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[Opinión] Andrés Chaves: Lecciones de un desastre

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(Foto: Archivo Chérnobil)
Fecha Actualización
“La catástrofe del reactor en Chernóbil… fue, quizás, la causa verdadera del colapso de la Unión Soviética”. Esta frase pertenece a Gorbachov, el último líder del que fue el país más extenso del mundo. Las razones del fracaso fueron múltiples: fundamentalismo político, productividad deficiente, espirales inflacionarias, por mencionar algunas.
Es relevante mencionar también la fallida incursión soviética (1979 al 1989) en Afganistán, el llamado Cementerio de Imperios (apodo con renovada popularidad estos días). Sin embargo, es innegable que Chernóbil fue trascendental en el fin de uno de los mayores experimentos comunistas de la historia.
Hace 35 años, el Reactor #4 de la planta nuclear de Chernóbil explotó. La causa principal fue una prueba que llevó a cabo el personal, a pesar de serias anomalías e irregularidades en el reactor (la miniserie de HBO Chernobyl grafica de manera brutal y clara cada paso de esta evitable tragedia).
Pero, más allá de los errores humanos y detalles técnicos de la falla, el accidente tuvo causas culturales y políticas. La URSS no contaba con mecanismos independientes de inspección, y el liderazgo no aceptaba críticas ni demoras en su programa nuclear. Los ascensos y promociones se daban en función de la “lealtad” al partido.
Todo esto creó una cultura, paradójicamente, improvisada y autoritaria. Los ingenieros debían improvisar no para crear un reactor seguro y confiable, sino para cumplir con los ultimátum de arriba. Los operarios de la planta debían ingeniárselas continuamente, no para operar los reactores, sino para estar siempre alineados con la agenda oficial.
Chernóbil continúa siendo el accidente nuclear más letal de la historia; es también una lección vigente de los peligros de la improvisación al servicio de una ideología.
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