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Alonso Alegría, dramaturgo: “Castillo resultó ser un corrupto, un ignorante e inepto”

Hoy estrena ‘Cavando en la arena’, obra teatral que escribió hace casi 60 años, cuando era estudiante de Yale, en EE.UU. Perú21 entrevistó al dramaturgo Alonso Alegría.

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Nos sentamos al lado de la máquina de escribir con la que se redactó El mundo es ancho y ajeno. Está autenticada: sobre ella tiene un sobre con las cinco letras de cambio que firmó Ciro Alegría para comprarla, todas canceladas. Y también está el contrato de compra - venta con el número de serie que aparece en la máquina. En realidad, la novela fue escrita a mano y la madre de Alonso Alegría la transcribió en aquella máquina. “Esa es, de todos modos, la máquina”, me dice y entona con más fuerza las dos últimas palabras.
En esa misma máquina, Alonso escribió su autobiografía para el proceso de admisión a la Universidad de Yale, en Estados Unidos, donde dio origen, a sus 24 años, a la pieza teatral que esta noche estrena. Obra que confeccionó en el cuarto de la universidad para intentar transitar del bachillerato a la maestría. Texto que entonces recibió una calificación sobresaliente. “Una obra de la imaginación y una obra de pensamiento”, escribió el profesor John Gassner, quien la evaluó. En EE.UU. no sabían que era hijo de Ciro Alegría; en el Perú, ya lo era. “Sacarse una buena nota era una validación personal”, me dice.
Cavando en la arena transcurre en el interior de una huaca costeña, y habla de hallazgos, de pishtacos y del mito del Inkarri. La temporada se inicia hoy y va hasta el 14 de agosto, en el Centro Cultural Ricardo Palma, Miraflores, a las 8 p.m., de jueves a domingo. Las entradas en Joinnus.com.
Estamos casi frente al marco de un cuadro colgado en la pared, que espera el lienzo de una obra de Van Gogh. Estamos rodeados por la estructura de un mueble que usará en la obra. Y su hijo Gabriel, notable músico, deja la sala del departamento. Acomodamos los juguetes del nieto de Alonso Alegría y nos sentamos, al lado de la máquina de escribir.
-Cuando me dijeron que usted estrenaba esta obra, casi me advirtieron que era tal vez la última. ¿Es cierto?
¿En el sentido de “más reciente” o que ahorita me muero?
-De que quizá se jubila...
No, no, uno no se jubila de dramaturgo. Bueno, tengo casi 82 años y no sé si tendré tiempo de hacer algo importante, porque me toma bastante tiempo escribir una obra. Y tengo un libreto de ópera que se estrenó en Francia y el director –francés– me dijo que debería convertirlo en una obra de teatro, y estoy animado.
-¿Le importan los balances de vida y obra?
(Se queda en silencio, solo suena el tránsito de los autos de la avenida que está al otro lado de su ventana; mira a un punto fijo). Yo creo que más que hacer cosas, la obligación verdadera que uno tiene es enseñar lo que ha aprendido, y enseñar la experiencia que uno tiene. Si bien es cierto que uno al más allá no se lleva nada, eso se refiere a lo material, porque uno sí se lleva sus recuerdos y sí se lleva, sobre todo, su conocimiento, y esa es una pérdida muy grande para los que vienen detrás; entonces, hay que tratar de enseñar hasta el último momento lo más posible.
-Y porque lo que enseña queda, es una forma de volverse eterno...
Sí, sí. Ahorita estoy trabajando con Ricardo Velásquez y él se acuerda de un taller que tomó conmigo hace, qué sé yo, 20 años, y sigue usando palabras clave de ese taller y conceptos clave de ese taller. Eso me parece precioso.
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-Me dice que usted dudaba si lo veían como hijo del gran escritor o como Alonso Alegría. ¿Hay aún la duda?
Lo de hijo de Ciro Alegría lo cargo desde los 10 años de edad. Pero ya no dudo. La fama de mi padre ha decaído, es muy natural. Él nació en el año 9 (del siglo pasado) y publicó El mundo es ancho y ajeno desde el año 41. Mi mamá me contaba que yo me hice la pila sobre el manuscrito. Y mi papá me puso un apodo: ‘Tambocho’, porque, según me contó mi mamá, hay unas hormigas destructivas que se llaman tambochas.
-Su hermano y su madre presentaron, a sus espaldas, el texto original de la obra que estrena al Premio Nacional de Teatro y ganó. ¿Usted no lo habría presentado?
No habría parecido posible ganar un premio, porque yo era un chibolo de 24 años. A mi mamá y a mi hermano sí les pareció posible, y la inscribieron. Me dio mucho gusto porque eran cinco mil soles al ganador. Le había empatado a Sebastián Salazar Bondy, quien era el dramaturgo número uno del Perú. Él falleció entre que entregó al concurso la obra y se dirimió el premio. La obra ganó, pero nunca se puso en escena.
-La obra está inspirada en el episodio cuando usted, de niño, se pierde en Chan Chan. ¿Qué pasó?
Sí, pero no recuerdo qué pasó. Siempre me ha interesado la arqueología y siempre me he desquitado, a través del teatro, de lo que no hice o no estudié. Si no hubiera sido arqueólogo, hubiera sido periodista o músico compositor. Pero tengo una obra sobre un arqueólogo; tengo una obra sobre una periodista, Daniela Frank; tengo una obra sobre un músico, Encuentro con Fausto.
-¿En la obra qué temas aborda?
Me animé a reescribir esta obra cuando apareció la posibilidad de que Pedro Castillo fuera presidente. Mucha gente tuvo esa ilusión, de que por fin la cosa podía cambiar. Obviamente, resultó ser un corrupto, un ignorante e inepto, y fue una desilusión muy fuerte. A los meses ya estaba claro que estaba rodeado de gente como Cerrón, que vive en el siglo XX, en el año 17, bolchevique, ¿qué piensa ese hombre? Entonces, esta obra es un aferrarse a la esperanza.
-Uno pensaría que a los 82 años, en un país como el nuestro, ya se pierde la esperanza.
No veo por qué. Pierden la esperanza los que no tenían esperanza desde los 30 años, o los que hacen una práctica de su desesperanza.
-Volvamos al inicio. El retiro no está en el horizonte.
Ni que alguien me pagara para jubilarme. Yo vivo como puedo.
-¿Cómo se siente retribuido?
Los alumnos, el público. Estoy muerto de susto con esta obra, porque es muy rara, es alucinante; es un cambio de estilo. No sé cómo lo tomará el gran público.
AUTOFICHA:
- “Soy Alonso Alegría Amézquita, por Rosalía Amézquita, ‘La negra’, pianista y bibliotecaria. El 14 de julio cumpliré 82 años. Nací en Santiago de Chile por el exilio de mi papá. Estuve nueve meses, pero no tengo cómo demostrarlo ante las autoridades chilenas”.
- “Acabé el colegio y postulé a la UNI para estudiar arquitectura. Más me atrajo el teatro y dejé arquitectura. Luego tuve la suerte de ganar una beca Fulbright para ir a estudiar a EE.UU. y también tuve la suerte de que a Yale le pareciera interesante mi caso, y me dieron una beca”.
- “He escrito y estrenado 7 u 8 obras, contando desde El cruce sobre él Niágara, que ganó el premio Casa de las Américas, que ha tenido dos traducciones en alemán, país donde hice una gira porque en cinco teatros se estaba dando. Quiero terminar de revisar un manual de dramaturgia que tengo escrito”.
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