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México: La increíble historia de la rifa del avión presidencial (que no sorteaba el avión presidencial)

AMLO organizó la rifa del avión presidencial.

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Fecha Actualización
“Dicen que yo he inventado el realismo mágico, pero solo soy el notario de la realidad. Incluso hay cosas reales que tengo que desechar porque no se pueden creer”. Cuando Gabriel García Márquez soltó esta frase en 1983, no pudo ser más certero. Lo dijo desde Madrid con la mente puesta en Colombia. Quizás también pensando en su México querido que tan bien conocía. Aunque lo más probable es que tal curiosa afirmación haya provenido de su cognición de Latinoamérica. Gabo, un conocedor de que en esta tierra de macondos y aurelianos cada tanto brota una historia digna de una novela del realismo mágico, se adelantó a advertirnos que estemos atentos, que la realidad casi siempre supera a la ficción. No se equivocó.
Si no, miremos a México.
REALISMO MÁGICO
La trama de esta extraña historia tiene ingredientes de peso: un presidente, un avión, una rifa y un país. Todo menos un comprador. Una serie de eventos desafortunados o, más bien, infelices.
Comenzó en 2012, cuando el entonces presidente mexicano Felipe Calderón decidió encontrarle reemplazo al Benito Juárez, como había sido apodado un Boeing 757 comprado en 1987. La nave estaba vieja y ya había sufrido uno que otro desperfecto. En su lugar llegó un Boeing 787 Dreamlines, de asientos de cuero, sala de conferencias, detalles de marmolería y suite presidencial. Un avión de lujo de US$218 millones, la envidia de los mandatarios del mundo.
Calderón nunca pudo usarlo. Por cuestiones logísticas, el vehículo recién arribó a México en febrero de 2016, cuando la presidencia la ocupaba ya el extravagante Enrique Peña Nieto.
Fue justamente dicho mandatario quien más viajó en la nave. Lo hizo por poco más de dos años, recorriendo cerca de 600 mil kilómetros. Su último viaje fue a una Cumbre G20 en Buenos Aires en noviembre de 2018. Una semana después dejaría el poder.
Y con la llegada de Andrés Manuel López Obrador, el avión nunca más sería usado. De hecho, cuando aún era candidato, AMLO usó el vehículo como su caballito de batalla. “Ni siquiera Obama tiene un avión como este”, solía decir para relacionarlo como un objeto “ofensivo” para el país ya que la mitad del pueblo vive en la pobreza. Prometió que, de llegar al poder, se desharía de él.
Y le bastaron apenas unas horas en el cargo para emprender dicha tarea, sin saber que sería más difícil de lo que parecía. El 3 de diciembre, a dos días de haber jurado como presidente, el avión fue llevado a EE.UU. para su venta. Por un año fue visitado por 42 potenciales compradores. Nadie hizo una oferta concreta.
AMLO empezó a impacientarse. Los interesados se reducían a individuos de alto perfil, empresas privadas, compañías de vuelos chárter y gobiernos. Luego de un año, decepcionado, por fin entendió que no existe un mercado para un avión de segunda mano tan personalizado. Cinco Boeings del mismo modelo y producidos bajo las mismas condiciones fueron enviados a museos, exhibiciones y descartados. El sexto, el mexicano, era el único que estaba en busca de comprador. Por otro lado, reconvertirlo a un avión de pasajeros costaría hasta US$15 millones. ¿Por qué una aerolínea tomaría tal riesgo?
Fue así como el mandatario decidió traer a la nave de vuelta a México. En su mente ya rondaba un plan tan polémico como curioso.

LA RIFA
La idea era solo una: rifarlo. Así lo explicó López Obrador en enero de este año, aunque no sabemos si hablaba en serio. Incluso dijo que quien se hiciese con el boleto ganador contaría con un “servicio de mantenimiento de dos años” (fundamental si tenemos en cuenta que el gasto anual por este servicio bordea los 1.7 millones). La propuesta apenas si necesitó de tiempo para convertirse en meme.
A AMLO, entonces, se le ocurriría una nueva idea.
Precisó que la rifa seguiría en pie, aunque el premio ya no sería la hermosa nave presidencial. En su lugar cada ganador recibiría dinero en efectivo. El plan consistía en vender aproximadamente 6 millones de boletos a 500 pesos cada uno (aproximadamente US$25). El dinero recaudado serviría para pagar a los ganadores y el excedente sería repartido para los centros médicos, como una especie de donación. Las rifas comenzaron a imprimirse con la imagen de la nave presidencial.
El gobierno esperaba recaudar al menos US$130 millones. La meta era una referencia al valor actual de la nave.
Sin embargo, el principal problema para los mexicanos fue el alto costo del boleto. Muchos no se permitían invertir US$25 en una rifa. Ante el poco entusiasmo, el sorteo programado para mayo se suspendió. A partir de ahí, el Gobierno reforzó fuerzas para lograr vender más cachitos. La estrategia consistió en ofrecer numerosos boletos a empresarios y comprar alrededor de un millón para repartirlos entre distintos centros médicos.
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“Si ganan un premio, los trabajadores de ese hospital van a decidir en qué utilizar el millón de dólares: ya sea para equipos, uniformes, ambulancias”, dijo AMLO encendiendo la polémica que se resumía en una sola pregunta. ¿Por qué el dinero usado para comprar los boletos (US$24 millones) no fue destinado directamente a mejorar los hospitales?
Contra todo pronóstico, el sorteo se llevó a cabo este martes, como antesala al Día de la Independencia. Una semana antes, AMLO aseguró que se había logrado recaudar el monto suficiente. Llegado el día, fueron los niños gritones de la Lotería Nacional los que uno a uno vociferaron los números de los afortunados boletos. Entre los cien ganadores hubo 13 hospitales y 8 escuelas. El resto fueron civiles.
Sin embargo, esta historia aún no tiene final. Varios opositores han pedido cuentas exactas del sorteo, a pesar de que AMLO dijo haber recaudado US$111 millones con la venta de 4 millones de boletos.
Mientras tanto, estacionado en un hangar en Ciudad de México, el avión maldito aún permanece en busca de comprador. Desde el gobierno aseguran que ya hay alguien interesado. Quién sabe si un nuevo capítulo de esta historia está por escribirse.

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