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Yoel Chlimper: “Queremos una transformación positiva para el entorno”
Yoel Chlimper: “Queremos una transformación positiva para el entorno”
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Con 21 años, Yoel y sus socios decidieron emprender. Diez años más tarde han identificado la empatía como valor cultural en las empresas y ayudan a cientos de clientes a transformar sus historias.
¿Cómo surge Mambo?
Estábamos en la universidad, profundamente aburridos por las estructuras y queriendo escapar de esa monotonía fuimos a una notaría casi con la idea de comenzar cualquier empresa. La intención en ese momento era comenzar algo.
¿Cómo fue el reto de salir al mercado a una corta edad?
Fue una tarea tremenda porque íbamos con nada más que una presentación, una intención y una energía. Con 20 años teníamos que ir a las empresas a que nos confíen casi cualquier tarea. Mirando hacia atrás, le guardamos una inmensa gratitud a esa “cadena de negligencias”, que es como llamamos a esos empresarios y gerentes que apostaron por nosotros cuando quizás ni siquiera lo ameritábamos porque no teníamos ninguna experiencia. Estos clientes nos dieron una cierta confianza de que teníamos algo para transmitir al mundo y esto no iba a ser un emprendimiento que solo iba a durar 3 meses.
¿Hace 10 años imaginabas estar donde se encuentran ahora?
Cuando empezamos, nuestro único deseo era ser exitosos. La universidad y nuestras historias familiares nos habían vendido la idea de que cuando uno emprendía lo hacía para ser exitoso y para tener el reconocimiento social. Lo bonito es que, de manera espontánea, los propios mamberos fueron creando una cultura de empatía. Una actitud rebelde y activista en contraposición al formato empresarial más frío y distante al que estamos acostumbrados. Logramos encontrar esa esencia donde los empresarios en realidad tenemos que contribuir positivamente desde el diseño de nuestros servicios, la forma cómo nos vinculamos con nuestros equipo y medio ambiente. Estábamos perdidos cuando empezamos y es bonito ver hacia atrás y recordar cómo, de manera espontánea, casi azarosa, los propios mamberos que fueron llegando en el camino, más la “negligencia” de nuestros clientes, fueron manifestando una cosa que de pronto se materializa y tenía mucho sentido para nosotros. Es una cultura de empatía que es ponerte en los zapatos del otro y que luego aplicamos cuando hacemos consultoría de transformación cultural o de negocio.
¿Cuáles son los proyectos de mayor impacto que han tenido en este último año?
Hemos confeccionado mascarillas con Textil Del Valle con el proyecto coolmask. Es un proyecto solidario donde hemos donado más de 120 mil mascarillas a los médicos y enfermeros del Perú. Con WUF hemos ayudado a los perros que también han sufrido mucho con la pandemia. También estamos ayudando a un equipo con un proyecto de educación sexual para niñas.
La cultura de Mambo pasó de ser su identidad a uno de sus servicios...
Sí. Yo creo que las empresas que prosperan son las que logran proyectar en su producto o servicio su esencia genuina cultural. Fuimos encontrando un cierto disfrute en llevarnos bien con la gente, encontrar que, si bien podíamos ser los líderes de la organización, eso no nos hacía saber más que el resto. Teníamos la capacidad de escuchar. Eso se trasladó a que nuestros clientes nos pidieran que replicáramos nuestra cultura en sus propias empresas.
Ustedes también desarrollan sus propios proyectos.
En la medida que Mambo empezó a trabajar con las grandes empresas en productos de transformación, eso construye un intangible que nos permite producir determinadas cosas. Siempre fastidio a nuestros clientes con que ellos nos pagan a nosotros por aprender. Ganamos por partida doble. Ese aprendizaje lo hemos sintetizado y lo hemos puesto al servicio de otras organizaciones y nuestros propios proyectos. Así como hemos creado WUF, ahora hemos creado una organización de cannabis medicinal, tenemos un proyecto de moda sostenible junto con Textil Del Valle. Queremos pensar en los próximos años poniendo en valor ese intangible y esa inteligencia colectiva para crear nuevas organizaciones que en sí mismas cada una tendrá sus propias historias.
¿Qué hitos reconoces que los han ayudado a llegar a donde están ahora?
Cuando recién llevábamos 2 años, habíamos emprendido en Plaza 21, un e-commerce y estábamos muy empecinados a que sea nuestro modelo de negocio. Hasta que en un momento nos atrevimos a darle la “eutanasia” a Plaza 21, dejarlo morir en paz. Y fue un momento clave para nosotros porque nos permitió enamorarnos del porqué hacemos las cosas y no de las cosas que hacemos.
¿Cómo ves a Mambo en el futuro?
Yo espero que la capacidad de cambiar de piel que tiene Mambo se mantenga para siempre, porque el entorno va a seguir cambiando. Si el entorno cambia y nuestra naturaleza no, entonces nos estamos resistiendo al cambio. Me encantaría poder ver esta entrevista en 10 años y darme cuenta de lo equivocado que estaba, pero estoy seguro de que vamos a conservar la misma esencia de ponernos en los zapatos de los demás y hacer proyectos que nos apasionen. No puedo evitar conectar el futuro con la situación difícil que vive nuestro planeta en términos de desigualdades, injusticia, violencia de género, educación sexual. Me encantaría que en los próximos años esté incluso más claro que lo que hace Mambo es impulsar proyectos de absoluta transformación positiva para el entorno. Queremos que, si el Perú fuera accionista de Mambo, pueda decir que está contento con el resultado. El planeta necesita que la gente se ponga a trabajar por él y por eso en Mambo estamos orgullosos de ser una parte, quizás pequeña, pero altisonante de esa defensa del planeta.
“Wuf comenzó hace 5 años para ayudar a los perros. En el 2020 fue nuestro récord de ayuda a los perros porque también han sufrido la pandemia y no han podido cuidarlos como antes”, sostuvo Chlimper.
Mambo comenzó como un e-commerce. En los últimos 10 años, Yoel y su equipo de mamberos han logrado pivotear la identidad de su negocio manteniéndose fieles al porqué más que al qué.
La transformación cultural que promueve Mambo a sus clientes nace genuinamente de sus ganas de querer hacer culturas diferentes a las que estamos acostumbrados.
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