¡Escándalo! Testigo clave del caso Escuadrón de la Muerte fallece en prisión

Entre 2012 y 2015 operó una organización criminal al interior de la Policía, encabezada por el comandante Raúl Prado Ravines, quien se encuentra prófugo de la justicia desde setiembre de 2019.

El Escuadrón se dedicó a crear falsos escenarios delictivos para simular exitosas intervenciones policiales y dejar así, entre la opinión pública, la percepción de que el gobierno de Ollanta Humala luchaba contra la delincuencia. Pero lo que en realidad hacía este Escuadrón de la Muerte era asesinar a pseudo delincuentes y hasta a policías para lograr su objetivo; así ha quedado acreditado en el Poder Judicial.

‘Viejo Lucho’, conocedor del mundo del hampa, tenía por encargo de Prado Ravines la tarea de convocar a delincuentes de poca monta para ofrecerles ‘un trabajito’. Los citaba en un lugar para explicarles la ‘nueva chamba’, pero no se reunía con ellos. Llegaba el Escuadrón abriendo fuego a diestra y siniestra; y si no morían en el acto, los remataban en el piso, como sucedió en Piura en febrero de 2015.

Luego, los asesinados eran presentados como integrantes de feroces bandas criminales. Eduardo Trujillo conocía cuántos pseudo operativos realizó el Escuadrón de la Muerte.

Por su complicidad en estos macabros actos, en febrero de este año un juez dictó su prisión preventiva. El lunes pasado pidió contarlo todo a cambio de su libertad. “Yo no los he matado”, dijo el ‘Viejo Lucho’ después de su captura, según una fuente policial.

El ‘Viejo Lucho’ fue internado en el penal de San Jorge después de que diera positivo al COVID-19, aunque era asintomático. “Me van a matar”, dijo antes de llegar al penal. “Lo han matado”, advirtió la mañana de ayer una fuente policial a Perú21.

El 29 de julio por la noche, Trujillo apareció muerto en el cuarto de aislamiento que se le asignó en San Jorge. La noche del miércoles, “encontraron a dicho interno recostado sobre una pared, con una manta polar sujeta al cuello y amarrada en el barrote de la ventana de ventilación”, señaló el Instituto Nacional Penitenciario (INPE).

Aún tenía signos vitales. Es por eso que de inmediato se le trasladó al hospital Guillermo Almenara, pero llegó sin vida. Lo sospechoso fue que el certificado de defunción atribuía la muerte al COVID-19; sin embargo, y ante la insistencia de la Fiscalía, en la tarde de ayer se realizó una necropsia para confirmar si efectivamente fue asesinado.