Despierta cada mañana con la vocación intacta por servir, y eso le permite sonreír, sentirse optimista y hasta dejar de pensar que es un señor de 100 años. El Raúl Jerí Vásquez tiene claro que día a día se puede ser un poquito feliz. La felicidad no es un estado quieto, va y viene. Se viste despacio, saluda a su esposa, se toma un desayuno ligero y va al .

Con su bata blanca impecable y sus zapatillas azules se acomoda en su escritorio de madera. Cuenta anécdotas, analiza casos, escucha a los jóvenes médicos.

La tristeza se ha quedado estática en algún lugar. Dos de sus tres hijos murieron: insuficiencia respiratoria, en uno; cáncer de mama y metástasis. Le queda una hija.

No hay dolor más grande para un papá que ver morir a los hijos, no hay consuelo, solo algo parecido a la resignación puede permitir que la vida fluya.

La mujer de su vida lleva ocho años con muerte cerebral, en un cuarto cerquita al del doctor Raúl. Él la mira, y piensa que también allí el tiempo se detuvo. “No despierta”, dice.

Es neurólogo psiquiatra y una de las mentes más brillantes en este campo: “Yo encuentro gran satisfacción en la profesión médica. Venir al hospital y recibir pacientes es reconfortante, así como conversar y ayudar a los médicos residentes. Yo aprendo escuchando, uno no deja de aprender”, señala Jerí, egresado de la San Marcos. La depresión no es una guerra perdida en un país donde dos de cada diez personas tienen algún trastorno mental, desde la depresión hasta la psicosis. Jerí cree que con tratamiento psicológico y farmacéutico se puede evitar una muerte, aliviar el dolor, prevenir. Lástima que en el Perú, la salud mental no es una prioridad.

Ayudar a hombres y mujeres a batallar con estos trastornos y ver resultados positivos son su impulso para continuar.

Jerí es médico consultor honorario por resolución ministerial de 2006 y brinda atención ad honorem a los pacientes del área de neuropsiquiatría en el hospital considerado el más antiguo del Perú y de América, que fue creado en 1538 con el nombre de Nuestra Señora de la Concepción.

MAESTRO INOLVIDABLE

Con una impecable trayectoria, y estudios en Londres y EE.UU., Raúl Jerí fue miembro del Cuerpo Médico de la Policía por 25 años y fundador de la Asociación Psiquiátrica Peruana (APP), donde el año pasado recibió un homenaje. Es el único psiquiatra vivo del grupo de fundadores de la APP en 1954.

-Me siento aceptablemente. No he tenido deterioro en el estado mental, pero la edad produce cambios. Se vuelve uno más lento, los movimientos son más rígidos, y quizás parece que uno tuviera la enfermedad de Parkinson.

Disminuye la visión, la audición… Yo soy extremadamente anciano. Mi madre murió a los 87 años, se resbaló en la tina y se ahogó. Tengo dos hermanas, una de ellas de 97 y otra de 93, viven en Francia.

Sale a caminar a diario, es una rutina que no abandona. Extraña a veces el atletismo y la gimnasia que practicaba. Lee todos los días, noticias, libros y revistas médicas. Quiere estar actualizado siempre. Le encantaba correr, antes lo hacía de San Isidro a Chorrillos. Hoy, por la edad, camina despacio por las calles de Magdalena. Ocho nietos, 14 bisnietos, y una carrera brillante.

“No hay felicidad completa. Uno puede ser feliz cuando ayuda y se olvida de sí mismo para preocuparse de los otros, de los que nos necesitan. Me siento útil y gozo ayudando”, dice. Sus ojos grises se encuentran con los míos. El doctor Jerí presume que esta entrevistadora posiblemente es parte de la estadística de los tristes que él conoce bien. Me toma el brazo.

Marcos Ñavincopa Flores, jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas y Tropicales del hospital, elogia al médico: “Fui su alumno desde 1971, en el pregrado, en San Marcos”. Raúl se deja abrazar, acaso un abrazo no es el mejor reconocimiento para un maestro.

El médico más longevo del Perú desafía, cada día, el paso de los años.

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