Su libro Imagen y crítica es una mirada al cine peruano del nuevo milenio y a su lugar en Latinoamérica.

En los 90 se hacían menos de 10 películas por año. Ahora, dices, un promedio de 80. Cuéntanos de esa revolución digital.

La revolución digital fue gradual, pero llegó un punto, ya entrado el nuevo milenio, en el que el cambio de paradigma tecnológico era ya un hecho. Podías editar una película en una PC, grababas con una cámara barata, pequeña y ligera, ya no había marcha atrás. Algunos dicen que la cámara digital y la imagen digital no es cine, pero se equivocan: el cine es imagen en movimiento, y el soporte digital proporciona otra textura quizá, otro tipo de luz y oscuridad, otro color, pero seguimos hablando de imagen en movimiento.

¿Viste Asu mare? Alcántara pide que no se le compare con los grandes cineastas, pero hay muchos casos emblemáticos de directores notables que aprendieron de forma autodidacta.

No he visto la última Asu mare. Para ser franco, solo vi la primera, y me parece que las demás han querido repetir la fórmula. Quizá debería verlas, solo por responsabilidad profesional. Sobre Alcántara, habría que preguntarle si ve al cine como un arte o solo como un medio de entretenimiento popular mediocre con fines comerciales.

Este 2023 se conmemoraron 100 años de Armando Robles Godoy, cineasta reivindicado por Godard!, la revista donde empezaste a escribir de cine. ¿Por qué pocos lo han recordado?

Yo creo que con la obra de Armando se está produciendo un redescubrimiento gradual, y me gusta pensar que nuestra revista Godard! tuvo algo que ver con ello. De lo que sí estoy seguro es que Armando estuvo muy agradecido de la reivindicación que hicimos de su cine, porque él mismo nos lo dijo, y más de una vez. Por lo demás, cada vez es más patente para todos algo que, para mí, es evidente: Armando Robles Godoy no solo fue un gran cineasta, sino también un gran escritor y un gran teórico, además de un profesor, un promotor del cine, y el hombre que hizo la primera ley de cine en el Perú. Robles hizo lo que demanda un país como el nuestro: fundarlo todo. Él fue el fundador del cine peruano. Lo que queda pendiente es hacer un estudio integral de su obra fílmica y literaria.

¿Por qué el público peruano prioriza las comedias y el cine de terror? Se habla de una cuestión cultural o idiosincrática.

Esa es una pregunta difícil. No sé si alguna vez se podrá responder. En todo caso, al contrario del público, los cineastas peruanos no priorizan las comedias y el terror: interesante desajuste.

Hay géneros que nos parecen esquivos, como el buen cine de acción o el suspenso psicológico. ¿Hay una brecha tecnológica o la ausencia de actores con rango dramático tipo Ricardo Darín?

Es una buena pregunta. El cine de acción ha sido felizmente reformulado en Asia, con un cine de gánsteres que hace olvidar al norteamericano. Pero la asiática es una industria brutal, enorme, que no envidia nada a Hollywood en términos de dinero y presupuesto. Sin embargo, habría que pensar en un cine de acción de bajo presupuesto, que también podría ser interesante, si es que no se tratan de imitar ramplonamente los modelos norteamericanos. Es un tema interesante de pensar. Sobre el suspenso psicológico, se han hecho pocos esfuerzos, como Muero por Muriel, un simpático neo noir de Augusto Cabada, o la hitchcockiana El beneficio de la duda de Ani Alva. Ambas tienen a un fascinante Ricky Tosso como un excelente actor dramático. Pero debería desarrollarse más esta veta, es cierto, aunque no creo que no se haga por falta de actores o actrices.

Transformers en Cusco nos recuerda a Charlton Heston filmando con Yma Sumac, antecedente de Indiana Jones, saga que también filmó en Perú. Más allá del exotismo, ¿el Perú es un país cinematográfico?

El Perú por supuesto que es un país cinematográfico. Lo que sucede es que es un cine que no vemos, que de alguna manera perversa se nos hace invisible. Esto se debe a la apabullante oferta foránea, que hace empalidecer la oferta nacional, pero no solo se debe a eso. Hay un rol que el Estado debe asumir de forma mucho más agresiva. Los filmes peruanos deberían verse en la televisión del Estado, y en otros canales de televisión nacionales; deberían pasarse las películas peruanas en los colegios, debería enseñarse la apreciación cinematográfica en los colegios también, además de enseñar el cine peruano. Y es verdad que el cine mediocre o malo, artísticamente hablando, también produce clichés, pero es precisamente la tarea educativa la que debe dar las herramientas para una apreciación crítica del cine. Finalmente, habría que decirles a los historiadores peruanos que se fijen más en el cine peruano, y no solo en la literatura peruana. Estamos en una era más cinematográfica que literaria, y es el cine el que no deja de transformar el tiempo histórico, y nuestra visión del Perú. Yo diría, por ejemplo, que películas como Chicama, Wyñaypacha o Manco Cápac, y documentales como El choque de dos mundos o La revolución y la tierra reformulan nuestra historia y nuestro presente, tanto como pueden hacerlo las novelas de Vargas Llosa o Arguedas, o los libros de Vallejo. El Perú es un país cinematográfico, y cada día que pasa lo es más. Hay que despertar a esa realidad, y dejar de pensarnos desde un canon letrado pre-cinematográfico, que me parece es un prejuicio anacrónico de nuestros intelectuales.