Santiago Posteguillo: "Mi función es llegar a mucha gente sin abandonar la calidad literaria"

Premiado escritor español llegó a Lima para presentar su obra y lo entrevistamos. Apoya la igualdad de género, pero duda que triunfe el uso del "amigues",porque rompe la morfología del lenguaje.
Santiago Posteguillo, autor de 'Yo, Julia', visitó Lima por segunda vez.

Antes de llegar a esta entrevista, en las noticias se informaba que en Huancavelica condenaron a dos ladrones a leer ‘El alquimista’ de Paulo Coelho y ‘Padre rico, padre pobre’ de Robert Kiyosaki. Parece una historia arrancada de la , aquella donde Santiago Posteguillo ha conseguido construir un universo propio con la novela histórica. “Es verdad que muchas veces una buena lectura a mucha gente la cambia para bien”, reflexiona cuando le cuento sobre este acontecimiento y dice que él hubiese elegido El lazarillo de Tormes.

Recuerda vivir con felicidad cuando le daba la gripe en la adolescencia. Eso significaba que se quedaba en casa una semana y podía leer todo lo que quisiera. Así llegaron Julio Verne, Emilio Salgari. Tenía 13 años y lo pasaba de maravilla.

Desde esa adolescencia ya tenía claro que quería escribir y contar historias. Y todas sus decisiones vitales fueron en esa línea. Pero su primera novela no la publicó nadie. Su padre la leyó y le confesó que le había gustado. “Parece que tenía razón, parece que intuía que yo podía escribir bien”, evoca sobre sus 20 años de edad.

En 2018, ‘Yo, Julia’ –novela sobre la antigua Roma– ganó el Premio Planeta. Y ahora, además de ser prolífico autor, es catedrático universitario y visitó por segunda vez Lima. Su padre intuía bien.

Hoy existen más elementos que muchas veces nos alejan de la lectura de libros. Cuando fuiste adolescente, ¿fue más fácil ser lector?
Parece que ahora la gente joven tiene una variedad más amplia de distracciones a las que dedicar su tiempo de ocio, como los videojuegos, las redes sociales. Pero yo creo que también nos distraíamos con otras cosas, como la TV, y capaz salíamos más a jugar a la calle o escuchábamos más la radio. Pero sí es posible que hoy lo tengan más difícil.

¿Y tal vez por eso la literatura de entretenimiento, como defines lo que haces, tiene más lectores?
Es posible. Pero en general creo que lo que se ha leído y ha funcionado como lectura es aquello que en su momento histórico ha resultado entretenido. Otra cosa es que textos que puedan haber parecido muy entretenidos para la gente del siglo XVI, a lo mejor en el siglo XXI pueden –por el lenguaje, temática o forma en que está contado– no ser igual de aparentemente atractivos.

La palabra entretenimiento a veces se asocia mucho a lo ligero, a lo comercial e, incluso, a lo vano.
Sí, pero es un error. Es como decir que Lope de Vega y Shakespeare, que entretenían mucho, eran vanos, ligeros y poco desarrollados artística o literariamente. Es un silogismo erróneo. Hay obras muy entretenidas y son magníficas. Piensa en el cine: Hitchcock normalmente es un tío muy entretenido de ver y todo el mundo dice que es un maestro del cine.

Cuando te contaba lo de los ladrones condenados a leer libros, en los comentarios se leía: “pobrecitos, tendrán que leer a Coelho”. ¿Qué opinas?
Hombre, igual yo hubiera seleccionado otras lecturas.

¿Cuál habría sido tu condena?
El Lazarillo de Tormes no es mal texto para alguien que vive un poquito al margen de la ley. Una cosa es que se puede preferir un texto sobre otro, pero nunca me burlaría de alguien como Paulo Coelho que ha conseguido comunicar con tanta gente. Eso en sí mismo es un mérito.

¿Hay mala literatura?
Eh, mira volviendo a Hitchcock, él cuando buscaba novelas para tener historias para sus películas decía que no era de las personas que empezaba a leer una novela y si no le gustaba igual tenía que acabarla. Decía “¿para qué?”. Con las buenas novelas que hay para leer, “para qué voy a perder el tiempo en una que no me gusta”. Y sí, hay literatura que no es buena.

¿Existe una dictadura del buen gusto?
No podemos solo apoyarnos en la crítica literaria para valorar si una obra va a permanecer en la historia de la literatura. Es una combinación de factores. Charles Dickens es incuestionablemente canónico en la literatura inglesa y era muy popular. Pero también hay obras de popularidad cero, pero que tienen que estar en el canon, porque un grupo de élite literaria decidimos que es un experimento narrativo de primer orden. Por ejemplo, Ulises de Joyce.

¿Aspiras a que tus obras estén en el canon literario?
Me gustaría. Creo que puede haber elementos que pudieran hacer que mis novelas tuvieran motivos para permanecer en ese canon. Pero no lo decidiré yo, ni siquiera lo veré yo. Mi función ahora sigue siendo escribir para llegar a mucha gente sin abandonar el rigor histórico ni calidad literaria.

¿Es una misión procurar más lectores?
No necesariamente. Hay escritores que consideran que tienen que hacer una literatura compleja o intimista y parten de que no van a llegar a tantos lectores.

julia

¿Cómo sería Julia hoy en día?
Probablemente una mujer metida en política, cuya carrera estaría empezando a los 20 años. Ella tuvo valentía, determinación, osadía, decisión, que de por sí la hacen ejemplar para hombres y mujeres del siglo XXI que creemos en la igualdad de género.

¿Cuánto pesó eso en tu decisión de contarnos esa historia?
Pues no tanto como se pudiera pensar. Evidentemente, vivo en mi sociedad y esta ha evolucionado hacia una sensibilidad para la igualdad de género que comparto, pero la motivación esencial es que Julia me parecía un personaje fascinante, que a la vez estaba injustamente olvidado, que es algo contra lo que me he rebelado.

Es necesario empoderar a la mujer desde la literatura.
Empoderar a las mujeres está bien, porque estamos en este proceso de lucha por la igualdad y la mujer aún parte de una posición de desigualdad evidente, y cada uno lo puede hacer desde ámbitos diferentes.

Pienso en las cuotas de género y, por ejemplo, en una mesa literaria, al margen del tema, se piensa que debe haber cierta paridad de género.
El obsesionarse con la paridad forzada tampoco es una buena idea. En la medida de lo posible, es razonable buscar una cierta distribución igualitaria entre hombres y mujeres en todos los ámbitos, siempre que se pueda y no sea forzado.

¿Alterar el lenguaje es una forma de forzar las cosas?
Lo es. Pero da igual lo que tú y yo pensemos. El lenguaje evolucionará según evolucione la sociedad, es la teoría de Sapir Whorf. El lenguaje refleja la sociedad, incluso si la sociedad obliga al lenguaje a ir en contra de los principios propios del lenguaje.

El uso del lenguaje manda.
Y puede ir contra las propias normas del sistema. El lenguaje tiene un principio de economía, pero cada vez más oímos “hombres y mujeres”, “damas y caballeros”, “lectores y lectoras”, que van contra la economía del lenguaje.

Sin embargo, un “amigues”, más bien, busca esa economía del lenguaje.
Creo que en la búsqueda de un lenguaje igualitario se pueden romper algunos preceptos del sistema del lenguaje, pero romperlos todos no tiene sentido, cuando además no aporta. Es complicado porque entran en colisión elementos diferentes: lo social que se enfrenta a elementos lingüísticos. ¿Quién va a ganar? Siempre gana la sociedad, entonces da igual lo que uno piense.

Pero ni tanto, porque en la medida que nosotros apoyemos o no esos cambios en el lenguaje, vamos a sumar en que finalmente esas modificaciones se normalicen. Si Santiago Posteguillo pone en sus redes “hola, amigues”, está influyendo en sus lectores y así va generando una suerte de bola de nieve que con el paso del tiempo, finalmente, logra el cambio.
Ciertamente. Yo, por ejemplo, el de “amigues” no lo incorporaré, prefiero decir amigos y amigas, me suena mejor y menos forzado aunque rompa el principio de economía del lenguaje. Pero no creo que el “amigues” triunfe, porque romper la morfología del lenguaje es más complicado que romper el principio de economía.

julia

¿Por qué escribir de Roma?
Es nuestro pasado, hablamos un idioma que es una derivación del latín, nuestro Derecho es una evolución del derecho romano. Hasta en lo trivial, hacemos la siesta porque los romanos la hacían, ponemos en rojo los días festivos, como ellos. Desde lo sustantivo hasta lo aparentemente trivial venimos de Roma; entonces, entender de dónde venimos siempre es interesante.

¿Y has leído sobre los preincas o incas?
Sí y me parece que hay mucho material muy interesante, sobre todo al ver culturas que se desarrollaron sin estar en contacto con Europa, Asia y África y llegaron a elevados niveles de desarrollo, y ver cómo recurren a mitos y leyendas como lo hacen al otro extremo.

La llegada de España a América es señalada como una conquista, que arrasó una cultura. ¿Así se debe juzgar la historia hoy en día?
Es un poco simplificarlo. Es evidentemente una invasión y una conquista. Eso es indiscutible. Ahora, América ha sido conquistada de distintas formas y la conquista anglosajona era bastante más genocida y aniquiladora que la forma en que se hizo la conquista en América Central y del Sur. En América del Norte no hubo mezcla, en América del Sur sí. Hay que optimizar que a ambos lados del Atlántico nos unen una serie de elementos y que la unión de una Iberoamérica siempre traería cosas positivas. Sí creo que España y Portugal han vivido demasiado tiempo de espaldas a América Latina, y eso es un grave error. Si el español es importante es por América Latina y eso es algo que en España todavía no hemos sabido entender.

Me comentabas que tu padre ha sido muy intuitivo. ¿El escritor debe tener cierto nivel de intuición?
El escritor debe tener un elevado nivel de empatía para ser capaz de ponerse en la piel de personajes de todo tipo. Yo, por ejemplo, ahora he tenido que ponerme en la piel de una mujer. Si no hay empatía, solo podrías escribir sobre tu experiencia personal y un novelista debe poder escribir sobre muchas experiencias. Hay situaciones que no hemos vivido, pero documentándose y experimentando la empatía podemos recrearlas.

¿Pero vivir mucho no es otra condición para el escritor?
Cuanto más viva, mejor. Pero se puede llevar vidas relativamente no tan sorprendentes y escribir novelas de aventuras. Creo que el único mar que cruzó Salgari fue el Adriático, y una vez. Sin embargo, te describe los mares y esas novelas de barcos como si fuera el mayor navegante.

¿Y Santiago cuánto ha vivido?
He vivido cosas, pero no muchas cuestiones al límite. He viajado bastante por América Latina, Europa, India, Asia, EE.UU. Y tengo las experiencias vitales de todos: ver desaparecer a gente que quieres, injusticias, enamorarse, casarse, divorciarse, tener una hija. Llevo mi dosis de vida, pero no he llevado una vida de extremos y espero que no me pase. Prefiero una vida aburrida, aunque luego cuente vidas más interesantes. Eso sí, los tiempos interesantes hacen grandes novelas.

AUTOFICHA:

“Soy Santiago Posteguillo Gómez. Nací en Valencia, el 1 de mayo de 1965. El otro día hacía la broma de que es feriado, pero no por el Día del Trabajo sino porque es mi cumpleaños (risas). Tengo 52 años. Estudié en el colegio Del Pilar, un centro educativo católico, donde estuve 12 años”.

“Luego estudié en la Universidad de Valencia, donde me licencié. Seguí un año en la universidad de Denison en Ohio. He estudiado en el Politécnico Central de Londres, en la Universidad de Lancaster, en la Universidad de Edimburgo. Y profesor invitado en Cambridge”.

“Estoy doctorado por la Universidad de Valencia y soy uno de los primeros doctores europeos en esa universidad. Mis lectores pueden esperar más novelas sobre la antigua Roma. Ya estoy escribiendo sobre ello, y una opción es que sea una continuación de Yo, Julia, pero tengo más”.

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