El año pasado obtuvimos un lamentable puesto 64 entre 77 países en la prueba Pisa, señala el columnista.
El año pasado obtuvimos un lamentable puesto 64 entre 77 países en la prueba Pisa, señala el columnista.

Al observar las protestas airadas por la deshonrosa salida de Vizcarra, no puedo evitar pensar en la penosa situación de la educación peruana.

Las carencias evidentes son las constatadas en los resultados de la famosa prueba Pisa, en la que el año pasado obtuvimos un lamentable puesto 64 entre 77 países.

Estas pruebas se enfocan en habilidades matemáticas, lenguaje y ciencias en chicos de 15 años, pero no miden un aspecto fundamental, el más valioso: formación personal. La poca o nula importancia que se le otorga a la educación en valores, dejada de lado desde años atrás, nos está pasando una penosa factura.

Educación en valores es fomentar la honestidad, el amor al país, el civismo, el respeto, la solidaridad, la verdad, los valores democráticos, la tolerancia.

Es educar en formar el alma y el sentido común. Ningún intento de reforma enfatizó estos aspectos trascendentes, fue superficial, cortoplacista, efectista, ideológica.

Hoy el Perú sufre las consecuencias.

Nunca acepté que se diga que somos un país de violadores, pero es un país donde no se protege a la mujer y a la juventud de la violencia.

Difícil negar que somos un país en el que se tolera y practica el robo, la mentira sistemática y la mediocridad , aunque esto implique el hambre y la miseria de millones de compatriotas. Vemos robar y mentir en el Estado, en el sector privado, en las calles, a formales e informales.

Ver el éxito, el arraigo popular de un personaje de la estirpe de Vizcarra, ver cómo gente joven es capaz de violentar y marchar por él, solo me lleva a pensar en una distorsión moral estructural en la que hay mucha ignorancia acumulada, atrevida y a veces hasta instruida.