ZONA ROJA. El Trocadero abrió sus puertas en 1966, es uno de los prostíbulos más grandes del país.
ZONA ROJA. El Trocadero abrió sus puertas en 1966, es uno de los prostíbulos más grandes del país.

Allí, parado en la habitación N° 10 del segundo piso del Trocadero —el prostíbulo activo más antiguo del Callao—, al lado de una trabajadora sexual venezolana, Jonathan Mario de la Villa Rosas, de 27 años —bachiller en Economía por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), vecino de un condominio de Pueblo Libre—, tomó una decisión que lo haría cambiar las lujosas oficinas de las entidades financieras en las que laboró por una fría celda del penal Sarita Colonia.

La noche del miércoles 2 de agosto, en una reacción inexplicable, que ni los mismos policías que lo detuvieron entendían, bajo las luces rojas del burdel y junto a un gastado colchón que es empleado para las faenas sexuales, Jonathan cogió su llavero, activó la navaja que estaba incorporaba a este objeto y apuñaló a la meretriz Y.A.F.M., de 23 años, en el pecho.

—Pero ¿por qué la navaja? A lo mucho, un golpe o un empujón. Pero ¿agredirla con una navaja?— le preguntó el agente a Jonathan.

—Porque me dijo que había un señor con un arma de fuego afuera. Y vi que había un arma de fuego de verdad— respondió.

—¿Tú no tienes antecedentes ni denuncias?

—No. Es simplemente que nunca he estado en esa situación y me sentí amenazado. Sé que mi conducta no fue la más apropiada. Ahorita pensándolo y reflexionando con usted, me doy cuenta.

Tras el ataque, la joven gritó. De inmediato, fue auxiliada por sus compañeras, que la llevaron al hospital Daniel Alcides Carrión. Allí le detectaron un corte profundo en la mano derecha y otros más leves en el pecho, cerca del cuello. A petición propia, fue dada de alta la madrugada del jueves 3 de agosto, según confirmaron a Perú21 fuentes de dicho nosocomio.

Mientras esto ocurría, uno de los agentes de seguridad del Trocadero, vestido con casaca y pantalón de buzo anaranjados, redujo a Jonathan cuando trataba de huir del lugar. Él fue llevado hasta la entrada del lupanar. Hasta allí llegó un patrullero que lo condujo hasta la comisaría de Ramón Castilla, rodeado de personas que buscaban agredirlo. Tenía, en su camisa —de color celeste con blanco, como figura en el parte policial— manchas de sangre.

AMENAZADO CON ARMA

Sentado en una silla, frente a un policía, Jonathan narró su versión del hecho. Dijo que llegó al establecimiento e hizo uso de un servicio. “Todo bien. Todo estuvo correcto... (De ahí) me fui. Pasaron unos diez minutos, me di una vuelta más y me metí a otro servicio”, narró. Aseguró que ingresó al cuarto donde se encontraba la venezolana Y.A.F.M. “Le di 50 soles a la chica. Esa chica era venezolana. No me acuerdo su nombre ahorita. Y la chica negó que le había pagado”, reveló.

Acotó que la extranjera insistió en su argumento. “Me dijo que ‘si tú quieres el servicio o quieres salir de acá, tienes que pagarme... Porque hay un pata que tiene pistola, que está afuera de la habitación’. No le creí hasta que me asomé y había un chico, un señor, con chaleco naranja, afuera, con un arma de fuego”, declaró.

El economista manifestó que fue agredido con la cacha del arma, que quiso salir y que la meretriz no se lo permitía, que le entregó todas sus cosas y que forcejeó con ella y que en este forcejeo cogió su llavero, activó su navaja y la agredió. Lo demás es historia conocida.

Otra es la explicación que dio la víctima a la PNP, a la Fiscalía y al Poder Judicial del Callao. Ella afirmó que, cuando se dio vuelta para buscar el preservativo, el imputado sacó un cuchillo, la insultó y le realizó gestos obscenos. Refirió que, tras esto, trató de defenderse y sintió el filo del cuchillo en su mano y cerca del cuello. Acto seguido, el atacante se habría reído y habría afirmado que la víctima se parecía a su sobrina.

En audiencia realizada el lunes 7 de agosto, el Segundo Juzgado de Investigación Preparatoria Especializado en Violencia contra la Mujer e Integrantes del Grupo Familiar del Callao, a cargo del magistrado Alejandro Pauca Mamani, dictó nueve meses de prisión preventiva a Jonathan Mario de la Villa Rosas, los que se cumplirán el 1 de mayo de 2024. El miércoles 9 de agosto, fue recluido en el penal Sarita Colonia.

SORPRENDIDOS

Jonathan Mario de la Villa Rosas inició sus estudios en la en marzo de 2015 y obtuvo el grado de bachiller en Economía en marzo de 2021. Uno de sus compañeros lo calificó como una persona tranquila, sociable y que no era nada tímida. Afirmó que tiene facilidad de palabra y que siempre se mostraba muy seguro de sí mismo. Comentó que a todos los que lo conocen la noticia los tomó por sorpresa.

Risueño, tranquilo y muy “buena onda” son otros de los calificativos que recibió. Refirió que jamás se le conoció una actitud violenta ni una reacción desmedida. “Si hubiera tenido alguna actitud fuera de lugar en la universidad, nos habríamos enterado”, declaró a Perú21. Aunque no quiso ahondar en el tema, destacó que siempre fue muy atento con sus amigas. “Todo está muy fresco. Ha causado consternación”, aseveró. Este diario buscó la versión de la familia y del abogado del joven economista para esta nota. Al cierre de esta edición, no obtuvimos respuesta.

DE HUATICA AL TROCADERO

A pocos metros del óvalo Centenario, en la avenida Argentina, en el Callao, abrió sus puertas, en 1966, el Trocadero, uno de los prostíbulos más grandes del país. Inicialmente estaba conformado por tres locales: El Trocadero, La Salvaje y El Botecito. Solo el primero y el último se mantienen activos hasta la fecha, tal como lo sostienen el arquitecto Roberto Prieto y la socióloga Sharon Gorenstein en diversas investigaciones. El propietario de este local fue el controvertido Manuel Novella Trabanco, quien también creó el famoso 5 ½, en Ate, que, además de hostal, también fungía de prostíbulo.

Su construcción se da tras el cierre, a fines de la década de los 50 del siglo pasado, del barrio rojo instalado, desde el inicio de la década de los 20, en las siete primeras cuadras del jirón Huatica, en La Victoria, hoy jirón Renovación. Es a esta zona a la que han acudido y han hecho referencia en sus novelas diferentes personajes de la literatura peruana, el más célebre de ellos es nuestro premio Nobel, Mario Vargas Llosa, quien lo menciona directa o indirectamente en La ciudad y los perros y El pez en el agua. Fue conocida, asimismo, por la gran cantidad de meretrices extranjeras que albergaba, entre ellas muchas europeas.

Tras el cierre de Huatica, se habilitó La Floral, en las últimas cuadras de la avenida México, en La Victoria. Por aquellas épocas, los prostíbulos se habilitaban en zonas que se encontraran lo más alejadas posible del centro neurálgico del país, que era el centro. La Floral también fue cerrada, dando pase al Trocadero del Callao. En la década de los 80, tanto el Trocadero —y sus tres locales— como el 5 ½ comenzaron a atravesar una crisis.

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