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Un milagro de San Jorge

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Jorge Fossati es por estos días un bolero cantinero allá en Ate. Un vals cortavenas. Una triste canción de amor. Ha decidido marcharse en plena luna de miel. Fossati es un tango de Gardel. Se fue con su música a otra parte. En San Luis lo espera esa selección que hoy no canta ni baila. Lo van a extrañar, sí, pero pronto empezará a ser olvido para quien tanto lo quiso.
El uruguayo ha esperado en casa, y lejos, el desenlace de ese amor consumido y ya consumado entre Juan Reynoso y la Federación Peruana de Fútbol y, disuelto el enlace tras largos días, viene a Lima. Ya la pista quedó libre para su vuelta al país. Apenas Reynoso se despidió de la Videna el último miércoles, su nombre se instaló en los predios de la selección. Su agente, Pablo Betancourt, se ha hecho cargo de una negociación nada complicada, y tres días de reuniones han sido suficientes: el acuerdo está casi listo. Solo esperan la firma de Fossati.
En Ate, también. Su rúbrica pondrá fin a inolvidables meses de felicidad con los cremas. Allí irá primero. A despedirse del aquel amor resentido, resquebrajado, herido, abandonado; a enfrentar a ese plantel golpeado y agradecido, que ya solo lo mirará de lejos, pero, sobre todo, a hacer oficial la disolución de su contrato con Universitario. Su repentina salida supondrá para el campeón miles de dólares establecidos en una cláusula. Es el precio del adiós inesperado.
Y luego, a San Luis, a reunirse con Lozano y su dirigencia, y con Juan Carlos Oblitas, otra vez. Y a estampar esa firma que sellará su vínculo con la blanquirroja hasta el final de una eliminatoria que deberá enfrentarla desde el sótano. Y si el mundial es posible, la extensión de su contrato lo será también.
La selección —la que dejó Reynoso— es también un bolero cantinero. Una canción de lástima y de dolor. Una botella rota. Fossati es un disco nuevo que empezará a sonar con fuerza desde marzo próximo, cuando se haga cargo de manera oficial de la bicolor. El uruguayo ha elogiado el nivel de nuestra Liga 1 y de ahí deberá raspar la olla, que más de un concolón saldrá. Ya supo sacar oro de ese desierto que era la ‘U’ cuando la tomó a su cargo. Todos están de acuerdo en que es el técnico ideal para recuperar a una selección devastada tras el ciclón Reynoso y en la Videna no hubo otro candidato. Era él o él. El charrúa les cayó del cielo. Y espera que los salve. Que San Jorge les haga el milagro.
UNA ESPINA CLAVADA
Fossati es un bolero cantinero. Campeón nacional en varias ligas, jamás ha podido clasificar a un mundial con una selección. A la suya, la uruguaya, las dos veces campeona del mundo, la dejó fuera de Alemania 2006. Australia la derrotó por penales en el repechaje. “Pido perdón al pueblo de Uruguay por este fracaso del que soy primer responsable por tener la dirección técnica, táctica y física del equipo. Es el palo más grande de mi vida y me duele el alma por pedirle perdón a Uruguay”, dijo tras esa vergüenza histórica en Sídney, que dejó sin copa del mundo a Recoba, Montero, Forlán y Lugano.
En aquella eliminatoria, Fossati tomaría el mando de la Celeste en la sexta fecha y, en su estreno, perdió precisamente ante Perú 3-1 en la propia Montevideo. La vuelta en Lima fue un empate a cero.
La eliminatoria es un bolero cantinero para la selección. Nos hace llorar, de rabia, de frustración, de dolor. Fossati intentará devolvernos al paraíso de la felicidad en la que habitábamos antes de que Australia nos obligara a ver un nuevo mundial sin Perú. Y el uruguayo quiere su revancha. Sacarse la espina. En los próximos días deberá hacerse oficial su llegada al equipo de todos. Tras su firma regresará a Montevideo a recibir el año nuevo y bueno, y volver a Lima en marzo. Fossati se viene con su música a matar nuestras penas y a hacernos olvidar lo mal que estamos. Solo esperemos que no desafine en el intento.
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