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José Carlos Yrigoyen: “La literatura es un arma contra la tiranía”

Cuando la publicación de Los versos satánicos, de Salman Rushdie, desató la ira del ayatolá de Irán, Ruhollah Jomeini, y este emitió la fatua hace 33 años, casi una condena de muerte, José Carlos Yrigoyen tenía unos 13 años. Una tarde visitó la casa de su abuela y encontró el polémico libro. Intentó leerlo, pero fue difícil comprenderlo. Postergó su lectura hasta cerca de los 25 años. La amenaza de muerte sobre el autor británico estaba viva y la novela mantenía vigencia. El entonces estudiante limeño pensaba que el escándalo que la obra había provocado era mayor que su calidad literaria. Pero, asegura, que la leyó y le encantó. Antes de dar esta entrevista, el escritor volvió al mismo ejemplar que abrió la primera vez.

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Cuando la publicación de Los versos satánicos, de Salman Rushdie, desató la ira del ayatolá de Irán, Ruhollah Jomeini, y este emitió la fatua hace 33 años, casi una condena de muerte, José Carlos Yrigoyen tenía unos 13 años. Una tarde visitó la casa de su abuela y encontró el polémico libro. Intentó leerlo, pero fue difícil comprenderlo. Postergó su lectura hasta cerca de los 25 años. La amenaza de muerte sobre el autor británico estaba viva y la novela mantenía vigencia. El entonces estudiante limeño pensaba que el escándalo que la obra había provocado era mayor que su calidad literaria. Pero, asegura, que la leyó y le encantó. Antes de dar esta entrevista, el escritor volvió al mismo ejemplar que abrió la primera vez.
¿Quién es Salman Rushdie?
Uno de los principales novelistas en inglés de la segunda mitad del siglo XX. Tiene dos novelas que me parecen fundamentales como son Hijos de la medianoche y Los versos satánicos. Me parece que es uno de los grandes narradores que se preguntan por la identidad, que cuestionan su identidad, por esta cuestión de haber nacido en la India pero a la vez tener una cultura británica. Es un notable narrador que, mediante una prosa encantadora y muy bella, refleja esas contradicciones. Eso se demuestra en Los versos satánicos. El realismo mágico que, sin duda, algo le debe a García Márquez. Me pareció sorprendente. Y, además, la artesanía del lenguaje de un artista con una sensibilidad muy particular y muy valiente por la forma en que encara al Islam, un cuestionamiento religioso, porque recordemos que es un ateo convencido. Yo creo que era un desafío del cual era muy consciente.
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Sin embargo, en su momento Salman ofreció disculpas.
Hay un gran libro de Rushdie que me parece excelente para entenderlo, que se llama Joseph Anton. Memorias. Cuando estuvo en la clandestinidad 10 años, cambió de nombre a Joseph Anton: por Joseph Conrad y Anton Chejov; estas memorias explican muy bien la angustia y la indignación que sintió ‘encarcelado’. Leyendo ese libro tengo la impresión de que él elige una defensa de la libertad de expresión y la libertad creativa. Yo no pediría disculpas, porque el fanatismo es la cara del odio.
Cuando se piensa que la literatura en el mundo pierde fuerza y es dejada de lado por la tecnología y otros instrumentos, estos hechos, por lamentables que sean, nos demuestran el poder de un libro.
Vargas Llosa lo decía muy bien: no hay nada que teman más los dictadores y tiranos que a los escritores. Toda tiranía, toda dictadura se basa en una narrativa oficial que el escritor cuestiona. Es, digamos, una de las herramientas para abrir los ojos a los ciudadanos frente a la mentira y frente al dogma del poder. Yo creo que eso no va a cambiar. Creo que la literatura es un arma poderosa contra la tiranía y la opresión. Uno ve en este caso cómo la poderosa revolución islámica en su apogeo, en los años 80, que tenía 10 años de instaurada con su líder vivo, de pronto se remece por una novela, una novela bella, una novela que juega con la magia y la poesía. Y no es el único caso. Uno puede ver en China cómo los poetas y narradores son encarcelados, deportados, silenciados. Me parece que eso no debe sino reforzar nuestra fe en la palabra y la libertad.
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