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Banco Mundial: el rebote económico se quedará a medias si hay retrasos en la vacunación

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Fecha Actualización
Cuando el Banco Mundial publicó sus últimas proyecciones económicas globales, a principios del verano pasado, la duda que flotaba en el ambiente era si sería posible desarrollar una vacuna contra un virus nuevo en menos de un año. Seis meses después el prodigio científico se logró y, ahora, surgen otras interrogantes asociadas al ritmo que las autoridades sanitarias serán capaces de administrar el fármaco.
Cuanto antes se avance en el proceso de inmunización, más rápida y robusta será la recuperación, de lo contrario, más lento será el regreso a la vida de la economía, señala el portal El País en base a lo anunciado este martes por el Banco Mundial.
Las proyecciones de la organización multinacional, con sede en Washington, apuntan a un escenario base que apuntan a un crecimiento global del 4% este año, con lo que se recuperaría prácticamente todo lo retrocedido en 2020 (-4,3%). Pero, también plantea dos caminos alternativos absolutamente divergentes.
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En el más optimista, el “control exitoso de la pandemia y un proceso de vacunación más rápido” permitiría al PBI global escalar un 5%, así en menos de un año se habría revertido el impacto del COVID-19.
Mientras que, en el pesimista, los riesgos de cola impondrían su ley y el retraso en el calendario de vacunación provocaría también un aumento en el número de enfermos y presionaría a la baja el crecimiento. Tanto, que lo dejaría en menos de la mitad: el 4% se convertiría en 1,6%, el segundo registro anual más bajo en casi tres décadas.
“Las principales prioridades políticas a corto plazo son el control de la propagación del COVID-19 y la garantía de una distribución rápida y amplia de las vacunas”, remarcan los técnicos del organismo, que temen dos frenos en la administración de la vacuna: el cuello de botella logístico y la reticencia de amplias capas de la población a ser vacunadas, lo que complicaría la necesaria inmunidad de grupo.
En el escenario aún más severo, en el que las crisis financieras se generalizasen a lo largo y ancho del mundo —algo que prácticamente ninguna casa de análisis tiene siquiera en sus pronósticos después de un 2020 en el que, pese a la recesión, se han contenido los riesgos en el sector bancario gracias a la acción de los bancos centrales—, el crecimiento mundial podría incluso ser negativo en 2021, estiman.
LIGERA MEJORA EN 2020
Al margen de la rapidez o lentitud en el despliegue de las vacunas, en su revisión del cuadro macroeconómico publicado ayer, el Banco Mundial mejora ligeramente sus números para el 2020 versus lo previsto en junio (-5,2) y apuntan ahora a que la economía global caerá 4,3%.
Las razones de esta mejora relativa son dos: una menor caída de lo esperado en los países ricos —a pesar de que la recuperación se estancó en los últimos compases del año ante el avance de la segunda ola— y una recuperación más sólida de lo previsto en China. En el lado contrario, el daño económico en el resto del bloque emergente fue más grave de lo anticipado.
“La economía mundial parece haber entrado en una fase de recuperación moderada, pero los encargados de la formulación de políticas se enfrentan a desafíos enormes —en materia de salud pública, gestión de la deuda, presupuestos, banca central y reformas estructurales— para tratar de asegurar que este rebote, aún frágil, cobre impulso y siente las bases de un crecimiento robusto”, precisa el presidente del organismo, David Malpass.
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LA “CUARTA OLA” DE LA DEUDA
La crisis sanitaria está siendo, en parte, un potentísimo acelerador de la deuda. El mundo está en lo que el prestamista cataloga como “cuarta ola” de endeudamiento tras la de los años setenta y ochenta en Latinoamérica y algunos países del África subsahariana, la de los noventa y principios de los 2000 en Asia-Pacífico y la de principios de siglo en los países ricos, que se concentró en el sector privado y derivó en la Gran Recesión. Las tres, recuerda el alto ejecutivo, acabaron derivando en estallidos financieros de alcance global.
“La pandemia ha hecho aún más peligrosa esta cuarta ola, exacerbando los riesgos asociados a la deuda”, subraya el Banco Mundial en un informe en el que pone el foco, sobre todo, en los países de renta media y baja, de lejos el eslabón más débil.
Acota, además, que la comunidad internacional debe actuar rápido y contundentemente para asegurar que esta no acabe, como las anteriores, en una cadena de crisis de deuda en los emergentes.
En los últimos meses, a raíz de los confinamientos y las medidas de control del virus, la carga de la deuda creció con fuerza: los gobiernos de todo el mundo —especialmente, los de los países ricos, que también son los que tienen más músculo financiero y mejor acceso al mercado— han redoblado sus emisiones para hacer frente a los ingentes gastos derivados de la crisis sanitaria. “Esto llega después de una década en la que la deuda global [tanto pública como privada] ya había crecido hasta marcar un récord del 230% del PBI. Un nivel alto que deja a los prestatarios en una situación de vulnerabilidad ante cualquier cambio repentino en el apetito de los inversores por el riesgo”, advierten los economistas de la entidad.
“El relajamiento de las condiciones financieras —con bajos costos de endeudamiento, abundantes emisiones y una recuperación de las valoraciones bursátiles gracias a las noticias positivas sobre las vacunas— enmascaran las crecientes vulnerabilidades subyacentes”, según el estudio presentado.
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