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Yuliana Bolívar, bronce en judo: “Amo Venezuela, pero el Perú también es mi país”

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Fecha Actualización
Hace 17 años ya había llegado al Perú. La primera vez que compitió internacionalmente fue en Lima. Tenía 12 años. No imaginaba que volvería para quedarse. Recuerda que por todos lados veía colores, le gustaban la comida y las artesanías: tumis y llamas, que aún adornan su casa de Puerto Ordaz. Pero hubo otro lazo con el Perú: su padre era presidente de una liga de fútbol amateur peruana en Venezuela.
El 26 de diciembre de 2016 volvió. Esta vez para quedarse y no precisamente para competir en un tatami, sino para enfrentarse a la vida, hasta ahora su pelea más dura, una que viene ganando. Traía en la mochila pan, diablito (como una jamonada), agua, paté de hígado, queso, una cobija y una almohada. En el bolsillo, 350 dólares, de los cuales gastó US$180 en pasajes. Le pregunto: ¿Qué sueños venían en el equipaje? “Ninguno, los sueños los había dejado atrás”, responde Yuliana Bolívar y se emociona hasta las lágrimas.
El judo enseña a caerte y a levantarte. Si te dolió, respiras y te vuelves a levantar. Son las consignas de la judoka venezolana de 117 kilos de peso y 1.78 metros de altura que logró la medalla de bronce para Perú en los Juegos Panamericanos Lima 2019.
Estamos sentados en el tatami de la Videna. El salón es enorme como un coliseo y cada palabra de Yuliana se amplifica, como el eco de una grande, una grande que se quiebra, pero se levanta.
-¿En qué circunstancias dejas Venezuela?
La crisis no me había afectado tan directamente, pero empezaba a ver indicios de que se venían tiempos muy difíciles. Yo no quería esperar. Tomé la decisión de migrar. Pero en principio me iba a Colombia, porque mi mamá es colombiana. Yo tenía la opción de adquirir la nacionalidad. Contaba con todos los papeles. Además, era mucho más fácil irme a Colombia.
-¿Y qué pasó entonces?
Un mes antes, una persona me habló mucho de Perú. “Allá tratan bien a los venezolanos. Te puede ir bien”, me dijo. “No creo, yo me voy a Colombia”, insistí. Pero me metí en la página de venezolanos en Perú y todas las publicaciones hablaban de que había buena recepción hacia los venezolanos. Hasta que una señora puso una publicación que necesitaba fisioterapeuta. Postulé y me aceptó. Ya tenía todo mi viaje armado a Colombia y cambié de opinión.
-¿Es cierta la historia de que fueron cinco días en bus y pasaste la Navidad en la ruta?
De Puerto Ordaz me fui a Caracas, de ahí a Miranda, luego Táchira, siguió Cúcuta, Ipiales, Guayaquil, Huaquillas, Tumbes, Chiclayo y Lima. Así fueron los cinco días, nunca se me van a olvidar. Navidad me agarró en Guayaquil, pero no sentía nada, solo veía el camino y pensaba que me quedaba un poquito de pan para comer y unos dólares para agua.
-Tu historia con el judo empieza en Venezuela. ¿Cómo se adapta la deportista al Perú?
Desde Venezuela le escribía mucho al señor Carlos Zegarra, quien es el actual presidente de la federación, pero no me respondía. Le escribía para poder practicar judo en Perú. Pero mis mensajes le llegaban al spam. Cuando me contestó, yo ya estaba aquí. Me dijo que no había ningún problema, que las puertas estaban abiertas.
-¿En ese momento imaginabas que podías competir?
No. Las puertas solo estaban abiertas para que entrene. Yo venía de un retiro de años, desde 2014 no competía por Venezuela. Jamás pasó por mi cabeza el hecho de nacionalizarme y ni siquiera de volver a competir por Venezuela. En 2017, se dio esta oportunidad de retomar mis entrenamientos. Me dijeron que los Juegos Panamericanos serían en Lima y que casualmente no tenían mi categoría. Pero yo no tenía ni idea de competir. Es más, yo era cinturón negro, pero nunca tuve uno porque en Venezuela no había. Entonces, ellos me dieron mi primer cinturón negro, que es muy especial. Pero fui dejando de entrenar porque no tenía dinero para los pasajes. La familia del señor Carlos Zegarra me dio trabajo y me dieron un sobre donde había 100 dólares. Y yo desde el día anterior no había comida nada. Esos 100 dólares me cambiaron la vida, porque primero fue el gesto de solidaridad, pude sacar mis papeles y comer. Saqué mis papeles y la federación me dio la oportunidad de formar parte del comando técnico como fisioterapeuta.
-¿Cómo llegas a competir por Perú?
Empecé a trabajar en la federación el 17 de febrero de 2017. Nunca se me va olvidar. Yo entrenaba y trabajaba. Y recién en diciembre del año pasado se comentaba de la posibilidad de competir por Perú. Pero yo pensaba que era imposible.
-¿Ser venezolana y competir por otro país te frenaba?
Esto se trata de lealtad. Cuando me dicen para competir por Perú, nunca dudé. Era imposible que yo diga que no al hecho de representar a un país que considero mi país, siempre me he sentido bien peruana. Se pensó que el tema de la nacionalidad sería menos engorroso y que para marzo de 2019 ya estaría resuelto. Pero se dilató. Yo había dejado todo, me lesioné, no podía trabajar, no tenía dinero, era muy difícil (se quiebra)... El teléfono me lo cortaron un millón de veces, los fines de semana a veces no tenía plata para comer. Un día de junio, a las 8 de la noche, me llaman a la oficina y pensé que era para que me digan que no iba a competir; fue para decirme que ya habían aprobado mi nacionalidad (se vuelve a quebrar), perdón... Fue una luz de esperanza. Estaba llorando, como ahora (nos reímos).
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-¿Qué te dio fuerzas para lograr el bronce?
Yo pensaba: lo que pasé tiene que valer la pena. Tengo que representar bien a las personas que me apoyaron. Demostrar que no fue en vano. Yo había prometido una medalla para Perú.
-¿Qué sientes por Venezuela?
Tengo dos países: amo a Venezuela y tengo el honor de ser peruana.
-¿Y qué sientes por el Perú?
Amo el Perú. Además de agradecimiento, me han enseñado lo que es en esencia lo que somos: seres humanos. He aprendido a ser una persona completa.
AUTOFICHA
“Soy Yuliana Vanessa Bolívar González, tengo 29 años. Nací en Puerto Ordaz, estado de Bolívar. En mi ciudad hay mucha vegetación, cascadas, es frontera con Brasil. Te hablo del Puerto Ordaz de antes. Ahorita me dicen que es un basurero lleno de samuros (un tipo de gallinazo). Era una ciudad muy limpia”.
“Soy técnico superior en Fisioterapia. Allá es como una carrera universitaria. Mi papá es magíster en Matemática y profesor de Física y Química. Mi mamá es ama de casa. Después del deporte, me gustaría montar un centro de rehabilitación enfocado en pediatría”.
“Se vienen torneos en Brasilia, Abu Dabi? en Emiratos Árabes, Australia y Osaka en Japón. Tengo que hacer los puntos para ir a Tokio 2020. Este año también voy a Venezuela a buscar a mis papás y a ver a mi familia. Participar por Perú me ha llevado a países que yo no conocía, como Hungría y España”.