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[OPINIÓN] César Luna Victoria: “Un brindis por Navidad”

“No importa qué tan malos sean los tiempos ni qué tanto nos abruma la desgracia; hemos salido adelante con nuestras propias fuerzas”.

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La Navidad tiene sus cascarrabias y sus cascanueces. Entre los cascarrabias están el doctor Scrooge de los cuentos de Dickens y el duende Grinch de los relatos de Seuss. Gruñones, egoístas y miserables representan a los que quieren amargar la Navidad, pero, al final, se convierten gracias a la amistad y al amor. Lo de cascanueces es por los muñecos de madera, usualmente militares y príncipes. Tienen una palanca en la espalda que les hace abrir y cerrar la boca, que es como rompen las nueces. Se hizo costumbre regalarlos en Navidad desde el siglo XVIII porque en la tradición alemana protegían las casas y daban seguridad a los niños. El ballet de Tchaikovsky los hizo más famosos. Sin embargo, cautivados por la danza y la música, no reparamos en que el guion es una guerra cruel entre ratones y cascanueces. En la escena final, Clara, la niña que entresueña la historia, ayuda al cascanuez príncipe a asesinar al rey de los ratones. Siempre hay un final feliz en las historias de Navidad. Pero esa felicidad no llega sola; es la alegría de quien ha superado una desgracia. Por eso, según los nuevos evangelios, en los nacimientos se pone a Eva, la primera mujer, la primera madre y la pecadora original. Eva llega al pesebre con algo escondido para Jesusito. María cree que es un regalo. Se acerca y ve que el niño, dormido, tiene entre sus dedos la manzana mordida (La Visitadora de Murciano). En la esencia de la tradición cristiana, la Navidad no es la celebración del nacimiento, sino la de la esperanza, porque Jesús vino para librarnos del pecado, esa desgracia por comer la fruta prohibida.
Nosotros también tenemos tradiciones de esperanza. Son las marchas, no las que aglutinan gentes contra algo, sino las que convocan para concretar ilusiones. Como la del paro nacional de julio de 1977. Al inicio fueron protestas sindicales contra el primer ajuste por inflación. Más de cinco mil dirigentes fueron despedidos y eso permitió a la izquierda crear plataformas que conducirían a la Constitución de 1979, a la caída de la dictadura militar y a recuperar la democracia en 1980. En el camino, la derecha le gana liderazgo: el APRA gana las elecciones para la Constituyente y Acción Popular la presidencia. Otra fue la que lideró Mario Vargas Llosa contra la estatización de la banca en agosto de 1987. Esta vez fueron las clases medias las que salieron a la calle. Al principio fue con mi plata no te metas, pero luego evolucionó a un programa de gobierno: reducir el Estado y liberar la economía. La plataforma tendría éxito, pero liderada por Alberto Fujimori en 1990. Otra fue la marcha por la paz en noviembre de 1989. Para el mismo día en que Sendero había decretado paro armado, de esos en que paras o te mato, Henry Pease convocó a todos, incluidos el APRA que gobernaba y Mario Vargas Llosa que lideraba encuestas. Hacía un mes la Iglesia católica venía marchando a la cabeza de gremios distritales, contra los asesinatos de sus dirigentes, bajo el lema “No matarás ni con hambre ni con balas”. El miedo había acabado. Sendero sería derrotado en 1992, al mismo tiempo que el hambre menguaba por la recuperación económica. Otra tradición es la de los comedores populares, que aliviaron pobreza durante la hiperinflación de los ochenta. No les fue fácil; Sendero amenazaba y le mataba dirigentes. También aliviaron la pobreza que revivió por el cierre de la economía durante el COVID y tampoco les fue fácil; el gobierno los reprimía por violar las normas que obligaban el aislamiento. La solidaridad prevaleció. Cosas como esas devuelven la esperanza. No importa qué tan malos sean los tiempos ni qué tanto nos abruma la desgracia. Hemos salido adelante con nuestras propias fuerzas. Así tendrá que ser ahora. Para mantener viva esa esperanza, que los regalos sean amaneceres, gritos de libertad, la tarde sobre mi madre, el tiempo en que estoy queriendo y la paz de un niño durmiendo (el Vendedor de Mocedades), y que vengan con abrazo, que es la manera de tener nuestros corazones latiendo juntos. Feliz Navidad.
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