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Fecha Actualización
Para alcanzar la civilización no bastan Constituciones y leyes ni entidades a cargo de aplicarlas. Requiere capacidad de entender esas leyes desde una perspectiva moral. Solo así los ciudadanos alcanzaremos el sentimiento general de que la ley y las reglas son justas para todos. Eso se llama “rule of law” o Estado de derecho.
La ley, sin dimensión moral, es un mero instrumento puesto al servicio de virtualmente cualquier cosa. Se vuelve arbitraria y dictatorial.
Cuando las autoridades y los ciudadanos olvidan esto, los juicios no se distinguen de los excesos del circo romano en los que la responsabilidad depende de una masa irreflexiva e irrazonable. Y es que los juicios no son para hacer “justicia social”. Son para hacer justicia a secas.
La corrupción es, sin duda, inmoral. Y es de una inmoralidad cobarde y abusiva. En la corrupción se vende lo ajeno. Se toman derechos de todos pues con el beneficio del acto corrupto habrá menos seguridad, menos escuelas, menos hospitales, menos servicios y nos alejaremos de alcanzar el bienestar general y la reducción la pobreza. Eso hace más cobarde e infame la corrupción en un país pobre. No debemos dudar en combatirla. Es parte indisoluble del concepto de civilización aspirar a eliminarla.
Pero de la misma manera, y con la misma energía, debemos condenar la inmoralidad de privar a las personas de su libertad sin pruebas ni respeto a sus derechos. La diferencia entre el juicio de una civilización y el de un circo romano es que no son los pulgares hacia arriba o hacia abajo de la población los que deciden qué es justo. Lo justo solo proviene del Estado de derecho.
Hoy en los medios y en las redes sociales se reclama públicamente que debemos eliminar la corrupción porque es inmoral. Eso es correcto. Pero festejar el encarcelamiento de personas bajo prisión preventiva sin cumplir con la ley y sin contar con hechos que lo sustenten es otra forma perversa de inmoralidad. Como la corrupción, encarcelar inocentes es también, en cierto sentido, robar. Es tomar la libertad ajena para servir propósitos no consistentes con la justicia.
No puede nadie autoproclamarse moral, como se ve hoy en las redes, si solo es moral la mitad de las veces. Ser medio moral te convierte en absolutamente inmoral.
Una herramienta como la prisión preventiva debe ser realmente excepcional. Debe derivarse de la casi convicción de culpabilidad en la que la espera para revertir la presunción de inocencia podría frustrar la justicia. Pero no es, como se está usando, una forma de sentencia previa, de condena anticipada.
La prisión preventiva se ha vuelto una máscara bajo la cual todo exceso se disfraza de moralidad. Un mundo en que hay medios de comunicación y reporteros que deciden quién es corrupto y quién no y que tienen acceso a la información reservada de los fiscales, a cambio de su línea editorial, es un mundo también inmoral en el que se vende la libertad ajena a cambio de dicha información. Sesgar investigaciones periodísticas mezclando investigación seria con resultados manipulados e inconsistentes con la verdad es muy poco honesto y moralmente reprobable.
Quien en nombre de la moral comete actos inmorales es doblemente inmoral. Y es que no se puede hacer justicia cometiendo actos injustos.
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