(Atoq Ramon)
(Atoq Ramon)

Redacción PERÚ21

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El ex esposo de Elena era violento, bebía mucho y siempre que llegaba ebrio a su casa sacaba su arma, rompía las cosas y la golpeaba; pero el día que ella le reclamó por haberla engañado se convirtió en un energúmeno.

"Sabía que lo que más me dolía era que toque a mis hijos, por eso les pegaba. Quería lastimarme y yo siempre al final lo perdonaba porque en el fondo tenía miedo de que me los quite", recuerda Elena.

Aunque rechazaba el divorcio, tenía la autoestima muy baja y tenía miedo de volver a empezar, un día Elena ya no aguantó más. "Ese día la violencia contra mí y contra mis hijos fue tan grande que tuve terror y hui sin zapatos y sin plata a la casa de mi mamá. Cuando al día siguiente mis hijos fueron a la casa a sacar ropa encontraron a su padre con otra mujer y el golpe fue tan grande que yo me di cuenta de que no podía hacer más el papel de tonta y permitir que mis hijos vieran otra escena como esa, así que ese día puse punto final", señaló.

Sin embargo, la violencia no cesó. Elena tuvo que pasar por un proceso judicial largo, difícil y maltratador, con peleas, enfrentamientos, amenazas y discriminación, y sin medidas de protección. Pese a todo siguió adelante hasta que su ex pareja se rindió y llegaron a una conciliación.

Hoy ya divorciada, con el proceso a su favor, Elena se acaba de titular como abogada. "Mi madre siempre me dijo 'no pares de luchar' y eso quedó grabado en mí. Pese a los problemas, logré reinventarme y no dejé que la violencia truncara mi vida", añadió.