Russel Crowe: Debut como director en 'Promesa de vida' cae en el acartonamiento

¿ Qué tienen en común Denzel Washington, Nicolas Cage, Edward Norton y Ryan Gosling? Todos son estrellas de Hollywood que han dirigido alguna cinta, aunque pensemos más en ellos como actores que como directores.

A diferencia de sus colegas George Clooney, Ben Affleck, Sean Penn o Mel Gibson, ninguno de ellos ha logrado consolidarse –hasta la fecha– como realizador. Hoy, el paradigma del actor que se reinventa en cineasta se llama Clint Eastwood, uno de esos raros casos en los que el artista logra equilibrar ambas facetas, demostrando la misma grandeza. Pero esta es una excepción. Por lo general, cuando un divo del séptimo arte anuncia su intención de dirigir, la prensa levanta las cejas y condena de antemano a su "proyecto de vanidad".

El último en sumarse a la lista de actores-directores es Russell Crowe, ganador del Oscar por Gladiador (2000), y protagonista de algunos títulos memorables, como Los Ángeles al desnudo (1997), El informante (1999) y Capitán de mar y guerra (2003). Crowe ha sido actor habitual de Ridley Scott (en cinco oportunidades) y, sin duda, este ha sido una influencia a la hora de concebir su ópera prima como una cinta histórica, donde la aventura y el drama son ingredientes centrales.

Promesa de vida (anodino nombre en español para The Water Diviner) transcurre en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial. Todo empieza en una granja de Australia, donde vive Joshua Connor (Russell Crowe), padre de tres soldados desaparecidos en la batalla de Gallipoli. Atormentado por la culpa, Connor viaja a Turquía para recuperar los cuerpos de sus hijos y darles cristiana sepultura.

Promesa de vida tiene un argumento rico en posibilidades; narra el camino a la redención de un hombre golpeado en lo más hondo, pero también muestra los efectos de la guerra sobre la población civil, sobre los deudos que necesitan sanar heridas para seguir adelante. No somos expertos en geopolítica, pero, desgraciadamente, estos temas son universales y nunca pierden vigencia.

Muchas películas similares han explorado esto antes y mejor, igual no se puede negar el oficio de Crowe para contar una historia como las de antaño, con un estilo clásico que siempre reconforta ver. Es difícil referirnos a un punto de vista personal: la película cae en el acartonamiento, pero gana interés cuando se detiene en las diferencias culturales que halla el personaje principal cuando se sumerge en la sociedad árabe. Ahora que Turquía está tan de moda en el Perú, esta cinta debería interesar a un público masivo.

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