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[OPINIÓN] Mauricio Aguirre: Una forma de vida
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El Perú es un país con informalidad creciente. Los estudiosos del tema aseguran que entre el 70 y 80 por ciento de la población que trabaja lo hace en esa situación. No tienen ningún beneficio, menos alguna obligación. Esto se traslada a la vida familiar. Millones de peruanos, mejor dicho la gran mayoría, viven al margen de la ley. Y no es que sea una situación temporal producida por los vaivenes de la economía. Lo que debería ser una excepción pasajera se ha convertido en una forma de vida que va más allá de los sesudos análisis de los especialistas económicos.
Lo paradójico es que en el Perú ser informal no es necesariamente sinónimo de pobreza. Suele asociarse a la precariedad, pero también es verdad que para muchos puede ser muy rentable. Se puede ser informal y ser un sobreviviente, pero también se puede ser informal y ser un ciudadano solvente y respetado en su comunidad.
La creciente informalidad dejó de ser un tema solo económico y su salto al ámbito social la convirtió en un fenómeno peligrosamente incontrolable, donde cada uno sobrevive y sale adelante como puede más allá de las reglas. Lo individual le está ganando, y con creces, la batalla a lo colectivo.
Dejar durante muchos años que la informalidad no sea una excepción, sino la regla para millones de personas, hizo que lo que era un problema económico se haya convertido en una forma de vida. Cambiar la situación económica de la gente es posible; cambiar su forma de enfrentar la vida puede resultar más que complicado. Y ese problema se agrava porque tenemos un Estado ineficiente y una clase política incapaz. Peor aún, en gran medida integrados por quienes vienen justamente del mundo de la informalidad.
Muchas autoridades y dirigentes que llegan al poder proceden de un mundo informal, y ahora deben administrar el país desde la formalidad. Cambiar el chip parece ser una misión casi imposible.
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