Icónica. Audrey Hepburn estableció un nuevo paradigma en la relación entre mujeres y joyas al interpretar a Holly Golightly en “Desayuno en Tiffany”.
Icónica. Audrey Hepburn estableció un nuevo paradigma en la relación entre mujeres y joyas al interpretar a Holly Golightly en “Desayuno en Tiffany”.

Mucho más que un símbolo de unión, el anillo de compromiso encierra un pacto sin principio ni fin. Esta promesa de amor en la pareja es tan antigua como deseada. La ruta histórica del origen de la tradición nos lleva al antiguo Egipto, donde los anillos se habrían utilizado por primera vez para demostrar vínculos duraderos y de confianza plena. De allí su uso se extendió a Roma, ciudad en la que se difundió la creencia de que una vena conectaba el dedo anular de la mano izquierda con el corazón. Aunque hoy se sabe que la llamada vena amoris o vena del amor no existe, en muchos países como Perú se continúa con la romántica costumbre de comprometerse en matrimonio con una sortija muy especial.

El amor como bien

Para el romano, la propuesta matrimonial era una decisión muy seria. El anillo no solamente representaba la elección de su futura esposa, sino que con él entregaba, además de su corazón, sus bienes. Por esta razón, la prenda tenía forma de llave y utilizaba materiales resistentes como el hierro y el bronce. Tras el casamiento, la cónyuge tenía derecho a disponer de la mitad de la fortuna del marido.

Fue a partir del siglo III que las alianzas empezaron a fabricarse en plata u oro y ya no eran entregadas al padre, sino a la propia novia. Tiempo después, los judíos empezaron a utilizar los anillos de compromiso en las ceremonias nupciales, pero eran demasiado grandes para ser usados; por ello, quedaban en poder de las sinagogas. Entre los cristianos su uso recién fue aceptado por el clero en el siglo XIII. Hasta entonces, los anillos eran rechazados por considerar su entrega como una práctica materialista.

Aparecen los diamantes

Casi al final de la Edad Media, el diamante se incorporó como parte de los anillos de compromiso. Esta preciosa piedra se suma a la tradición en 1477, con la joya que lució María de Borgoña, prometida de Maximiliano de Austria. A los 19 años, la joven hija de Carlos el ‘Temerario’ y nieta de Felipe el ‘Bueno’, conocida como María, la ‘Rica’, se convirtió en la mujer más deseada de Europa. Tras la muerte de su padre, heredó el Imperio Borgoñón, pero, tras la invasión de Francia, decide pactar matrimonio con el príncipe de Austria. Maximiliano fue el primero en obsequiar un anillo de compromiso con diamantes. Rápidamente, el gesto fue imitado por la nobleza de la época.

Hacia la segunda mitad del siglo XIX, con el descubrimiento de varias minas de diamantes en África, las novias de clase media también pudieron acceder a la brillante costumbre de lucir estas piedras en sus manos. Desde su etimología, la palabra ‘diamante’, que proviene del griego ‘adamas’ y significa ‘invencible’, comparte la característica más importante del amor verdadero: es indestructible. Su durabilidad es la fortaleza que une ambos conceptos. Con el correr de los años este simbólico lazo se ha hecho cada vez más estrecho. Tanto que en 1947 se creó uno de los eslóganes más famosos de todos los tiempos. “A diamond is forever” o “un diamante es para siempre” resumió en una frase lo que significa esta gema. De paso, la publicidad hizo que las ventas de los anillos de compromiso con diamantes se dispararan.

Desayuno en Tiffanys

En 1961, la película Desayuno en Tiffany’s, basada en la novela de Truman Capote, marcó otro de los grandes hitos para los diamantes y el amor. La protagonista, Holly Golightly, es interpretada por la mítica Audrey Hepburn y tiene por costumbre desayunar frente a la joyería de la Quinta Avenida en Nueva York para deleitarse con las maravillosas alhajas que exhibe. Precisamente, en uno de los carteles publicitarios, Hepburn lució un icónico collar de diamantes con una de las piedras amarillas más grandes del mundo. El famoso Tiffany Diamond, de valor incalculable, tiene 141 años de antigüedad y pesa 128,54 quilates. Solo otras dos mujeres lo han podido usar: Beyonce y Lady Gaga.

Con estos antecedentes no sorprende que cientos de miles de enamorados sueñen con hacer de la clásica pedida de mano un momento inolvidable.

Un paraíso en la Riviera Maya

El premio de Costamar llevará a los enamorados al Paradisus by Meliá del Caribe mexicano.

El hotel Paradisus en la Riviera Maya hace justo honor a su nombre.
El hotel Paradisus en la Riviera Maya hace justo honor a su nombre.

Rodeado de hermosos manglares, el complejo de lujo de La Perla, hotel todo incluido, está a solo unos pasos de las playas de arena blanca más idílicas del Carmen. Los sabores de todo el mundo están presentes en los restaurantes de este hotel, mientras que el YHI Spa ofrece sus circuitos de hidroterapia. Este alojamiento de lujo solo para adultos ha sido reconocido como Hotel Recomendado en los premios Star Awards 2022 por Forbes Travel Guide. Rodeada de cenotes con aguas cristalinas y ruinas mágicas mayas, Playa del Carmen es el escenario ideal para vacacionar, o confirmar un enamoramiento tal como en este caso, en México. Solo pensar en la suave brisa marina y el sonido de las olas golpeando la orilla debería inspirar las más espectaculares declaraciones de amor para “¡Sí, quiero!”.

El jurado de ´¡Sí, quiero!´

Cinco personalidades en busca de la mejor declaración de amor. Originalidad, creatividad y sinceridad son las tres principales consideraciones que aplicarán los jurados al momento de elegir un ganador.

Astrid Gutsche, chef y directora de Astrid & Gastón.
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María José Osorio, autora y cineasta creadora de la saga Soltera codiciada.
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El jefe del Área de bodas de Costamar Travel, Gerber Chura.
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El destacado artista plástico y escritor Eduardo Tokeshi.
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Representando a Perú21, Mijail Palacios, editor de Cultura.
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