Jorge López-Dóriga, director global de Comunicaciones y Sostenibilidad. (Fuente: AJE)
Jorge López-Dóriga, director global de Comunicaciones y Sostenibilidad. (Fuente: AJE)

¿Cómo así un español que abraza el budismo zen acaba en el Perú, se involucra con la religiosidad andina y luego acaba trabajando en marketing para una ?

Hoy en día, estés donde estés y seas del país que seas, es vital que escuches a la Madre Tierra. Lo que siempre me fascinó del Perú es que aquí la tierra está viva y los peruanos están conectados con ella. Tuve la gran fortuna kármica o, como lo quieras llamar, de conocer a los hermanos Añaños y que me ofrecieran dirigir el marketing para ellos. En el año 2009 estuve dos años aquí, luego seis en Tailandia. En 2014 recibí la transmisión del Zen y ahí recibí otra llamada de que tenía que cumplir otra función distinta al marketing. Hablo con los hermanos y decidimos instalar el departamento de Sostenibilidad en la compañía. Ese concepto nació con ellos hace 35 años porque ellos nacieron en la sostenibilidad, en Ayacucho, en el pueblo de San Miguel.

El grupo Aje ha tenido una evolución interesante: de alguna manera el apremio del terrorismo impulsa su surgimiento, luego crece en el rubo de bebidas gaseosas y ahora se posiciona como líder de la sostenibilidad…

Las empresas son como los seres humanos, ¿verdad? Cambiamos y crecemos. Tenemos presencia en más de 20 países en cuatro continentes y hemos desarrollado ocho categorías de bebidas, categorías que venían de Estados Unidos, de Europa. Al madurar vamos encontrando nuestra propia identidad. Esta ha sido crear esta nueva categoría que es Bio Amayu, superfrutos que conservan bosques que no nacen de una influencia extranjera, sino que nace de nuestra biodiversidad, de nuestros propios productos.

¿Qué es lo que se entiende en Aje por ‘Revolución Verde’?

Es la respuesta de las nuevas generaciones a la Revolución Industrial. Durante los últimos 150 años hemos vivido bajo el hechizo de la Revolución industrial que transformó a los seres humanos en consumidores. Hemos consumido los recursos de la Tierra y esto nos ha llevado a la crisis planetaria en la que estamos ahora. Ha nacido una nueva relación del ser humano con lo que consume. Ahora ya no hay consumidores. Ahora tenemos usuarios conscientes y estos usuarios conscientes se preguntan tres cosas antes de consumir algo. ¿Es bueno para mí, es bueno para la sociedad, es bueno para el medio ambiente? Estos nuevos usuarios conscientes están dispuestos a pagar más por un producto natural que por un producto artificial.

López Dóriga con pequeña tortuga taricaya en Pacaya-Samiria, Loreto. AJE ayuda a su conservación con el Festival de la Taricaya cada septiembre en Maynas, Iquitos. (Foto: Grupo AJE)
López Dóriga con pequeña tortuga taricaya en Pacaya-Samiria, Loreto. AJE ayuda a su conservación con el Festival de la Taricaya cada septiembre en Maynas, Iquitos. (Foto: Grupo AJE)

Están consolidándose como defensor de patrimonios arqueológicos del mundo. ¿Cuáles son estos casos y por qué lo hacen?

En Aje tenemos una visión de sostenibilidad que es poner en valor la cultura y la biodiversidad en los países donde operamos. Nuestra marca de agua Cielo está al servicio de preservar Machu Picchu. Colaboramos con la Municipalidad de Machu Picchu y con Inkaterra, al igual que con el Sernanp, para poder contribuir a su conservación. Somos socios fundadores del Pacto para la Cultura 20 30 de la Unesco y el Ministerio de Cultura para poner en valor el legado cultural del Perú. Lo que hemos hecho en Machu Picchu es transformar la basura en un bien. Hemos donado cuatro plantas de transformación de residuos; una compactadora de PET; otra que transforma el aceite de cocina que terminaba en el río Vilcanota, en biodiésel, en glicerina; otra que transforma el vidrio en arena de construcción o en arena, que también puede ser usada para artesanías; y, por último, un pirograbador que transforma la basura orgánica en biocarbono. Y este biocarbono sirve de abono para poder reforestar el propio Machu Picchu. Ayudamos a la conservación de Angkor Wat en Tailandia, Borobudur en Indonesia, perdón de Ayutthaya en Tailandia, Borobudur en Indonesia y Angkor Wat en Camboya. Estos son tres de los principales patrimonios mundiales de Asia y una empresa peruana es protectora de estos patrimonios de la humanidad en Asia.

Usted ya no habla de sostenibilidad, sino de ‘supervivencia’. ¿Qué es lo que no están entendiendo los empresarios contemporáneos al respecto?

Debemos dejar de hablar de sostenibilidad como si fuera algo de moda. Ahora se trata de supervivencia. Nos habíamos marcado una meta para que la temperatura del planeta no subiera de los 1.5 grados. Para 2050 ya estamos en 1.2 grados. Si llega a un 1.5, se deforesta el 20% de la Amazonía y esta se convertirá en una sabana como la sabana de África. Esto ya es un caso de supervivencia y, por lo tanto, esto no es algo que hay que dejar en manos de los gobiernos o de las ONG. Es responsabilidad de las empresas. Todas las empresas deben pensar cómo puedo contribuir yo desde hoy a poder paliar esta emergencia mundial que es la crisis planetaria. Eso significa que la supervivencia de tu empresa depende de la protección de la biodiversidad y del medio ambiente. Tenemos que parar de pensar que la función de una empresa es satisfacer las necesidades del consumidor. Su función hoy en día es satisfacer las necesidades de la Madre Tierra. Y esto hay que empezar a hacerlo hoy.


Los comienzos en San Miguel, La Mar, Ayacucho. Eduardo y Mirta Añaños con sus hijos , Ángel, Arturo, Vicky, Álvaro, Carlos y Jorge. (Foto: Grupo Aje)
Los comienzos en San Miguel, La Mar, Ayacucho. Eduardo y Mirta Añaños con sus hijos , Ángel, Arturo, Vicky, Álvaro, Carlos y Jorge. (Foto: Grupo Aje)

Datos:

Aje también está en Nazca. Están restaurando los acueductos preíncas, obra de dimensiones de la Gran Muralla China que sigue funcionando.

Se han aliado con Galápagos Conservancy para proteger las tortugas gigantes de las Islas Galápagos.

Están en la Laguna del Tigre, Biosfera Maya, el mayor parque natural de toda Mesoamérica. Ahí conservan la guacamaya roja, en peligro de extinción, y han hecho una alianza para la conservación de la ciudad de la Maya de Tikal.


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