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COVID-19: ¿Qué pasa en los países cuyos ciudadanos se mantienen escépticos ante la pandemia?
Confinamiento, uso de cubrebocas, distanciamiento social y vacunas son los temas que se cuestionan muchos alrededor del mundo. ¿Por qué?
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El confinamiento, el cubrebocas y el distanciamiento social, prácticas extendidas en países de la región, se han aplicado de forma muy dispar en México, donde parte de la ciudadanía sigue escéptica al coronavirus, aunque ya superó las 100.000 muertes y el millón de casos.
Uno de los factores que ha provocado esas elevadas cifras es la desconfianza de los mexicanos a la información científica porque, a pesar de la dureza con la que la enfermedad ha atacado a una porción de la población, otra parte sigue sin reconocer la existencia del virus SARS-CoV-2.
Un ejemplo es un estudio de la Royal Society Open Science de Gran Bretaña, que indicó hace un mes que el 33 % de los mexicanos considera “muy factible” que el coronavirus se haya creado en un laboratorio de Wuhan, China, y “no cree” que haya surgido de manera natural.
Para Rodrigo Martínez, del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana, en México prevalece un tipo de educación que mezcla tradiciones familiares, mentalidad cotidiana y una formación, incluso religiosa, que tiende al conservadurismo.
“Por lo tanto, cuando hay fenómenos que no podemos entender bien, lo más seguro es que se apueste por descreer de ellos o negarlos porque no estamos acostumbrados al lenguaje de la ciencia”, apuntó.
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En México, casi 25,7 millones de personas de los más de 120 millones de habitantes se identifican como indígenas, quienes están integrados en 68 pueblos que también han padecido la pandemia.
En Chiapas, estado del sureste, la cosmogonía de la etnia tzotzil cree que las deidades protegen de todo mal sobre la tierra y a ello le achacan el número reducido de muertes por COVID-19, dijo a Efe el promotor cultural Mariano de Jesús Pérez Hernández, habitante del municipio de Zinacantán.
Los tzotziles, detalló, recuerdan las palabras de sus antepasados y hacen memoria sobre las pasadas pandemias y cómo las erradicaron.
Las leyendas orales dictan que entre las montañas de Chiapas existen puntos sagrados a los que acuden curanderos rezadores y músicos a pedir protección para los pueblos.
“Al saber que venía una pandemia, una enfermedad muy fuerte desconocida, se tiene la cosmogonía de que las deidades pueden contrarrestar con rituales y rezos la enfermedad y son las autoridades religiosas tradicionales quienes se organizan para ir a esos lugares (puntos sagrados) a ofrendar velas”, contó.
Al menos 10.419 casos y 1.494 muertes de COVID-19 han sido de personas indígenas, de acuerdo con el último reporte de la Secretaría de Salud el 22 de octubre.
Una historia de esos miles de contagios la contó a Efe Manuel San Juan, habitante de la comunidad de San Juan Chamula y pastor evangélico, quien aseguró que estuvo 35 días postrado en cama por COVID-19 y su cura fue el limón, miel y un medicamento que no reveló.
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La mitad de los franceses no quiere vacunarse
Un sondeo, publicado por el canal BFM TV, indica que solo el 40 % de los franceses quiere vacunarse cuando lleguen las primeras vacunas, mientras que el 46 % no desea hacerlo y un 14 % no ha tomado la decisión.
El porcentaje de quienes se niegan a vacunarse contra la COVID-19 es superior al de franceses contrarios a otras vacunas y los motivos que alegan son, mayoritariamente, la falta de experiencia sobre estos nuevos productos y el temor a los efectos secundarios.
La encuesta refleja que la mayoría de los opositores son votantes de la extrema derecha, en consonancia con la postura de su líder, Marine Le Pen, que rechaza que sea obligatoria.
“Los franceses son ciudadanos libres. Son ellos quienes, en su fuero interno, deben decidir si quieren vacunarse o no”, señaló Le Pen en BFM TV.
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Su opinión es compartida por responsables políticos de diferentes partidos, lo que llevó el pasado sábado al primer ministro, Jean Castex, a mostrar su “inquietud” ante la negativa de muchos ciudadanos a vacunarse, lo que, a su juicio puede dificultar el combate contra la pandemia.
Frente a estas posturas, otros líderes políticos se han mostrado favorables a obligar a todos los ciudadanos a vacunarse, porque de lo contrario el virus no dejará de circular.
El primero en hacerlo fue el líder ecologista Yannick Jadot, que apostó por esta medida justo después de que la farmacéutica estadounidense Pfizer anunciara su vacuna la pasada semana.
El debate promete cobrar más fuerza en las próximas semanas, a medida que las vacunas comiencen a llegar de forma efectiva.
El Gobierno francés prepara la campaña de vacunación contra la COVID-19 para principios del año próximo, según indicó el pasado martes su portavoz, Gabriel Attal.
En declaraciones a la televisión France 2, Attal aseguró que han previsto un presupuesto de 1.500 millones de euros para ese fin a lo largo de todo 2021, incluido el importe de la adquisición de las vacunas.
En concreto, Francia tiene encargadas 30 millones de dosis a Pfizer, a las que se suman 60 millones reservadas con otros laboratorios, lo que garantiza la posibilidad de vacunar a unos 45 millones de franceses, pero no al conjunto de los más de 67 millones de habitantes del país.
Protestas en Alemania
La policía alemana disolvió el miércoles mediante la fuerza una manifestación violenta de grupos contrarios a las restricciones impuestas por la pandemia de coronavirus que trató de acceder a la zona restringida junto al Parlamento y no cumplía las medidas de higiene y distanciamiento.
La violencia empezó a mediodía y se prolongó durante unas tres horas, mientras en el Bundestag (cámara baja) se celebraba un pleno para aprobar la reforma de la Ley de Protección contra Infecciones, a fin de dotar de fundamento legal a las actuales restricciones por la COVID-19.
Tanto el Bundestag como la cámara alta (Bundesrat) aprobaron finalmente esa reforma, que permite al Gobierno de coalición que preside Angela Merkel fundamentar en una base legal más precisa las medidas decididas para luchar contra la pandemia.
La concentración transcurrió durante algunas horas de forma pacífica, pese a que los participantes no llevaban mascarillas y no mantenían la distancia de seguridad, pero pasadas las horas la situación se complicó con la llegada de nuevos manifestantes, que llegaron a sumar varios miles.
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Entre estos se encontraban grupos de ultraderechistas que elevaron la tensión, se enfrentaron a la policía lanzando botellas y bengalas y trataron en ocasiones de entrar en la zona restringida, donde la protesta no estaba permitida.
La policía, con unos 2.000 agentes, dio entonces por concluida la manifestación y exigió a los participantes que se dispersasen, sin ningún éxito.
Las fuerzas de seguridad, que confirmaron más de un centenar de detenciones, acabó recurriendo a cañones de agua y gases lacrimógenos.
Alemania aplica desde marzo restricciones para controlar la propagación de la pandemia y ha aprobado para este noviembre una serie de medidas extraordinarias por el repunte de los contagios.
Desde hace varios meses grupos de negacionistas de la pandemia, críticos con las restricciones y seguidores de varias teorías de la conspiración se manifiestan semanalmente en Alemania y atraen en ocasiones a varios miles de personas.
La policía ha alertado de que estos colectivos están infiltrados y a veces dirigidos por ultraderechistas.
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