Juan Carlos Fangacio
They don't stand a chanceOnly we do
Un desafío: la crónica de un concierto sin usar adjetivos. Y es que escribir sin apasionarse sobre el espectáculo que anoche dio The Drums lo pone a uno en problemas. Hay que tratar de no excederse.
Para ser una banda de solo dos álbumes, los de Nueva York despuntaron con su entrega e intensidad. Uno revisa los conciertos que suelen dar y nunca encuentra más de doce o trece canciones. Algo tiene que haberlos encantado entonces pues, casi sin querer, el grupo de Jonathan Pierce comenzó a acumular temas y más temas, uno tras otro, tantos que uno tenía la sensación que estaban tocando sus dos discos en su totalidad. El setlist fue de 20 canciones, algo nunca antes visto en su carrera.
"They said you were a mistery", empieza diciendo What You Were, canción que abrió la velada y que auguraba un show que superaría las expectativas. Pero siempre supimos quiénes eran estos chicos raros y no defraudaron. If He Likes It Let Him Do It, Days, It Will All End In Tears, picos en una seguidilla de temas que, si en sus versiones de estudio han logrado ganarse a la crítica y al público, en vivo suenan con una madurez que sorprende.
Con todo esto, los ecos de Joy Division y los Smiths aparecen como rayos: de los pasos de baile de Pierce –que emulan a Ian Curtis y a esa juventud que inevitablemente se contagia de espasmos–, hasta las líricas que confunden felicidad y desgarro de un Morrissey ficticio que hubiese crecido en el siglo XXI.
El Scencia de La Molina (donde ya han tocado gigantes como Jesus and Mary Chain y Sonic Youth) sonó como tenía que sonar: con limpieza, fuerza y ecos, para asistir a una banda que alargó por casi dos horas su presentación.
Y en este punto evitar más los adjetivos se hace imposible para resaltar la solidez de un grupo joven, maduro y frenético. Si la carrera que The Drums lleva por delante es igual de vibrante que la hecha hasta ahora, podemos ir hablando de una futura leyenda. Que vuelvan cuanto antes.