Sylvia Falcón, soprano: “La fusión debe venir de una médula conocedora”

“Me encontré con una canción de Carmela Russell, una compositora que hace más de 50 años creó ‘Machu Picchu’. no se grabó la canción ni se volvió a interpretar. La pieza (que haré) tiene experimentación etnoelectrónica”, dice sobre el concierto que dará en el gran teatro nacional.
LIMA, 04 DE NOVIEMBRE 2019 ENTREVISTA A SYLVIA FALCON, SOPRANO Y ANTROPOLOGA PERUANA. FOTO: JESUS SAUCEDO OLORTEGUI / GEC

Han pasado cuatro años y un día desde que se presentó por primera vez en el Gran Teatro Nacional, el primer escenario para las artes en el país. Fue en el año que nos cautivó con su elegante interpretación del himno nacional y alcanzó la cima, hasta ese momento la más alta en su carrera, que años después le permitió publicar dos discos. Han pasado cuatro años y un día, y en ese tiempo Sylvia Falcón ha conquistado también cúspides personales, como casarse con el prestigioso pianista Pepe Céspedes y concebir a Raymi, pero también ha estado cerca de abismos como la enfermedad: su madre se enfrentó al cáncer por segunda vez, y lo superó. Han pasado cuatro años y un día, y se publica esta entrevista con la cantante limeña de raíz huancavelicana y ayacuchana –etiquetada como la soprano andina o la nueva Yma Súmac–, so pretexto de que el miércoles 13 de noviembre vuelve al Gran Teatro Nacional, otra vez en la cresta de la montaña.

Nació en la cuadra seis de Canevaro, en Lince, cerca de la casa de la cantante criolla Lucila Campos y frente a la vivienda de Pepe Céspedes; sí, su esposo. De esta última coincidencia se enteraron cuando fueron pareja. La explicación tal vez esté en que mientras ella nacía, el pianista ya alcanzaba los 19 años. Sylvia cree en que el universo se pone de acuerdo para estas casualidades. “Nos pone los retos y el camino a la medida”, asegura sentada en el sofá de la casa de sus padres. Vestida de blanco, le da la espalda a su piano, a una foto de adolescencia en la que interpreta al grupo mexicano Pandora, a zampoñas y quenas, a un retrato suyo y a su diploma de bachiller en Antropología. Estamos frente a frente, ella con una sonrisa en el rostro y yo con la grabadora en la mano. Los dos bajo la atenta mirada de Raymi.

Utzh An (Casa Grande) es el nombre del nuevo espectáculo. ¿Es un homenaje al pasado?

No, al futuro. Es un camino al bicentenario en el que quiero que tengamos en los ojos toda nuestra ancestralidad.

¿Cómo es mirar al futuro interpretando el pasado?

Conociendo bien a las figuras del pasado, teniéndolas en el mapa, contando con las referencias, con la certeza de que venimos de una de las civilizaciones más creativas. Debemos ser gente que propone cosas en el mundo, no solo en arquitectura, en conocimiento, en textilería, sino en muchas gamas. Esa vanguardia es un hilo que no debimos haber perdido nunca. China, México y Egipto guardaron una relación con su pasado; en cambio, nosotros incluso tratamos de desligarnos de él. Esa vergüenza viene del desconocimiento. Si hubiera un conocimiento del pasado, no tendríamos tantas fracturas como sociedad.

El Perú antiguo configuraba su mundo basado en el movimiento de los astros. Y antes hemos hablado de la coincidencia que se dio en la calle donde naciste. ¿Qué nos dice todo eso?

Es matemática. A veces se habla del pensamiento mágico, pero lo hacemos para adornarlo, porque el pensamiento andino es súper fáctico. Los apus tienen un rol y una responsabilidad.

¿En esa calle de Canevaro ya ensayabas con la posibilidad de ser cantante alguna vez?

Sí. El primer recuerdo que tengo de mi existencia es la música. A esa casa de Canevaro llegaban mis tíos, hacían fiesta, cantábamos huainos y aprendí mi primera canción: “Caminito de Huancayo”. Escuchaba Pandora, festejo, música mexicana, “El Danubio azul”. Qué importante fue esa época.

Bueno, después incluso has cantado Guns N’ Roses.

Fue a los 14 años. Y hacerlo fue normal. Yo estaba tan cerca de la música andina como de la música que sonaba en las radios.

Sin embargo, hoy en 2019 todavía hay ciertos purismos.

Me salvé por un pelito. Trabajé con un súper músico, que fue el maestro Daniel Kirwayo. Era un gran conocedor del género, tierra adentro. Tener la solvencia de él y proponer mi primer álbum con un sonido andino tradicional ligeramente renovado me salvó un poquito de los puristas.

¿En el Gran Teatro cantarás algo del maestro Kirwayo?

No. He tratado de escoger piezas más populares, que en realidad he venido trabajando en los últimos dos años. Pero debo precisar que es valiosa la especialización. La fusión me parece genial, pero tiene que venir de una médula conocedora.

Y también estrenarás una canción de nombre “Machu Picchu”.

Sí. Cantaré una canción que se compuso a Túpac Amaru, Chabuca, Alomía Robles. Y también me encontré con una canción de Carmela Russell, una compositora trujillana que hace más de 50 años creó “Machu Picchu”, que se llegó a estrenar en el santuario. Ella ya falleció y nunca se grabó la canción ni se volvió a interpretar, pero me llegó gracias a su hija, Ana de Orbegoso. La pieza tiene mucho de esta experimentación etnoelectrónica.

Perú casi es sinónimo de Machu Picchu. ¿Pero realmente conocemos su magnitud?

Nos gana lo que vemos. Pero es el gran laboratorio genético del mundo andino. Su lugar es estratégico: le rinde culto al sol. De Cusco salían las semillas domesticadas para el Tahuantinsuyo.

¿Cantaste alguna vez en Machu Picchu?

No. Pero he subido al Huayna Picchu tres veces y a Machu Picchu unas seis. Si miras sus paredes, tienen esas piedras diferentes cada una y todas ensamblan perfectamente. Eso enseña que en nuestra diversidad y diferencias sí podemos ser una nación, tener un punto de encuentro.

¿Te imaginas en ese tiempo?

¡Sí! Tranquilamente, hubiera sido una de mis vidas.

¿Hoy quién eres?

Una mujer afortunada. Hago lo que me apasiona. Y tener a Raymi, a Pepe, a mis padres y a mi hermana, para mí, es el tesoro más grande. Ellos, cada uno, me han enseñado a amar al Perú, a la tierra. Y no solo es un discurso, es la práctica.

AUTOFICHA

- “Soy Sylvia Patricia Falcón Rojas. Nací en Lima. La primera vez que me subí a un escenario fue a los 4 años, en el cine Western, en Risso; yo estudiaba en un jardín, al frente. Hice ‘Juana la cubana’. Al final, las mamás traían a sus hijos para que se tomen fotos conmigo (risas)”.

- “Estudié Antropología en la Universidad Mayor de San Marcos. He publicado cuatro discos: Killa Lluqsimun (2008), Inkario (2014), Fantasía Pokcra (2016) y Qori Coya (2017). De acá en adelante quisiera trabajar la idea de publicar singles; me gustaría grabar ‘Machu Picchu’”.

- “Me gustaría replicar este show del Gran Teatro Nacional en otras partes del Perú, en 2020. El espectáculo está nutrido de música peruana. Somos ocho músicos. Primera vez que tocaré con batería y bajo. Y haré un pequeño homenaje al disco Mambo! de Yma Súmac. Y habrá un invitado especial”.

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