Ubicándose ante la crisis

Con la crisis extrema en el Poder Judicial y en el CNM, caen por su propio peso preguntas como cuáles son las salidas políticas. Las propuestas van desde “que se vayan todos” hasta “dejemos que las instituciones solas, autónomamente, resuelvan sus problemas”.

El “que se vayan todos” está instalado en amplios sectores hastiados de que los políticos fallen y de que jueces como los denunciados traicionen la confianza depositada en ellos y se deslicen hacia actos de corrupción. La expresión práctica de este humor sería llamar ya a elecciones generales o parlamentarias. La realidad es que esta opción tiene las mayores dificultades para imponerse, porque requiere el (hoy por hoy) imposible consenso de las fuerzas políticas o la disolución del Congreso por el presidente de la República como consecuencia de dos censuras de un gabinete.

La propuesta de convocar a una Constituyente se ha abierto cierto paso en los últimos días, de modo que estaría comenzando a dejar de ser consigna solo de un sector de la izquierda. Sin embargo, el objetivo también es remoto. Basta revisar las últimas experiencias latinoamericanas –incluida la de Fujimori en 1992– para saber que se requiere una fuerza política mayoritaria y hegemónica que (hoy por hoy) no existe.

Hay otras propuestas menos maximalistas: que salga todo el CNM, incluidos los accesitarios; que renuncien los magistrados supremos; que los parlamentarios denunciados por entrometerse en fueros que no les competen sean sancionados; que la investigación sobre narcotráfico que dio lugar a los destapes llegue hasta el final. Por último están los minimalistas, que quieren que poco o nada se mueva, para quienes bastaría con que el Congreso apruebe que el Poder Judicial se autorreforme y otras minimedidas por el estilo.

Mientras tanto, hay un asunto de no poca monta que corre de manera paralela y que se está manteniendo fuera de la agenda: ¿repite el fujimorismo en la presidencia de la Mesa Directiva del Congreso o se organiza una coalición alternativa?