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Terrorismo e hiperinflación: entre el temor y el golpe al consumo
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Entre fines de los 80 e inicios de los 90 los peruanos vivieron años complicados. El país atravesaba una gran crisis donde se entrelazaban el terrorismo y la hiperinflación y se enfrentaba a la suma de las medidas económicas intervencionistas del Gobierno y a la agrupación terrorista Sendero Luminoso.
Tal como se informa en la “Colección del Bicentenario: 200 años de Economía en el Perú”, que sale los domingos con este diario, los crímenes que dejó el terrorismo incluyeron miles de víctimas, entre los que se encuentra la tragedia de Tarata que dejó 250 heridos y 25 fallecidos, además de históricas pérdidas económicas. Estas le costaron al país al menos US$21,000 millones actuales entre 1980 y 1992.
El miedo sembrado ocasionaba cautela al acudir a establecimientos comerciales y otros lugares habituales de consumo. En el mismo sentido, de por sí, por la hiperinflación impulsada por decisiones del primer gobierno de Alan García, los precios aumentaban a diario y eso afectaba al consumo general.
La madre de las crisis
Para el exministro de Economía Carlos Oliva, el impacto del terrorismo y la hiperinflación fue “brutal en todo sentido. Sobre todo, en términos de bienestar y por el hecho de que la gente no tenía dinero ni para comer”.
El economista se refirió a las causas de la imparable alza de precios. “Se generó claramente de una postura económica totalmente errada por la heterodoxia que estaba de moda. Pese a que estas prácticas fueron un fracaso y no funcionaron en ningún país, acá se insistió. Todo lo que los libros de textos decían que no se debía hacer, se hizo”, resalta.
Por otro lado, el terrorismo produjo nula inversión privada y ello lo pagamos caro todos los peruanos. “Sin ello, no hay empleo y los ingresos de la población disminuyeron. Hay un efecto directo sobre la economía. Sin empleo, la gente deja de consumir o consume mucho menos”, anota Oliva.
De acuerdo con Oliva, el terrorismo y la hiperinflación también provocaron mayor informalidad en el país. “La corrupción era lo único que generaba dinero. No le iba nada bien al empresario que quería invertir por las buenas. En esa época fue donde se promovió más la informalidad”, sostuvo.
Además, señala que, pese a que otros países latinoamericanos de la época también tenían problemas económicos, el terrorismo provocó que se acentuaran más las consecuencias de la hiperinflación.
“Fue la madre de todas las crisis. Una crisis económica y una crisis social es una combinación letal. Esperemos que no vuelva a ocurrir. La mayoría de países latinoamericanos tenían problemas económicos, pero no tenían la secuela del terrorismo. Definitivamente, por ello, Perú fue más golpeado”, indica.
Golpe al consumo
Según Juan José Calle, presidente de la Asociación de Centros Comerciales del Perú, el terrorismo y la hiperinflación significaron un duro golpe para la actividad comercial en el país a todo nivel.
“Fue complicado. La hiperinflación hacía que las ganancias se devaluaran a diario. Por ello, pensando en el aumento de costos y la reposición de stock, se elevaban los precios y se generaba un círculo vicioso de escasez y mayor inflación. Nadie produce para vender por debajo de su valor”, asevera.
“El terrorismo recargó los costos de operación en seguridad. Se generó la necesidad de incorporar un rubro que antes no figuraba en los costos operativos de las empresas y no era menor. A su vez, la demanda de seguros para negocios y su precio se elevó”, agrega Calle.
Además, durante aquellos años, las actividades de entretenimiento fueron una de las más afectadas. “El consumo cayó. La gente dejó de salir por el riesgo de ir a espacios públicos que podían ser blanco terrorista. Recuerdo que se registraron bombas en los cines y por miedo decidí no volver”, comenta. Finalmente, Calle asevera que muchas de las empresas peruanas con potencial desaparecieron.
“Casi ninguno de los comercios o tiendas por departamentos sobrevivió. Antes teníamos más tiendas por departamentos y autoservicios que Chile. Todas esas cadenas, en un país como Chile con una economía promercado, se convirtieron en los grandes monstruos que vemos hoy operando en el Perú. Casi todas las potenciales grandes empresas peruanas quebraron o fueron expropiadas”, concluye.
Ese Sendero que aterrorizó en aquellos años ahora se presenta con otros nombres, como el Movadef que, según informes de Perú21 viene apoyando la campaña de Perú Libre, partido del candidato presidencial Pedro Castillo, en algunas regiones del país. Partido que, además, tiene entre sus nuevos congresistas a uno que firmó el planillón del Movadef para su inscripción en el JNE y otro acusado de terrorismo por la Fiscalía.
Tenga en cuenta
-En la “Colección del Bicentenario: 200 años dela Economía en el Perú” de Perú21, Carlos Parodi, economista y columnista de este diario recuerda el temor de la población: “La verdad es que cuando uno salía, no sabía si volvería”.
-El atentado de Tarata ocurrió el 16 de julio de 1992. Sendero Luminoso hizo explotar dos coches bomba en pleno corazón de Miraflores.
-Según el INEI, hasta 1985, año en el que Alan García Pérez asumió por primera vez la presidencia del Perú, ya se habían cometido 2,605 atentados terroristas a nivel nacional.
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