Teletón 2018: "Mi hijo me enseñó a ser fuerte, es una bendición", dice Belén Urrutia

Luis Felipe entró al hospital por un ataque epiléptico. Allí contrajo una bacteria, que le dio siete días de fiebre intensa, lo que destrozó su cerebro. Hoy recupera su habilidad motora en la Clínica San Juan de Dios.
Belén Urrutia, es la madre de Luis Felipe, quien se recupera en la Clínica San Juan de Dios. (Foto: Mario Zapata).

Su “mundo era perfecto”. Hasta que la madrugada del 29 de agosto de 2013 todo cambió. Luis Felipe amaneció inmovilizado sobre su cama. “Parecía muerto”, así lo describe Belén Urrutia, su madre. “Despídase, que de hoy no pasa”, le decían los médicos. Ella se rebeló y, junto al esfuerzo de su familia, lo sacó del coma. 

Hoy Luis Felipe busca recuperar su capacidad motora en la Clínica San Juan de Dios. Precisamente, este 14 y 15 de setiembre se realizará la , campaña que necesita de nuestra solidaridad. 

Belén nos abre las puertas de su casa y su corazón, en Barrios Altos. Entramos y Luis Felipe nos recibe con una gran sonrisa. “Es mi bebé”, dice su mamá, aunque él ya tiene 17 años. En este hogar ya no hay espacio para la tristeza. “Aquí en Barrios Altos también hay gente buena, no todo es policiales”, aclara ella con esa fuerza y pasión que les imprime a sus palabras, y con la misma fuerza que hizo que Luis Felipe vuelva a nacer.

¿Cómo era ese “mundo perfecto” antes de...?
Mi esposo es militar retirado. A él le gusta planificar todo. Nos casamos jóvenes, yo tenía 19 y él 25. Tenemos dos hijos que ya son profesionales: el mayor es contador y la segunda ingeniera industrial. Luis Felipe quería ser arquitecto, ingeniero. Ya estaba todo listo. Estudiaba inglés, practicaba tenis. Hasta ese 29 de agosto. El momento más doloroso de nuestras vidas. Se nos acabó el mundo, lo vi muerto. Le dio un ataque epiléptico. Todo se derrumbó.

¿Se sabe el origen del mal de Luis Felipe?
No. Tú sabes que existe mucha negligencia médica en este país. Felipe entró por un ataque epiléptico que se presentó por una encefalitis. Pero no tuvo que haber llegado a esta situación. Dentro de la UCI contrajo una bacteria, que le dio siete días de fiebre intensa, lo que destrozó su cerebro, quedo desmielinizado. La mielina, que está dentro de las cavidades cerebrales, ayuda al movimiento. Es decir, si lo comparas con una uva bonita y perfecta, su cerebro era como una pasa. Si no contraía esa bacteria, hubiese quedado solo con la epilepsia.

Qué forma más caprichosa de contraer una enfermedad.
Solicité que lo sacaran de UCI al cuarto día. Lo pasaron a una habitación regular. Su papá y yo comenzamos a bajarle la fiebre de forma manual: bañándolo, mojándolo, con agua tibia, con vinagre. Todo el día. Lo controlábamos cada cuatro minutos. No era una fiebre cualquiera, Felipe se contorneaba como si fuera Linda Blair en El exorcista. Yo me arrodillaba y pedía: “Señor, por favor, ten piedad de mi hijo”. Los médicos me pedían paciencia, que me prepare porque él no daba para más, que en cualquier momento le iba a dar un infarto.

¿Cuánto ha mejorado desde ese momento?
Es increíble. Felipe quedó ciego ocho meses. En el Mogrovejo, donde son especialistas, me dijeron “su hijo no va a volver a ver, porque el daño cerebral es muy grande”. En el hospital me dijeron que se iba a quedar vegetal. No veía, no hablaba, no comía.

¿Qué lo hizo salir adelante?
Él tiene una vitalidad, una fuerza de voluntad que nos la transmitió a nosotros. Cuando despertó del coma, dijo: “Tengo hambre”. Pidió que le prepare una sopa a la minuta. No quería comer la comida del hospital. Y le llevé la sopa (risas). Los médicos después me dijeron que Felipe fue la excepción a la regla. Aunque luego aseguraron que ya no iba a ir al colegio, pero ya acabó su secundaria el año pasado. Él cognitivamente está bien. Su problema es motor, no puede caminar solo y sus manitos no funcionan bien. Para un padre es muy doloroso porque ves cómo los años se te van.

A propósito de ello, usted cumplió 50 años el último lunes.
Mi sueño era irme al Cusco con toda mi familia y tomarnos la clásica fotografía en Machu Picchu. Ese era mi regalo de 50 años, pero antes de que pase todo esto. Y finalmente sí llegué a Cusco. Mis hijos durante todos estos años han juntado de sol en sol. Quince días antes me avisaron. Nos fuimos todos y nos hicimos la fotografía que tanto soñé. Eso le da valor agregado a la vida. Te enseña que puedes seguir soñando y creyendo a pesar de todo. Felipe tiene un pensamiento: “He aprendido a no mirar al pasado, a no preocuparme por el futuro sino vivir mi momento”. Y ahora quiere ser motivador, dar conferencias sobre lo que ha vivido. Pero cuando lo desahuciaron por tercera vez, fui a la capilla del hospital y le dije a Dios: “Es tuyo, te lo devuelvo, pero que ya no sufra más”.

Finalmente, ¿qué ha ganado?
La felicidad de tenerlo, de tener a alguien que me escucha, que me engríe, que siempre está dándome una palabra de aliento. “Mírame a mí, todo pasa”, así me dice.

¿Y ahora por qué es importante sumarnos a la Teletón?
Yo le llamo a la Clínica San Juan de Dios la casa de los milagros. He visto niños que han llegado doblados, con parálisis cerebral y hoy los veo dando pasos. Además, se están creando nuevos centros como el de Lima. Pero en Latinoamérica, Perú es uno de los países donde hay menos conciencia con respecto a las personas con habilidades diferentes.

Hay ignorancia e indolencia.
Sí. Recordemos lo que le dijeron a Carlos Alcántara: “‘Cachín’ piensa que todos los peruanos somos retrasados como su hijo. Por eso hace películas basura dignas de gente retrasada”.

La ciudad tampoco está lista para personas con habilidades diferentes.
Subí una vez al tren con Felipe. Nunca más lo hice. La gente se tiraba encima. Pero en San Juan de Dios me enterneció mucho una mamá joven de la selva. Ella vende libros de recetas naturales. Estaba triste porque no podía colaborar por un bebito que había muerto. Comenzó a vender sus libros. Vendió uno y vino con sus 10 soles y colaboró. Esos son los gestos que ayudan a continuar. Por eso apoyo la Teletón.

¿Qué le ha enseñado su hijo?
A ser fuerte, a creer que hay que seguir adelante. Es una bendición, me siento privilegiada de ser su madre y le doy gracias a Dios por todo lo que me ha tocado vivir.

AUTOFICHA: 

“Soy Luisa Belén Urrutia Soberón del Rosario. Quería ser médica. Ese fue mi sueño, pero no tuve el apoyo suficiente. Soy huérfana de padre y madre desde los 5 años. Me crio mi abuela con mucho sacrificio. Ella era enfermera; entonces, paraba metida en el hospital. Me encantaba todo eso”.

“Me puse a estudiar Marketing en IPAE y a la mitad de la carrera me enamoré, salí embarazada y saqué título de madre (risas), y creo que no lo he hecho mal. Después he trabajado en ventas. Pero con mi esposo nos preocupamos por estar siempre en casa para criar a nuestros hijos”.

“Nací en Barrios Altos. Acabo de cumplir 50 años y me pregunto ‘¿y ahora qué?’. Mi preocupación es Felipe y ayudarlo a que continúe con sus estudios y que cumpla sus sueños. Es un encargo muy grande que Dios nos ha hecho, y yo sola no hubiese podido. Mi familia es mi soporte, mi mundo, son lo más grande”.

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