Salvo la memoria, todo es ilusión

Nos criticamos de ser una sociedad sin memoria, que repite errores, pese a tener pueblos andinos, amazónicos y afroperuanos que han logrado preservar su identidad. Deberíamos aprovechar esta vasta tradición para empezar a construir nuestra memoria colectiva y forjar una comunidad donde por fin nos imaginemos como iguales. El problema es que quienes controlan la historia oficial no quieren reconocer al otro como par. Esta semana ha quedado en evidencia, una vez más, que somos un país racista.

El espiral de la violencia escaló por el desprecio a nuestra propia gente. Y volverá a escalar si no solucionamos eso. ¿Por qué Tarata sí y Ayacucho no? La memoria es lo que la gente experimenta. Nadie tiene derecho de decirle al otro cómo recordar sus propios traumas. Lo indígena sigue siendo marginal, ajeno.

Nos negamos a reconocer que fue fácil para el Estado matar sospechosos de terrorismo en una pollada, sabiendo que algo así jamás hubiera pasado en una fiesta del Regatas. La dolorosa etapa del terrorismo es una oportunidad para construir nación, sobre las diferencias, y reconciliarnos. Arte y cultura material e inmaterial son una extraordinaria herramienta para construir país, preservar, procesar y difundir lo que pasó.

Llamamos artesanos a nuestros artistas. ¿Cuándo los llamaremos empresarios? Arte y cultura son gran potencial de desarrollo económico.

Nuestras industrias culturales representan el 2.7% del PBI y, con una política bien manejada, podrían crecer exponencialmente en corto plazo. Pero, ¿por qué todo tiene que ser con numeritos para que se entienda? Hay cosas que son tan obvias y necesarias para un país e institucionalidad pública, que me parece absurdo que deba reducirse a una discusión económica. Dejemos de ser ajenos a nosotros mismos.