Ernesto Cavassa, director de Fe y Alegría: “Hay que tener presente el bien común”

Perú21TV conversó con el director de Fe y Alegría en el Perú, Ernesto Cavassa, quien nos habla de la educación y también reflexiona en esta semana santa.
MARTES 12 DE ABRIL DEL 2022 FOTOS AL CURA ERNESTO CAVASSA DIRECTOR DE FE Y ALEGRIA FOTOS BRITANIE ARROYO DUEÑAZ

Es sacerdote jesuita y teólogo. Estudió en la Universidad Católica de Chile y en la Pontificia Universidad de Comillas en Madrid. Fue docente de teología, ética y ciudadanía en la . También ocupó la función de presidente de la Asociación de Universidades Jesuitas en América Latina y cofundador de la Asociación Internacional de Universidades Jesuitas.

A sus 70 años, habla con total entusiasmo sobre su labor en la , en la que es director desde hace más de dos años. Cuenta orgulloso que su institución es un gran ejemplo de resiliencia, y que ha generado oportunidades en los tiempos más difíciles que ha vivido el país; entre ellos, el horror y sufrimiento que dejó el terrorismo de . Época en la que asesinaban a los docentes que educaban a los niños de las zonas periféricas de la capital, y las amenazas eran el pan de cada día. Aun así, la asociación continuó con la consigna de llevar la educación a los que menos tienen. El trabajo no ha sido fácil: mantenerse hasta el día de hoy con más de 260 escuelas a nivel nacional es un gran reto. Acaban de cumplir 56 años de trayectoria en nuestro país y el padre Ernesto Cavassa, en esta Semana Santa, mira con optimismo los desafíos.

Ernesto Cavassa director de Fe y Alegría: "Los peruanos sabremos salir del entrampamiento"


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¿Cómo se inicia Fe y Alegría?

Comenzó para brindar servicios educativos públicos. Se inició en Venezuela con una alianza entre la Compañía de Jesús y el Estado de cada país. En el Perú el servicio inicial empezó con cinco colegios en San Juan de Miraflores, San Juan de Lurigancho y San Martín de Porres. Básicamente son colegios creados en la periferia en Lima. Fuimos creciendo poco a poco en los primeros años en Lima hasta que llegó el terrible terremoto en Huaraz de 1970. Todo quedó destruido, tratamos de llevar la escuela donde ya no había nada. Eso significó que Fe y Alegría se expandiera por Chimbote, Huaraz, y el Callejón de Huaylas. Luego vino una segunda etapa de crecimiento en el resto de las regiones del país. Comenzamos fuerte en el sector rural, a partir de la segunda década de los 90, en Cusco, pero rápidamente se abrió en Pucallpa, Iquitos y Piura. Son redes que abarcan escuelas semi-docentes, muchas de inicial primaria y secundaria. La tercera etapa de crecimiento consistió en hacer los institutos tecnológicos, que son 13 en total, seis redes rurales, con unas 160 escuelas, 77 instituciones educativas de educación básica regular, una escuela de educación básica alternativa; en total, unas 260 instituciones en 21 regiones del país.

¿Cómo sobrevivieron al terrorismo?

Siempre hemos intentado mantener en alto la propuesta educativa. A pesar de la situación terrible en la que estaban nuestras escuelas, muchas veces por los denominados ‘rojos’. En El Agustino, por ejemplo, donde viví cuatro años, había un colegio Fe y Alegría. El distrito era considerado un barrio ‘rojo’ porque era uno de los corredores de Sendero Luminoso. Nunca cerramos los colegios, nunca. Siempre pensamos que esa situación negativa iba a pasar y era muy importante que nuestros escolares se siguieran formando para la construcción de un país mejor sin violencia y con justicia.

¿Recibieron amenazas?

Sorteábamos las amenazas con organización. Los líderes de la educación popular eran los que recibían las amenazas. Yo trabajaba en ese entonces en una ONG en Jarpa, en la sierra central en Huancayo, y la idea era, a través de la capacitación campesina, sacar adelante a las comunidades. Los jesuitas fuimos amenazados varias veces, Sendero Luminoso entró a la comunidad, estuvo buscando a los jesuitas para matarlos, no nos encontraron en esa ocasión, pero sí mataron a gente de la comunidad. A pesar de todo, nosotros nos quedamos hasta la época del 92, año en que cae Abimael Guzmán y con él se desmorona toda la cúpula de Sendero Luminoso. Se pudo entonces comenzar a tener una presencia más fuerte en el Ande y es a partir de la caída de Abimael que Fe y Alegría comienza a pensar en las redes rurales. En 1994, teníamos una presencia sostenida.

¿Qué sueña para Fe y Alegría?

Poco a poco se van juntando otros aliados como la empresa. Ahora estamos renovando con un grupo empresarial con el que venimos trabajando desde hace 17 años, para la creación del programa Escuela Digital. Pretendemos reafirmar la infraestructura para la digitalidad. Y ese es un programa que queremos implementar a lo largo de diez años. Ese es el desafío clave; la digitalización de nuestras escuelas e instituciones educativas. El 45% de los niños, entre 5 y 12 años, ha tenido un acceso muy limitado, precisamente por falta de conectividad.

¿Qué lo motivó a ser sacerdote?

Este año cumplo 50 años de jesuita. Yo ingresé a la Compañía de Jesús el año 72, tenía 19 años. Me ordené 12 años después. ¿Por qué jesuita y por qué sacerdote? Pues tuve la suerte de estar en un colegio jesuita en la época de muchos cambios a nivel social y mundial. Mi experiencia desde secundaria fue la de abrir nuevas perspectivas. Y parte del proceso era tener vivencias sociales, primero en los barrios y luego en diversas regiones del país. Ver la realidad al interior me impactó mucho y me hizo sentir que debía dedicar mi vida a los más pobres, yo era un privilegiado.

¿Cuál debería ser el mensaje en esta Semana Santa?

Debemos mantener la esperanza, no solo porque la esperanza es lo último que se pierde, sino porque la esperanza es el gran motor para construir juntos el futuro. No son solo 4 días de vacaciones; desde el punto de vista de la fe, en medio del contexto actual, lo que deberíamos hacer es alimentar nuestra fe, porque es ella la que alimentará la esperanza.

La crisis política nos ha llevado a una incertidumbre permanente, hay desilusión.

Es verdad que estamos pasando tiempos convulsos, pero hemos pasado por momentos iguales o peores. Los peruanos sabemos buscar la fórmula necesaria para ver cómo salimos de estos entrampamientos. Y para eso hay que tener muy presente el bien común, que es algo que se está perdiendo en esta coyuntura.

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