El técnico Pacherres ha participado en las últimas 18 paradas militares. Este año el evento ha sido cancelado.
El técnico Pacherres ha participado en las últimas 18 paradas militares. Este año el evento ha sido cancelado.

César Pacherres Viera confiaba en que los síntomas que tenía eran de un resfriado común. Buscó no alarmarse, sobre todo no alarmar a su esposa ni a ninguna de sus hijas. “Pronto pasará”, se repetía a sí mismo, aquella tarde de abril.

El técnico tercero de la Marina de Guerra cumplía su segundo relevo quincenal en el estado de emergencia ordenado en el país por la pandemia. La cuarentena ingresaba a su segundo mes y gran parte de efectivos habían sido encargados al patrullaje. A César, de 47 años, le tocó prestar vigilancia dentro de la Base Naval.

Pero el técnico no mejoró, fue aislado y sometido a pruebas de descarte. El resultado fue lo que más temía: positivo por COVID-19. Ni su buen ánimo ni sus estrictas precauciones lo pudieron mantener alejado del virus.

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Todo empeoró el 24 de abril. César recuerda que aquella mañana la fiebre lo hizo sudar a chorros. Sus pulmones parecían ir en carrera a estallar, mientras que el oxígeno ingresaba a duras penas por sus fosas nasales. Fue ingresado de emergencia al Hospital Centro Médico Naval, dando inició a una lucha que alternó más momentos tristes que felices.

Durante 68 días, entre abril, mayo y junio, don César pasó por distintas salas, incluido unas semanas en Cuidados Intensivos. En este tiempo llegó a perder 24 kilos, además de parte de la movilidad de sus piernas. En su casa, doña Rosa Izurraga pedía a Dios a cada instante por la salud de su esposo. Andrea, Camila y María Esperanza, las tres hijas, solo querían volver a ver a su papá.

A la izquierda, el técnico Pacherres, miembro de la Banda Sinfónica de la Marina de Guerra del Perú.
A la izquierda, el técnico Pacherres, miembro de la Banda Sinfónica de la Marina de Guerra del Perú.


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Entre las tantas cosas que se guardaban en su casa del Rímac, César mantuvo desde muy pequeño una admiración por el uniforme blanco de la Marina y la trompeta de su padre.

Agustín Pacherres, un músico asimilado a la Marina de Guerra, solía ser el alma de las fiestas, no solo de las familiares sino cualquiera a la que fuese invitado. Asiduo integrante de afamadas orquestas, sembró en su hijo el gusto por la música, aunque no lo sabría hasta que el joven César, ya con 16 años, un día se le puso al frente para decirle que quería aprender a tocar la trompeta. Entusiasmado por la buena nueva, don Agustín contrató a un profesor particular para que le enseñe todo sobre el oficio.

César comenzaría una prominente carrera como músico. Pronto acompañaría a su padre en las presentaciones, mientras su fama como hábil trompetista crecía a paso rápido. “Fueron años frenéticos, Me pasaba las noches de evento en evento”, recuerda.

Pero el 2001 ocurriría el nudo de esta historia. Tal como lo había hecho su padre décadas atrás, César lograría asimilarse a la Marina. También como músico y con la trompeta. Sobre el examen, recuerda que en la fase final le pusieron al frente una partitura al azar. Nervioso, César comenzó a soplar las notas sin saber que la melodía era en realidad el himno nacional de Argentina. Su desempeño fue sobresaliente.

Han pasado más de dieciocho años desde que César ingresó a la Marina. Luego de haber transitado por distintas agrupaciones, desde el 2014 forma parte de la Banda Sinfónica de la Marina, la más importante agrupación musical de la institución. Han pasado también desde entonces 18 paradas militares. A todas ellas César ha asistido de forma ininterrumpida, siempre con su trompeta en mano.

Para cualquier marino hay dos fechas especiales en el calendario: Fiestas Patrias y el ocho de octubre. El primero por todo lo que conlleva servir al país y el segundo porque se trata del Día de la Marina, una jornada para recordar la gesta de Miguel Grau en el Combate de Angamos. Es por ello –cuenta César– que la preparación para el desfile patrio conlleva más de tres meses de ensayo.

En mayo les llega la convocatoria para reunirse en las instalaciones del CITEM una vez por semana. Más de 120 músicos de distintas agrupamientos navales hacen su llegada para coordinar y corregir alineaciones, posición de las espaldas, el volumen, el ritmo y los tiempos. Días antes recorren las inmediaciones de la avenida Brasil –escenario usual de la Parada Militar– para hacer el respectivo conocimiento de campo. Nada puede fallar.

Y todo este proceso, recalca César, se hace con total orgullo. “Es muy difícil de expresar lo que se siente al marchar. Es nuestra forma de darle un regalo al país. Cuando menos lo piensas ya estás pasando por el estrado oficial”, menciona.

Este año la Gran Parada Militar ha sido cancelada a causa de la pandemia. Por primera vez en una década, el mayor desfile de las fuerzas militares no se llevará a cabo. Aún se desconoce si, como ocurrió en 2009, cuando la gripe A H1N1 amenazó el país, el evento se realizará en otro momento.

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El técnico Pacherres ha participado de los últimos 18 Desfiles Militares.
El técnico Pacherres ha participado de los últimos 18 Desfiles Militares.



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A don César le dieron de alta el pasado 1 de julio. Su recuperación viene siendo lenta, cada día viene recobrando el peso perdido y aún lucha por alcanzar la movilidad total de sus piernas. Una de las principales recomendaciones de los médicos fue que por lo menos —en un corto plazo— se olvide de volver a tocar una trompeta. La advertencia se funda sobre la base de diversos estudios médicos que concluyen que el coronavirus provoca la disminución entre 20% y 30 % de la función pulmonar. Desde entonces César no ha vuelto a tocarla y recuerda con nostalgia la última vez que lo hizo. Se trató de una presentación con la Banda Sinfónica a inicios de marzo, en el Parque de la Reserva.

— ¿Crees que te vas a recuperar? —le pregunto.

—Sí, yo voy a retomarlo de todas maneras. Mi cuerpo ha quedado maltratado y ahora no lo puedo hacer, pero igual voy a reincorporarme pronto. ¿Sabes? En la Marina tenemos una frase que me gusta repetirla: “en este buque nadie se rinde”. —responde, con convicción.

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