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[Opinión] César Luna Victoria: Una ciudad a medias

“En Lima las cosas se empiezan a lo grande, pero algo las paraliza y se quedan a mitad de camino. Razones: se acabó el presupuesto; boicot de la competencia; juicios interminables de expropiación; miedo de funcionarios a los escándalos de corrupción; o, simplemente, falta de ganas”.

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En Lima las cosas se empiezan a lo grande, pero algo las paraliza y se quedan a mitad de camino para siempre. Razones: se acabó el presupuesto; boicot de la competencia; juicios interminables de expropiación; miedo de funcionarios a los escándalos de corrupción; o, simplemente, falta de ganas. Hay dos edificios emblemáticos que explican mucho. Uno es el del Ministerio de Educación, en la esquina de las avenidas Abancay y Nicolás de Piérola. Inaugurado en julio de 1956, fue, durante mucho tiempo, el edificio más alto de la ciudad.
Tiene un forma convexa para armonizar con un edificio gemelo, que se debía construir al frente, pero solo se excavó un hueco enorme para los cimientos. El edificio sigue siendo uno de los más hermosos de Lima y, de haberse construido el gemelo, tendríamos un lugar realmente monumental en la ciudad. Casi 70 años después, sigue el hueco enorme del frente. Es un mercadillo que, para mayores señas, se conoce como El Hueco.
El otro edificio es la sede de la Corte Suprema. El Palacio de Justicia en el Paseo de los Héroes Navales. Inaugurado en diciembre de 1939, debía ser una réplica del Palacio de Justicia de Bruselas, de un estilo clásico grecorromano, con sus pórticos, columnas y estatuas de mármol, todo muy elegante. De las estatuas solo se colocaron dos leones, sobrevivientes de una colección de más de 12 en el malecón de Chorillos, luego del saqueo de la Guerra del Pacífico. Como el Palacio de Bruselas, el nuestro debía tener un edificio central coronado con una gran cúpula que, como ya lo sabe, no se construyó.
Y así nos quedamos con un palacio disminuido y deslucido, sin la majestuosidad que le debía dar lo que faltó construir. Si de obras se trata, la construcción del metro de Lima estuvo paralizada por 25 años, los que van del primer al segundo gobierno de Alan García. Durante ese tiempo, sus columnas sirvieron de lienzo de arte popular. Otra obra es la carretera Ramiro Prialé, paralela a los primeros tramos de la Carretera Central, para descongestionar el tráfico de los distritos del este de Lima. Se inició la construcción en 1990, lleva 32 años inconclusa.
¿Por qué nos ocurre esto? No es de ahora, viene de muy antiguo. No se trata de obras de derecha o de izquierda, ni nos jugamos la vida ni la Constitución en ellas. Se trata de obras elementales de una ciudad para que sus gentes, sobre todo aquellas con menos recursos, vivan mejor. Adelanto hipótesis: no tenemos un plan de ciudad que se respete, lo que inicia un gobierno no interesa concluirlo al siguiente, o se le agrega algo para que sea también padre de la obra, aunque se distorsione el diseño original. Igual pasa con el país, tampoco tenemos políticas de Estado que permanezcan en el tiempo. Las ciudades y los países se hacen con mucho tiempo, mucha plata y mucho amor.
Aquí vivimos, nos falta amar a Lima y al Perú. Cito a Georges Moustaki: y yo seré, si lo deseas, príncipe azul de tus ideas, igual que tú puedo soñar, y detener cada momento, parar el sol, parar el viento, vivir aquí la eternidad. Las crisis políticas que nos agobian tienen causas más profundas que la improvisación de los políticos de hoy. De eso poco se habla.