegurar de que, en caso se dicte una condena contra Hunter, el presidente no lo indultaría por ningún motivo.
Y, para dar mayores dolores de cabeza, esta semana también el presionado mandatario salió a reconocer públicamente a su séptima nieta, una niña de cuatro años que tuvo Hunter con una mujer en Arkansas. La menor no había sido aceptada por el primogénito de Biden hasta que se le realizó una prueba de ADN.
Cuatro años después, la pregunta de The New Yorker sigue vigente: “¿Pondrá en peligro Hunter el gobierno de su padre?”.
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