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Las mujeres detrás de las Ollas
El platillo multicolor nos recuerda que la creatividad en la cocina es invaluable.
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Magda Marquina llegó hace 15 años a la Asociación de Viviendas Linajes de David, en Ancón. Las cinco familias iniciales que habitaban la zona hoy se han multiplicado y ya son más de 750 personas las que conforman el barrio asentado en el inicio del serpentín de Pasamayo. Magda es oriunda de Cajamarca y pese a la adversidad —carece de servicios básicos como agua potable y el centro de salud más cercano implica un largo viaje— desborda alegría y optimismo. Sin embargo, su sonrisa desaparece al recordar el inicio de la pandemia. “Yo siempre he trabajado en labores domésticas, sé que con esfuerzo todo se puede lograr. Pero con el COVID-19 las cosas cambiaron”. Las motos, único transporte en la zona, dejaron de pasar, los precios se triplicaron, la escasez empezaba a golpear con fuerza. Sentada sobre una piedra del cerro que había convertido en su hogar, la preocupación inundaba la mente de Magda.
Pasaron algunas semanas desde el inicio de las restricciones y frente a su vivienda fueron apareciendo grupos de entre 20 y 30 personas que caminaban con dirección al norte. Eran migrantes con niños hambrientos sobre sus hombros que intentaban regresar a su lugar de origen a pie. Para no ver aquella dolorosa realidad optó por encerrarse en su casa. Mientras tanto su hijo Adrián, de 12 años, entregaba botellas de agua con limón a los caminantes. Esa fue la lección de vida que la impulsó a fundar la olla común María Fe.
En mayo de 2020, junto a otras dos vecinas, inició la labor solidaria recolectando víveres. “La primera ayuda que recibimos llegó porque mi pequeño Adrián subió una foto nuestra en una red social. Una señorita nos contactó y con sus amigas de la universidad nos trajeron alimentos. Gracias a muchas personas logramos tener un plato de comida en nuestra mesa”, rememora la lideresa.
Cuando las cosas parecían estar mejorando, a inicios del 2022, ocurrió el derrame de petróleo y con ello los ingresos por ventas de comida en las playas se evaporaron. Fue entonces cuando aparecieron Alicorp y Juguete Pendiente. “Nos hablaron de un programa para aprender a salir adelante. Al principio tenía miedo. Yo era muy tímida, no sabía hablar. Ahora, míreme, no hay quien me pare”.
De todas las capacitaciones dictadas, la más reveladora para Magda ha sido la económica, específicamente la distribución de ingresos. “Saber que debemos llevar cuadernos de registro para gestionar nuestros gastos nos ha servido muchísimo. Yo aprendí a ahorrar gracias a Ollas que Desarrollan. Ahora sabemos que a diario debemos separar unos soles para la luz y gas. No porque un día tengamos más dinero vamos a gastarlo todo”, asegura.
Gracias a la disciplina que le ha dado el programa, la olla común María Fe ha logrado equiparse con sillas, mesas y algunos electrodomésticos vitales para el restaurante que funciona los fines de semana en el local de la olla y que ofrece papas rellenas, juanes, pachamanca, entre otros platillos.
Esos ingresos adicionales no solo contribuyen a ofrecer un mejor servicio, sino que las acercan a lograr sus propios sueños. El de Magda es crear su propia ONG y replicar la ayuda que ha recibido. “Este aprendizaje es lo más grande que uno se puede llevar. Si hubiese más instituciones como Alicorp y Juguete Pendiente el Perú sería distinto”.
Desafiando a la adversidad
Sonia Ticcsi se levanta a las 5 de la mañana para encender los fogones en la Asociación Casa Huerta Campiña, en Lurigancho, Chosica. La premura tiene docenas de razones. La olla común Nueva Esperanza, organización que lidera, alimenta alrededor de 80 personas que llegan a recoger sus raciones desde las 11:30 de la mañana. Otras dos mujeres, tan comprometidas como ella, pican cebollas, muelen ajos y preparan los condimentos para empezar a cocinar. Durante nuestra visita, el menú del día constó de sopa de menudencias y chanfainita. El alto porcentaje de niños con anemia de la zona hace que se prioricen preparaciones con ingredientes con alto contenido de hierro y proteínas como la sangrecita, el bofe o el hígado, aprendido durante las capacitaciones promovidas por Alicorp.
La historia de esta olla inicia en 2021 cuando la necesidad hizo que Sonia se uniera a otras madres para darles, al menos, una comida diaria a sus hijos. No importó que desde hace años ella padeciera una enfermedad oncológica ni que como parte de su prescripción médica deba evitar esfuerzos físicos. “Tengo una afección a la tiroides y tres operaciones, pero sé que mi familia y mis vecinos me necesitan. Muchos se van a trabajar y sus niños se quedan en casa sin comer. Viendo todo esto ¿cómo no voy a seguir trabajando en esta ollita?”.
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El contacto con Alicorp ocurrió a mediados de 2022. Las charlas y talleres fueron determinantes, pues calaron hondo en Sonia y en el grupo de mujeres que la secundan. La semilla floreció. El empoderamiento y la autoconfianza, inculcados en las jornadas de capacitación, generaron un contagio virtuoso hacia las familias de las participantes. Ahora educo mejor a mis hijos. Principalmente, a mis hijas, a quienes les digo que las mujeres tenemos mucho valor. Todos han entendido que la educación es primordial, tres de mis seis hijos son becados. Yo, por mi parte, no falto a ninguna capacitación de Ollas que Desarrollan”.
También se dieron cuenta de que podían generar sus propios ingresos. El proyecto de negocio en el que trabajan está enfocado en comida rápida. Ya cuentan con un carrito sanguchero, entregado por Alicorp y los aliados del programa, en el que preparan pollo broaster.
Tener un local propio es una idea que está camino a concretarse. “Yo siempre animo a mis vecinas y amigas a seguir trabajando. Porque si en año y medio hemos pasado de tener nada a tener un negocito, en uno o dos años más podremos lograr mejores cosas”.
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