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Alonso Wong, plata en los Juegos Panamericanos: “Si no entrenas, de nada te sirve ser talentoso”
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Quería ser arquero, futbolista. Estaba en segundo de primaria, Universitario se coronaba tricampeón, Perú le ganaba a Paraguay dos a cero y Óscar Ibáñez tapaba un penal. Soñaba ser como él. “Yo tenía buenos reflejos”, asegura y añade que, incluso, jugaba de diez. Partió a EE.UU. a los 15 años de edad.
Se define como un “poco antisocial”. En la tierra del fútbol americano, el deporte le sirvió para adaptarse a ese país. Acabó el colegio y empezó a estudiar Geografía. “Cuando era chiquito, mi tía tenía un Atlas. Me daban curiosidad las banderitas, los mapas, cómo era Perú, dónde estábamos”, explica. Pero ni el fútbol ni su pretendida carrera profesional lo llevaron tan lejos como el judo: en unos días empieza una gira por Emiratos Árabes Unidos, Australia y Japón. Deporte que lo trajo de regreso al Perú para lograr la medalla de plata en los Juegos Panamericanos.
A los 14, durante un año, todos los días, le pusieron hormonas para el crecimiento. “Solo sirvió para tener más bellos en el cuerpo”, aclara entre risas. Sus papás lo veían pequeño, querían que crezca más. Ahora le tiene un poco de fobia a las agujas. Mide 1.71 metros, aunque su altura deportiva es superior. “El judo es una pasión convertida en estilo de vida”, sentencia.
Viste el clásico judogui blanco amarrado por un cinturón negro. Llama la atención la forma de sus orejas. Explica que son las orejas de coliflor, malformaciones producto del roce que se tiene en la competencia, casi como trofeos de guerra. Alonso Wong se quita las zapatillas, pisa el tatami y se persigna, pero no para pelear sino para entrar a esta entrevista.
Tu primera competencia de judo fue a los 5 años de edad y esa temporada la ganaste. ¿Cómo así, tan precoz?
Yo lo tomaba como juego, pero me vieron condiciones. La noche que gané la competencia me dieron regalos, chocolates, torta y varios premios. Parecía mi cumpleaños. Eso me motivó un montón. Me costaba mucho socializar: vivía en el Centro de Lima y mi colegio estaba en Surco. Mi mamá y mi hermana vivían en Surco y mi papá y yo en el Centro. No iba a reuniones porque tenía que entrenar.
Sin embargo, cuenta la leyenda que eras hiperactivo.
Yo vivía mi mundo. Hacía lo que quería sin importarme quién estaba al lado mío. No tomaba atención en las clases, me aburría estar sentado en el salón y con uniforme. Prefería estar con buzo. Perdía muy fácilmente la atención; hasta ahora creo.
¿Te dieron algún diagnóstico sobre tu comportamiento?
Dijeron que era un chico sano, muy hábil, con gran capacidad motriz. El sicólogo, amigo de mi padre, le dijo que me meta a un deporte de contacto para que ahí literalmente me chanquen, porque yo también era un poco abusivo con algunos compañeros.
¿Te costó adaptarte al judo?
No me gustaba que me ganen. Hasta lloraba por la frustración de haber perdido. Pero me divertía. Estudiaba en la mañana, hacía mis tareas, iba a jugar fútbol y después iba a los entrenamientos de judo que duraban dos horas, y yo seguía disfrutándolo.
¿Qué tiene de especial el judo?
Fue la motivación que me dio mi familia. Te enseña disciplina y respeto por tus semejantes.
Cuando estás en plena competencia, ¿qué se experimenta?
Nervios y presión, pero si estoy bien seguro del entrenamiento que hice, una noche antes sé que voy a hacer un buen torneo. En Lima 2019, al judo le tocó hacia el final y poco a poco me fui mentalizando en lo que iba a hacer el día de la competencia.
¿Por qué crees que no ganaste la de oro?
Como virtudes, también tengo partes vulnerables. En este caso, podría ser el físico. El cubano (que me ganó) es muy fuerte físicamente, pero yo soy más técnico y talentoso. Cuando arriesgas más de lo debido, puedes perder.
¿En judo la fuerza es más que la técnica?
No, pero es un gran complemento. A pesar de que sea técnico y talentoso, tienes que entrenar. Si no entrenas, de nada te sirve ser talentoso. Hay muchos talentos que se han perdido así.
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Una semana antes de ir a Londres 2012, te lesionaste los meniscos. ¿Cómo se sale de ese mal momento?
Un mes previo había perdido a mi abuelita Herminia. Ella me vio desde que nací.
¿Qué aprendes de las caídas?
Después de la última derrota que tuve en Lima 2019, me dije: “Ya no puedes perder más tiempo. Tienes que poner todo de tu parte para cumplir tu objetivo, que es Tokio 2020”.
¿Cuál es el balance de Lima 2019?
Me sentí con un sentimiento de frustración. Podía vencer al cubano, pero me ganó nuevamente. Eso me chocó. Ya después vino la tranquilidad, la felicidad de haber conseguido una medalla.
¿Este es tu mayor logro o lo es el bronce que lograste en el Grand Prix de México 2017?
Todas las medallas son importantes, pero el Grand Prix es un evento mundial, televisado. Todo el mundo ya sabe quién eres. Me abrió las puertas afuera.
¿Afuera eres más conocido que en tu país?
Sí. Es que el judo a nivel mundial es muy conocido y practicado. Acá solo nos conocemos entre los deportistas.
¿Es posible que en el Perú el judo sea masivo?
Los Juegos Panamericanos han sido un gran preámbulo para que eso ocurra, y no solo con el judo. Ahora depende del apoyo de las autoridades. Siempre he soñado que el judo sea un deporte emblema en el Perú.
¿Qué le dirías a tu abuela Herminia?
Recuerdo que de niño dormía con ella. La casa de mis abuelos en Chiclayo era muy antigua. De noche tenía miedo de ir al baño solo; entonces, ella me acompañaba. Primero le daría un abrazo y un beso, y luego le diría gracias.
AUTOFICHA:
-“Me llamo Humberto Alonso Wong Albújar. No pertenezco a los Wong de los supermercados, nosotros somos humildes (risas). Mi bisabuelo era chino, quien llegó con su hermano menor y se casaron con dos piuranas. Yo me he inculcado la cultura japonesa por el judo”.
-“Nací en Lima. He vivido en Breña, en la cuadra seis de la Av. Bolivia. He estudiado en el colegio FAP Manuel Polo Jiménez, donde mi mamá era docente. Después estuve en el Guadalupe y ahí me formé como judoca. Luego estudié en Colorado, Estados Unidos”.
-“Hasta el 30 de mayo de 2020 tengo opciones para hacer puntos y clasificar a las Olimpiadas de Tokio. En octubre estaremos en Málaga, en un open continental. A fines de octubre nos vamos a Abu Dabi en Emiratos Árabes Unidos; la primera semana de noviembre a Australia y la última semana, Osaka”.
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