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Osvaldo Cattone: “La vida es un gran helado y deseas que no se acabe”
“Creo que he contribuido al desarrollo del teatro peruano. Antes el teatro era una cosa empírica, yo empecé a mejorar la escenografía. Le he dado un cierto glamour al teatro. He conseguido que la señora de Comas o Lince vaya al teatro”, reflexiona el actor y director.
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Era un cine y había dos espectadores. Osvaldo Cattone llegó acompañado y sumaron cuatro. Terminó aquella función de 1976, subió al escenario, se sintió cómodo y determinó que ese era el reducto que buscaba para el teatro; habían pasado dos años de haber llegado al Perú. Desde entonces, ahí se han puesto en escena alrededor de 140 obras y hoy está Mujeres de ceniza, que va de miércoles a sábado, 8 p.m.; y domingos, 7 p.m. “Buscaba un lugar donde desarrollar una tarea coherente y con continuidad”, me dice en su oficina del teatro que fue inaugurado en 1922 sobre General Suárez 409, en Miraflores.
Se pintaba un bigote para hacer de D’Artagnan con una escoba como caballo. Debutó en el teatro a los 8 años, en un conjunto similar al de Yola Polastri y con lo que ganaba ayudaba en casa. “No fui el nene de papá”, subraya. Hijo de migrantes italianos, de chico ya era cinéfilo. “Mi papá era ignorante, inculto, pero le gustaba ir al teatro, a la ópera”, agrega el actor y director de 86 años de edad.
Alista la reposición de la impactante obra El padre, para julio, y piensa en los proyectos hasta 2020, cuando pondrá en escena una obra con su eterna amiga Regina Alcóver. Le digo a Osvaldo que hay que generar historias, hay que vivir inventando. “Buena frase. Ponela como título: Hay que vivir inventando”, me sugiere y suelta su cálida sonrisa minutos antes de empezar la función.
Vas rumbo a los 87 años y me dices que no te la crees. Pero estás dinámico y luces bien. ¿Cuál es la fórmula? Quizá es genética de mis padres, por ser generoso.
Pero algo bueno hay que hacer en la vida para contribuir a eso, ¿no? Sí. El destino o Dios, como quieran llamarlo, te da una cáscara, pero esa cáscara hay que rellenarla.
¿Con qué la has rellenado? Le he puesto bondad, positivismo, conocimiento, lo que he aprendido. Yo me preparé para hacer esta tarea de director y actor. No me gusta pontificar, pero también he cuidado mi salud. Nunca he tomado drogas, no soy afecto a ningún tipo de medicamentos, no tomo alcohol, me alimento lo más sano que puedo.
¿El teatro no ha sido como una especie de droga? La forma de lograr algo en la vida es hacer lo que sientes que estás destinado a hacer.
¿Cómo sabemos que estamos destinados para algo? Porque uno siente qué es lo que le gusta, es como el sexo. De chico no me recuerdo jugando al fútbol o haciendo otra cosa que no sea actuar. Me gustaba ser otro, me gustaba inventar cosas. Si veía una película, nunca la podía contar tal cual era, siempre le agregaba lo que a mí me gustaba, hasta le cambiaba el final. No era mentiroso, pero sí imaginativo. Y acá estoy.
Y este mes estrenaste Mujeres de ceniza. ¿Cómo ha sido tu relación con las mujeres? Me gusta mucho el mundo femenino, porque me parece elegante, tiene glamour. Perú necesitaría una presidenta.
En la relación de pareja, ¿cuál es tu balance? Me cuesta mucho pensar en el matrimonio porque creo que el hombre y la mujer no están preparados para estar toda la vida con un mismo molde. Por más que a mí me encanten los pallares, no los podría comer todos los días. Ambos son polígamos. Lo ideal sería, pero no lo voy a ver, una sociedad donde hubiera la libertad de elección. Creo que tenemos un concepto católico equivocado de lo que significa la fidelidad. En el fondo nos gustan todos y todas. En mi vida he tratado de vivir libremente todo.
Pero en algún momento sí creíste en el matrimonio. Me casé tres veces y lo que duró, duró. Siempre he sido buen amigo de mis parejas, porque siempre me comporté de una manera noble. No soy un viejo que da pena. Soy una persona mayor, pero que todavía inspira algo.
Uno de los temas de la obra es la pérdida. Y te ha tocado vivirla más de una vez. Hay una frase muy linda que digo en El padre, de La Plaza, que la repondremos acá en el Marsano: “Siento que se están cayendo poco a poco todas las hojas de los árboles”. Yo no quiero morirme, pero en algún momento tendrá que ser. Hay días que siento que he nacido hoy y estoy bien dispuesto, fresco, dinámico. Y hay días que algún recuerdo viene, como el de mi único hermano muerto, mi padre o mi madre, la soledad, mis perros y gatos. Pero en general soy una persona muy positiva y con mucho humor.
¿Te has puesto a pensar en cuál habría sido tu destino si te quedabas en Argentina? En Buenos Aires no me faltaba trabajo, pero no tenía la posibilidad de tener mi propia sala. Soy uno de los pocos actores sudamericanos que tiene su sala para desarrollar una tarea coherente y continuada. La gente sabe más o menos quién es Cattone, aun quienes no vienen al teatro.
¿Por qué pasó eso? Porque hay un trabajo continuado con respeto. Para cuando hagas mi nota necrológica, creo que he contribuido al desarrollo del teatro peruano. Antes el teatro era una cosa empírica, yo empecé a mejorar la escenografía. Le he dado un cierto glamour al teatro. He conseguido que la señora de Comas o Lince vaya al teatro.
¿Te asusta pensar que en algún momento ese telón se bajará y nunca más subirá? La vida es un gran helado, que deseas que no se termine.
¿A ese helado de la vida no le faltaron los hijos? (Agacha la cabeza). No... Si no vinieron fue porque los evité. Lo que uno tiene es lo que uno necesita. El hecho de que todavía esté trabajando y como en el caso de El padre todos los días se agotaban las entradas, eso me da mucha energía; todavía soy un toro capaz (risas).
Acabo esta entrevista con la imagen de un Cattone comiendo su helado y feliz. Es buena... (Otra vez esa sonrisa radiante y un apretón de manos).
AUTOFICHA: - “Me llamo Inocencio Osvaldo Cattone Ripamonti. Italiano por los cuatro costados, del norte. Nací el 17 de enero de 1933, en Buenos Aires. Soy hijo de imigrantes italianos muy humildes. Debuté en el teatro a los 8 años de edad en un conjunto infantil tipo Yola Polastri. Nunca paré de trabajar”. -“Me fui a Italia y conseguí una beca para estudiar en la Academia Nacional de Teatro de Roma. Me diplomé y viví seis años en Italia. Soy el primer actor latinoamericano egresado de esa academia. Estoy en Lima desde 1973, llegué un 26 de noviembre”. - “Estoy haciendo Mujeres de ceniza con un cuarteto formidable de actrices. Desde el 13 de julio reponemos El padre, que se hizo en La Plaza. En el Marsano se viene Respira, una obra de Eduardo Adrianzén; luego un proyecto que tengo con Edgar Saba y una obra argentina. Hay proyectos hasta 2020”.
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