Creer que el turismo en Perú tiene un futuro brillante no es un ejercicio de optimismo, sino de realismo. Basta analizar la evolución y tendencias del sector –acá no hace falta leer el Tarot–, para tener claro que la oportunidad seguirá tocando nuestra puerta.
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Comenzando por lo macro. Más allá del ruido político de hoy, veamos qué dice la historia reciente. En los últimos 25 años, Perú fue el único actor en la región que logró crecer por encima del 4%. No hemos dejado de ser ese país. Seguimos teniendo los recursos, el potencial.
Nuestra moneda es probadamente sólida, reconocida durante dos décadas entre las más estables de Latinoamérica. Continuamos siendo uno de los principales productores de cobre del mundo, en una época en que el cambio de la matriz energética acelerará su demanda, garantizándonos ingresos futuros inmensos por el canon minero. En unos meses, con la inauguración del megapuerto de Chancay, nuestra nación tendrá el segundo puerto más importante del Pacífico. Lo que reconfigurará el comercio marítimo del hemisferio, abriendo innumerables oportunidades comerciales.
Si hablamos de grandes proyectos e inversiones, el panorama también se perfila sumamente auspicioso. Proinversión viene desplegando un magnífico trabajo. Este año podríamos cerrar en 8 mil millones de dólares en proyectos adjudicados, además de 2 mil millones de soles en obras por impuestos. Un récord histórico en inversiones, que abarcan rubros clave como: aeropuertos, red vial, hidrocarburos, saneamiento, turismo, puertos, telecomunicaciones, etcétera. El impacto positivo a nivel desarrollo económico, generación de empleos y reducción de brechas de infraestructura será enorme.
En este contexto, ¿cómo no van a ser favorables las perspectivas del turismo? Haciendo zoom en algunos de los proyectos que se vienen, tendremos: el nuevo Jorge Chávez, que será el aeropuerto más moderno de la región. Con tecnología de punta, 2 pistas y terminal nueva, nos permitirá recuperar la condición de hub latinoamericano.
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Por otro lado, tras una larga espera, se adjudicará el tercer grupo de aeropuertos –Chinchero, Jaén, Jauja, Chimbote, entre otros–, lo que será decisivo para trasladar más turistas a los llamados destinos secundarios. En Cusco, el futuro aeropuerto de Chinchero nos dará una segunda gran puerta de entrada, a través de la cual no solo recibiremos más visitantes en nuestro principal destino, sino que podremos conectar con otros circuitos interregionales, como la ruta Moche, la selva, etcétera. Otro proyecto es el teleférico de Choquequirao. Al facilitar el acceso a nuestro “segundo Machu Picchu”, haremos despegar este maravilloso atractivo, lo que se calcula traería un millón de turistas adicionales. Sin mencionar que todos estos proyectos repercuten también en el turismo corporativo, pues ejecutar las obras implica el viaje de numerosos funcionarios nacionales y extranjeros, un segmento que aporta significativamente más (200 dólares diarios) que el turista local (100 soles diarios) o extranjero (100 dólares diarios).
En el frente del turismo de eventos, recordemos que el Perú posee excelentes ventajas competitivas. Estamos ubicados estratégicamente al centro de Sudamérica. Nuestra capital tiene vista al mar. La gastronomía peruana es mundialmente famosa y nuestros atractivos turísticos, ni qué decir. ¿Qué nos faltaba? Un lugar para albergar megaeventos. Por fin, el Centro de Convenciones de Lima será concesionado y puesto en valor. Así, nos reinsertaremos en el circuito de los grandes eventos internacionales.
Un mercado sumamente lucrativo, donde nuestra participación es de apenas 11.4%. El turista que asiste a grandes eventos gasta en promedio 50% más que el vacacionista. De ellos, un tercio realiza pre y postours. El 40% regresa con sus familias, para hacer turismo. Incrementar un par de puntos de participación significaría sumar a la economía 240 millones de dólares extra anuales. Adicionalmente, recordemos que este año somos anfitriones de APEC. Ya se dieron los primeros eventos en Lima, Cusco y Arequipa, a los que seguirán eventos en Trujillo, Pucallpa y, en noviembre, la Semana de Líderes Económicos en la capital. Ayacucho albergará los Juegos Bolivarianos a fin de año. En 2027 Lima repetirá como sede de los Juegos Panamericanos (sobre esto último, cabe resaltar que los Panamericanos de 2019 generaron un movimiento económico de 5,200 millones de dólares y 500 mil empleos directos e indirectos). Las señales favorables son muchas.
Definitivamente, somos un país privilegiado. El momento que vivimos también lo es. No es wishful thinking, las condiciones están dadas. Lo que necesitamos es elevarnos por encima de la bulla y el populismo. Acá no tenemos que descubrir la pólvora, durante 25 años supimos brindar estabilidad, predictibilidad, reglas de juego claras. Fuimos la envidia de nuestros vecinos, por nuestra capacidad de atraer inversiones y nuestra resiliencia a las crisis globales. Lo hicimos antes, sabemos cómo volver a hacerlo. Las grandes ligas del turismo mundial esperan por nosotros, simplemente debemos estar a la altura.
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