Hace algunos años, Fernando de Szyszlo nos contó que, cuando era un veinteañero despreocupado e inquieto, fue, junto con Jorge Eduardo Eielson, al norte chico, a excavar.

De pronto, apareció ante sus ojos un bellísimo textil. Desenterraron la pieza, la tomaron entre sus manos y esta, por su delicadeza, se desintegró al recibir, después de cientos de años, los primeros rayos del sol: su fragilidad era tan grande como su belleza.

Szyszlo y Eielson se deprimieron tanto que dejaron atrás esa práctica, pero la fugaz imagen que percibieron quedó tan impregnada en sus mentes que su posterior obra plástica tuvo, sobre todo en Eielson, una clarísima influencia de la cultura Chancay.

La anécdota también nos puede servir para hacer una metáfora de nuestra historia: es muy rica, pero también muy frágil, y, a pesar de su antigüedad y trascendencia, desconocida.

HISTORIA DE UNA PASIÓNFelizmente, a Yoshitaro Amano, el ciudadano japonés fundador del Museo Amano, los textiles Chancay que descubrió y rescató, y luego coleccionó, no se le desintegraron. Al contrario, gracias a su impresionante tarea de conservación, hoy los rayos de la desidia no los han podido destruir… todavía.

La historia de Amano es alucinante, pues es otro de esos personajes oceánicos sin cuya existencia el mundo no sería lo (bueno) que es. Nació a finales del siglo XIX y se instaló en el Perú después de la Segunda Guerra Mundial.

Decimos que se instaló pues antes ya había visitado nuestro país: en 1929 fue el primer japonés en llegar a Machu Picchu.

En los 50 y 60 hizo fortuna en el campo de la pesca, pero, amante de la cultura como era, pronto empezó a ejercer otra de sus pasiones: la arqueología. Así, llegó al norte chico y descubrió que allí se había desarrollado una rica cultura cuya riqueza máxima estaba en sus textiles y cerámica.

Mientras otros desdeñaban a los textiles y hasta los usaban como leña, o practicaban el tiro al blanco con vasijas que consideraban arcaicas, Amano fue recogiendo piezas y armando una valiosísima colección que hoy tiene 20 mil piezas enteras (o 'museables') y 20 mil fragmentos que resultan muy valiosos para arqueólogos e historiadores.

Mario Amano, su hijo y continuador de su tarea, nos cuenta la anécdota del origen del museo que, en 1961, empezó a construir su padre: "Él coleccionaba, pero también excavaba. Un día estaba metido en una zanja, excavando, y pasó el señor Graña, dueño de la vecina hacienda Huando, quien, al verlo así, tan interesado en su tarea, lo invitó a visitar una hacienda cercana donde también había 'huacas'. Antes pararon a comer donde el señor Ishiki, un japonés que regentaba un restaurante. Conversaron y al enterarse de la pasión de mi padre, y al verlo tan interesado en ello, terminado el almuerzo, le dijo: 'Sígame', y le mostró las miles de piezas de cerámica y textiles que tenía en su casa… y se las regaló. Así se inició este museo".

Hasta entonces, la colección de Yoshitaro era importante, pero ahora adquiría una dimensión que le exigía rigor, investigación y profesionalización. Compró el terreno adyacente a su casa y, en 1961, empezó la construcción del espacio.

Siempre fue un espacio privado, pero hoy vive una reingeniería financiera y museográfica: en 2008 entró en crisis económica, en 2010 se quedaron sin fondos y, en 2013, la familia Amano tuve que vender la casa de Yoshitaro para evitar el cierre del espacio.

Hoy, gracias al apoyo de Sumitomo Mining, de la Embajada de Japón, de la familia Amano, del arqueólogo Bruno Alva y sus investigadores, el Museo Amano se está renovando: se llamará Museo Textil Precolombino y su nueva museografía exige que esté cerrado y solo reciba algunas visitas, pero en mayo deberá estrenar sus renovadas salas.

Visitar el lugar es una obligación: alberga la colección de textiles más importante del país y, sobre todo, le ayudará a hilar nuestro impresionante pasado.

DATOSEl Museo Amano se empezó a construir en 1961. Lo visitó, cuando era príncipe, el emperador Akihito. Tan impresionado quedó que se organizó, en 1964, una exposición con la colección Amano, Larco y más. En Japón se produjo, entonces, lo que se dio en llamar el 'Inca Boom', aunque los objetos exhibidos hayan sido, en su mayoría, chancay y moche.

Yoshitaro Amano murió en 1982. Hoy regente el espacio su hijo Mario.

MUSEO AMANOLugar: Calle Retiro 160, Miraflores. Informes: 441-2909 y 442-1007. El espacio está cerrado, pero se admiten visitas privadas. Consultas: museo@fundacionmuseoamano.org.pe.

Por: Gonzalo Pajares (gpajares@peru21.com)

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