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[OPINIÓN] César Luna Victoria: “Buscando huevos”

“La izquierda ganó su batalla ética y metió en prisión a Fujimori, a Montesinos y a Hermoza. Pero se quedó allí, pegada como oposición, capturando la Fiscalía para humillar adversarios antes de tener el coraje para promover consensos políticos”.

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Hace miles de años, cuando no había dioses verdaderos, ni religiones, ni liturgias; cuando los dioses vivían entre nosotros como montañas, ríos y mares; cuando eran más generosos porque desde sus adentros nos regalaban frutos y peces;  en esos tiempos tempranos descubrimos que, después del frío y del hambre del invierno, venía la primavera. Las primeras fiestas fueron por volver a tener calor y qué comer y las llamamos pascua. Luego vendrían las liberaciones del pueblo judío, el bíblico saliendo de Egipto y el histórico saliendo de Babilonia, y hubo fiestas que también llamaron pascua y las hicieron coincidir con la fiesta antigua. Luego vinimos los cristianos y nos crucificaron a Jesús en medio de la pascua. Así que, al tercer día de la última cena, cuando empezamos a dar credo de que había resucitado, también lo llamamos pascua, que significa ir de lo peor a lo mejor; por eso se celebra entre invierno y primavera. Pero eso es allá en el norte, donde la historia se escribe. Aquí, en el sur, al repetirla, la celebramos entre el verano y el otoño. Así sea.
Nos falta una pascua peruana. Quedan hermosas tierras, ríos, quebradas, así es mi Perú, locaciones maravillosas para postales de un instante. Pero la vida transcurre entre valles de lágrimas. Nuestra pascua pudo ser el cambio de milenio: salíamos del hambre de la hiperinflación y de la muerte del terrorismo, y entrábamos al mayor crecimiento económico de nuestra historia y al período más largo de democracia. Parecía que se cumplía la promesa republicana: la pobreza disminuía, el empleo crecía, el consumo se desbordaba y la regionalización permitiría que todas las gentes decidieran sobre su futuro. Pudo ser, pero llegamos sin estructuras y sin profesionales para gobernar. Los partidos venían debilitados por la cantaleta de que no servían para nada. Fue la excusa perfecta para los últimos golpes de Estado (Velasco 1968, Fujimori 1992). Pero quien de verdad los mató fue Montesinos (2000). Hasta entonces, la coima era un medio criminal de los lobbies para imponer intereses particulares, pero él la llevó a nivel más ruin, compró conciencias, la convirtió en la finalidad misma de la política. Luego, los improvisados llegarían para venderse para lo que fuese al mejor postor. En la segunda temporada la economía también se envilece, del emprendedor informal pasamos a la banda criminal metida en casi todo, dejamos de crecer y nos empobrecemos más.
Las pascuas tuvieron algo de divino: después del invierno venía la primavera sin duda alguna, solo había que esperar; estaba escrito que un ángel vengador atacaría con plagas para forzar la libertad del pueblo judío o que Jesús resucitaría, solo había que tener fe. Nada parecido nos ocurrirá, esperar y tener fe no servirán. Hay que trabajar, pero perdemos oportunidades. La derecha tuvo los votos para corregir la regionalización, el dinero para crear políticas públicas estables y pudo ajustar la Constitución como habría sido necesario, pero se entretuvo en pleitos internos. La izquierda ganó su batalla ética y metió en prisión a Fujimori, a Montesinos y a Hermoza. Pero se quedó allí, pegada como oposición, capturando la Fiscalía para humillar adversarios antes de tener el coraje para promover consensos políticos.
Pero es en los tiempos más oscuros en que regresa la esperanza. Se anuncia una crisis alimentaria y las organizaciones montan sus comedores populares; hay desempleo, pero los pobres no andan limosneando subsidios, chambean como pueden; los empresarios arman gremios para la responsabilidad social y meten conciencia al mercado; en construcción civil, empresas y sindicatos se unen para reactivar el sector; como ve, la solidaridad es la moneda corriente. Se requieren gentes con prestigio y generosas para recuperar credibilidad y confianza, no deberían ser crucificadas, será suficiente que caminen sobre la mar y tengan la autoridad para ordenar que se vuelvan a echar las redes para pescar y que nosotros, con esperanzas renovadas, les hagamos caso, para tener felices pascuas.
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